La bandera del odio
“El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”.
Ernesto “Che” Guevara (14-Dic.1964)
La sucesión de fracasos pueden hacer que un individuo termine por concientizar su condición de frustrado. A mi modo de ver, tal ocurrió al autor del segmento “doctrinario”, el cual inserto a manera de exordio.
No alcanzó las glorias de bravo combatiente en Sierra Maestra, pero se desempeñó con eficacia como primer matarife en La Cabaña; coadyuvó, el primero, en la destrucción económica de Cuba, desde la presidencia del Banco Central y su pasantía por el Ministerio de la Producción; fracasó haciendo de guerrero en el Congo y en el empeño de vietnamizar la cordillera andina. La torpeza de ejecutarlo, la utilizó el aparato propagandístico del comunismo internacional y la excelencia comercializadora del capitalismo para fabricar un mito y su degradación.
Para desgracia nuestra, el primer texto comunista que cayó en manos del Bellaco en Jefe, fueron los escritos por el “Che” Guevara y se agarró de esa bandera. La “doctrina” del odio dio contenido “filosófico” a quien no logró ser buen pelotero, ni cantante; que no sobresalió en ninguno de los ciclos de escolaridad y que sólo destacó el papel de anunciador en las fiestas de la tropa y en eso continúa; que persigue y encarcela la disidencia; que ante el hecho incontrovertible de casi once años de fracasos, da rienda suelta por la rendija de la mentira al odio que lo oxigena y consume a la vez, falseando los hechos ante cada desastre.
Así cuando su oceánica ignorancia se mezcla con la corrupción e incompetencia que lo rodea, a contrapelo de las exigencias legales, confeccionan banqueros a la medida y el Bellaco en Jefe se llena la bocota con el anuncio de un emergente capitalismo socialista (¡qué vaina es esa!) Pero cuando le explota en la cara el escándalo de las mafias financieras que compraron, por la libre, bancos, aseguradoras y casas de bolsa, sin certificar la procedencia del dinero, desata su odio reconcentrado contra todos los banqueros honorables, que los hay, y todo el que se aventure, con éxito, por el mundo empresarial.
Amenaza con estatizar todas las instituciones financieras estimulando una corrida bancaria y aprieta las tuercas a la actividad económicofinanfiera, con el deliberado propósito de apoderarse de los ahorros de los particulares y de la liquidez indispensable a la libre empresa. De consolidar su plan, terminaremos haciendo colas portando tarjeta de racionamiento en mano.
Su odio de fiera herida no lo mitigará ni siquiera la ruina colectiva, de allí su peligrosidad. Palpar la frustración de saberse incompetente, la angustia de ver desvelada su gran farsa y sentirse enfrentado por una colectividad que recupera su condición ciudadana, conocedora de la democracia y dispuesta a luchar por restituirla a plenitud, se compara con la agonía de un tigre con una soga al cuello. Peligroso. No te aproximes porque con un zarpazo puede causarte daños irreparables. Pero no podrá zafarse y, tenga por seguro, que la asfixia lo derrumbará.