Opinión Nacional

Impertinente

El adjetivo “impertinente” es definido por el DRAE de la siguiente manera: “1. adj. Que no viene al caso, o que molesta de palabra o de obra. Apl. a pers., u. t. c. s. 2. adj. p. us. Excesivamente susceptible, que muestra desagrado por todo, y pide o hace cosas que están fuera de propósito. U. t. c. s. 3. m. pl. Anteojos con manija, usados por las señoras”.

El Diccionario CLAVE es un poco más preciso: “impertinente. 1. Adj/s. Que molesta porque resulta inadecuado o poco oportuno. Eres un impertinente y deberías tener más respeto a tus mayores. 2. Anteojos con una varilla larga y delgada para colocarlos debajo de los ojos: Mi abuela usaba los impertinentes en el teatro para ver de cerca a los actores (…)”.

El Diccionario de uso del español de América y España va un poco más allá, y agrega una acepción de uso muy frecuente: “1. Que no es adecuado u oportuno en un momento o una ocasión determinadas: Tal trámite puede resultar perfectamente prescindible y aun impertinente. Tal vez no sea impertinente un examen panorámico de lo que psicológica y socialmente son los hombres que en nuestro siglo hacen la ciencia (…) 2. (persona) Que resulta molesto por sus exigencias o peticiones: El cliente, muy impertinente, entretuvo un buen rato a la empleada. 3. (persona) Que habla u obra con descaro, atrevimiento y falta de respeto que resultan molestos: Su ingenio no conseguía hacer que se le perdonase su grosería, y un ocurrente poco educado se convierte en un impertinente. 4. Impertinentes. Anteojo provisto de un mango para sujetarlos, usados principalmente por mujeres. (…)”.

Generalmente el adjetivo “impertinente” se aplica a personas. Se trata de un comportamiento inapropiado, nada cónsono con las circunstancias en que se produce. Puede ser un acto de carácter material o solamente moral. A menudo la impertinencia está en el lenguaje: “Lo impertinente no está en lo que dice, sino en cómo lo dice”.

También es aplicable el adjetivo “impertinente” a los actos de quienes así proceden: “Esa persona tiene una actitud impertinente”; “La decisión del Tribunal Supremo de Justicia fue muy impertinente”.

“Impertinente” deriva del vocablo latino “impertinens, entis”. Antónimo de “impertinente” es “pertinente”.

GALIMATÍAS

“Galimatías” es una de esas palabras cuya morfología, curiosamente, las hace parecerse a lo que significan. Según el DRAE un galimatías es “1. m. coloq. Lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas. 2. m. coloq. Confusión, desorden, lío”.

El Diccionario del español actual, de M. Seco, O. Andrés y G. Ramos precisa aún más la definición y da ejemplos: “galimatías. 1. Cosa incomprensible, especialmente por el modo confuso en que se expresa. Laforet: ‘Me escribe una serie de galimatías (…) explicándome que el amor a Cristo es sacrificio y entrega total’. 2. Enredo o confusión. R. Frübeck: ‘La idea de albergar en el mismo teatro la ópera y los conciertos daría lugar a un verdadero galimatías de fechas, y a un tremendo barullo en materia de preparación y ensayo”. Este diccionario, además, registra también el adjetivo “galomático”, que no aparece en el DRAE: “galomático –ca: (raro) De(l) galimatías o que lo implica. Ava: ‘Esta galimática situación en que se mezclan las peras con las manzanas, es un producto provocado y mantenido por los que pretenden enturbiar y retrasar la necesaria reforma universitaria’. J. Cueto: ‘El nuevo truco comercial es la fascinación por lo inexplicable, el morbo de lo galomático, el atractivo de lo abstruso’”.

“Galimatías” es palabra de género masculino invariable en número, es decir, se dice igual en singular y en plural.

En Venezuela usamos “galimatías” más que todo para referirnos a un lenguaje, oral o escrito, incomprensible, en el que suelen usarse palabras altisonantes que esconden, deliberadamente o no, lo que se quiere decir. Otras veces lo galimático surge del mal empleo de vocablos con un significado distinto del que realmente les corresponde. Unas veces el galimatías es intencional, con el propósito consciente de ocultar lo que se quiere decir o de dificultar su comprensión, pero otras veces surge espontáneamente, sin un fin determinado, generalmente por ignorancia de la lengua. En ambos casos el “galimatías” desemboca en lo cómico y lo grotesco.

“Galimatías” nos llega del Francés, y deriva de la expresión griega “kata Mateaton”, alusiva a lo enrevesado de la genealogía de Jesucristo dada por san Mateo en su Evangelio.

