Transporte en emergencia
La irresponsabilidad que durante los últimos años ha caracterizado la gestión urbana en la mayor parte del Área Metropolitana de Caracas hace difícil establecer cuál es el problema más urgente a abordar por la autoridades que elegiremos el próximo domingo: la inseguridad, la recolección y disposición de la basura, la inaceptable precariedad de nuestros barrios populares, la degra-dación y pérdida del espacio público o el creciente caos del transporte.
A este último se le ha comenzado a prestar alguna atención sólo en tiempos recientes, cuando el colapso es una realidad abrumadora. El transpor-te superficial de la ciudad es una suma de irracionalidades, con una enorme cantidad de autos particulares circulando semivacíos (1,2 pasajeros en prome-dio por carro) pero ocupando toda la vialidad, y un “sistema” de transporte co-lectivo ineficiente y anarquizado; el resultado es una enorme pérdida de tiempo, con viajes promedio en torno a 1 hora y velocidades de circulación de 15 km/h. Esa situación, los retrasos en su ejecución y las tarifas groseramente subsidia-das han conducido a la sobresaturación del sistema subterráneo, lo que no sólo reduce su eficiencia sino que además genera situaciones de riesgo: a ciertas horas los andenes de algunas estaciones son copados totalmente por los pasa-jeros de modo que cualquier situación de pánico que pudiera generarse podría conducir a una tragedia de grandes proporciones. La alternativa de impedir el acceso mientras los andenes se despejan, además de ineficiente, se ha de-mostrado inaplicable en la práctica.
Sin pretender colocarlo por encima de los muchos otros problemas que agobian a los caraqueños, sobre todo a los de menores ingresos, es evidente que las próximas autoridades de la ciudad deben actuar con celeridad sobre esta materia. No sólo elaborando a la brevedad posible (¡todos los estudios están hechos!) un plan de transporte para el Distrito Metropolitano y creando una Autoridad Única, sino también tomando medidas coyunturales de ejecución inmediata. La estúpidamente saboteada Pico y Placa es una, pero no la única. Pero ahora no se dispondrá de los ingentes recursos que caracterizaron estos años de bonanza y despilfarro, por lo que habrá que aguzar la inteligencia, fun-ción que en muchos ha atrofiado el vasallaje.