Opinión Nacional

Uslar y Cabrujas

¡Quién lo diría, pero con el tiempo se me parecen más Uslar y Cabrujas! Tal vez no sea más que una afirmación extravagante, como decir que el Ávila estorba y que el primero que asumió ese reto como asunto vital fue el pintor Armando Reverón, quien agarró sus macundales y fue a encontrarse con la luz, el salitre y las palmeras invisibles; con el Caribe, en suma.

Cada quien en su lugar, Uslar y Cabrujas, a pesar de sus diferencias estéticas, se funden, por románticos ambos, en una perspectiva pesimista de lo venezolano. Por encima de apariencias, posición política, biografía y méritos personales, que ambos tienen de sobra, poseen un sentido común que los hace hiper-críticos frente a lo que hemos sido y extremistas en relación a lo que fuimos o a lo que podemos llegar a ser: un paraíso.

Para muestra dos botones. Uslar afirma que, «construida con petróleo transitorio se alza en Venezuela una nación fingida. De calidad tan transitoria como el petróleo con que está construida esa apariencia. No más verdadera que una declaración de teatro». Cabrujas por su parte, hace decir a Guzmán, uno de sus personajes de El Americano Ilustrado: «¡Brindemos entonces! ¡Por el nuevo ministro de Asuntos Exteriores! ¡Y digo asuntos exteriores porque un país como el nuestro, en el caso de que lo sea, no puede tener relaciones exteriores sino asuntos exteriores! (Ríe)».

Esta visión pesimista y desdeñosa de nosotros mismos ha tenido una terrible influencia en las formas como se ha entendido y ejercido el poder a lo largo de toda nuestra existencia como nación. El poder y la urdimbre social que lo acompaña se han organizado como vehículo para administrar la Conquista, la Colonia, la emancipación, el botín, el caudillo, el gendarme necesario, los andinos en el poder, el ideal nacional, los partidos políticos, la Gran Venezuela o la Revolución Bonita, también conocida como el Socialismo del Siglo XXI, invasiones todas. Aquí adentro y en el exterior, se nos concibe como país de tres patas, a saber, geografía, caudillos y petróleo. Alguna que otra batuta, flauta, guante o bate de béisbol, sobresalen pero individualmente, carentes de raíz social más allá del pasaporte que les da identidad. Éxito personal de lotería, y por qué no, de esfuerzo.

Y en este sentido, Uslar y Cabrujas no hicieron sino reproducir y multiplicar ese arquetipo satanizado y definitorio de lo que supuestamente somos. Y como prefiero la obra al obrero, digo que su huella no ha sido ni la que ellos mismos esperaban, que era la de retratarnos, cada quien en su estilo, para que pudiéramos salir del laberinto. Más bien nos hemos ido convenciendo de que así somos para justificar nuestras derrotas y embaular nuestras crisis.

Valdría la pena detenerse a valorar estos detalles para que la Sexta República, la que vendrá, no sea idéntica a las anteriores.

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