CORDURA

“Cordura” es la virtud de los que no son o no están locos, de los que están en su sano juicio y en ejercicio de sus atributos intelectuales. El DRAE define la “cordura” como “1. f. Prudencia, buen seso, juicio. Y del “cuerdo” dice: “1. adj. Que está en su juicio. U. t. c. s. 2. adj. Prudente, que reflexiona antes de determinar. U. t. c. s”.

El Diccionario de uso del español de América y España amplía un poco estas definiciones. De “cordura” dice que es “1. Estado psíquico de la persona que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental: Lo internaron en el hospital para que recuperara la cordura. ANT. Locura”. Y del adjetivo “cuerdo” precisa: “1 [persona] Que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental: El forense diagnosticó que el asesino estaba cuerdo y no sufría trastornos mentales al cometer el crimen. ANT. Loco. 2.[persona] Que tiene buen juicio y se comporta de manera prudente, reflexiva y responsable: El sector más cuerdo del público protestó por el fraude en el que se contó con ellos sin quererlo. ANT. Loco”.

Hay, pues, que distinguir entre la falta de cordura patológica, y la falta de cordura moral o intelectual. En el primer caso se trata de una enfermedad, que aunque se manifiesta de diversos modos, a los que la padecen suele llamárseles “locos” de manera general. Lo mismo ocurre en el segundo caso, en que suele llamarse “loco” –o “loquito”, y hasta “mi loco”, tratando de atenuar la calificación– a quienes actúan de manera impetuosa, irracional o insensata, sin que ello tipifique un caso de insania mental. Desde luego, puede darse, y se da con cierta frecuencia, el caso mixto, en que el individuo padece los dos males: el patológico porque, en verdad, sufre un trastorno psíquico, y el moral o intelectual por su modo de ser intemperante, irracional, insensato, de manera, por ejemplo, de tomar las decisiones más graves y delicadas sin razonar previamente y por tanto sin medir las consecuencias.

A veces la falta de cordura no va más allá de que quien la padezca haga el ridículo o cause risa, incluso benévola, en los que las perciben. Pero hay otras en que se traduce en graves daños a los demás o a las instituciones desde las cuales se actúa.

ALTERNABILIDAD

Manuel Caballero, cuya vocación de historiador no oculta sus inquietudes lingüísticas, habla de “alternatividad” en lugar de “alternabilidad” en relación con el carácter cambiante o alternativo de un gobierno. Su razonamiento es inobjetable: si un gobierno es “alternativo”, pues se alterna periódicamente, lo lógico es que el vocablo que indica esa condición sea “alternatividad”. Si este razonamiento es válido, ¿significa que “alternabilidad” es palabra impropia?. Veamos.

Un gobierno que cambia periódicamente en la persona que lo ejerce es, en efecto, “alternativo”, pues se alterna cada cierto tiempo. Ahora bien, ¿un gobierno de esa característica no es también “alternable”, o sea, susceptible de alternarse en períodos determinados? Obviamente que sí, y su condición de tal la señala el sustantivo “alternabilidad”. En consecuencia, tanto “alternatividad” como “alternabilidad” son válidos para referirse al carácter de un gobierno que cambia periódicamente. El empleo de uno u otro de estos vocablos es potestativo, a gusto del usuario.

Inexplicablemente ninguna de estas palabras está en los diccionarios. El DRAE registra el verbo “alternar”, cuya cuarta acepción se relaciona con la materia aquí tratada: “(…) 4. Dicho de varias personas: Hacer o decir algo o desempeñar un cargo por turnos”. Lo extraño es que, por lo menos “alternabilidad” es de uso frecuente y de no muy reciente empleo. Tampoco “alternable” figura en el DRAE ni en otros diccionarios, aunque sí “alternativo”. “Alternable” sí aparece en el Diccionario del Español Actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, pero en ningún otro de los muchos consultados.

La ausencia de “alternabilidad” en el DRAE y otros diccionarios se debe, sin duda, a la también ausencia de “alternable”, del cual deriva. Pero es de observar que “alternabilidad” es un derivado lógico y natural de “alternable”. Como en otra ocasión señalé, los adjetivos terminados en “-able” generalmente dan por derivación un sustantivo terminado en “-abilidad”. Es el caso de “gobernabilidad”, que figura en la última edición del DRAE como derivado de “gobernable”. Son también los casos de amabilidad, de amable; posibilidad, de posible; estabilidad, de estable, etc.

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