Opinión Nacional

Si Usted Ama a Sus Hijos Regáleles este Libro

Todos los seres humanos que habitan en el planeta Tierra se comunican en dos idiomas universales: la música y la matemática—sin que importen la cultura a la cual pertenezcan, ni el lugar del mundo donde nazcan y vivan—pero el segundo de estos idiomas universales, le causa urticaria a la inmensa mayoría de ellos; especialmente a los niños y jóvenes; pero quienes difícilmente llegarán a culminar felizmente los sueños y aspiraciones de sus vidas, si no lo dominan con comodidad.

Afortunadamente “…desde la décimo novena luna del Ramadán del año 1321” ha estado circulando por el mundo el libro de Malba Tahan titulado El Hombre que Calculaba, que hará que todos sus hijos (hembras y varones) logren aprender; mientras se divierten, las para ellos muy difíciles ciencias de la Lógica y las Matemáticas, al leer como Beremiz Samir—el Hombre que Calculaba—lleva a cabo con una asombrosa exactitud, una diversidad de operaciones matemáticas, que parecían imposibles de llevar a cabo; he aquí una de esas operaciones:

“Donde es narrada la singular aventura de
los 35 camellos que debían ser repartidos entre
tres árabes. Beremiz Samir efectuará una división
que parecía imposible, dejando plenamente
satisfechos a los tres querellantes. La ganancia
inesperada que obtuvimos con la transacción

Hacía pocas horas que viajábamos sin interrupción cuando sucedió una aventura digna de ser registrada, en la cual mi compañero Beremiz, con gran talento, puso en práctica sus habilidades de eximio algebrista.

Nos encontrábamos cerca de un antiguo caravasar medio abandonado [caravasar: posada construida a la vera del camino para abrigo de los peregrinos] a tres hombres que discutían acaloradamente al pie de un lote de camellos.

Entre maldiciones e improperios gritaban poseídos y furiosos:

— ¡No puede ser!
— ¡Esto es un robo!
!No acepto!
El inteligente Beremiz buscó informarse de qué se trataba.

–Somos hermanos–explicó el mayor–, Recibimos como herencia esos 35 camellos y según la voluntad expresada por mi padre yo debo recibir la mitad, mi hermano Hamed Namir una tercera parte y a Harim, el más joven, sólo le corresponde una novena parte. Sin embargo, no sabemos como dividir de esa forma 35 camellos; a cada solución propuesta por uno de nosotros sigue un rechazo de los otros dos pues la mitad de 35 es 17 y medio. ¿Cómo hacer la repartición si la tercera parte y la novena de 35 tampoco son exactas?.

–Es muy sencillo—interrumpió el Hombre que Calculaba–, Yo me encargo de hacer justamente esa división. Eso sí, si me permiten añadir a los 35 camellos de la herencia este bello animal que ¡en buena hora, nos trajo aquí!.

A estas alturas intervine:

–¡No puedo consentir semejante locura! ¿Cómo podríamos concluir nuestro viaje si nos quedamos sin el camello?.

–No te preocupes con el resultado ¡oh gente de Bagdad! –me replicó en voz baja Beremiz–, Sé muy bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás al fin la conclusión a la que quiero llegar.

Fue tal el tono de seguridad con que me habló que no tuve ninguna duda en entregarle mi bello jamal [una de las muchas denominaciones dadas al camello], que, inmediatamente, fue unido a los 35 allí presentes y que serían repartidos entre los tres herederos.

–Amigos míos—dijo dirigiéndose a los tres hermanos–, voy a hacer la división justa y exacta de los camellos que, como ven, ahora son 36.

Y volviéndose hacia el mayor de los hermanos habló así:

–Amigo mío, deberías recibir la mitad de 35, es decir 17 y medio. Por eso, recibirás la mitad de 36, o sea 18. Nada puedes reclamar ¡pues es claro que saliste ganando con esta división!.

Y dirigiéndose al segundo heredero continuó:

–Y tú. Joven Hamed Namir, deberías recibir un tercio de 35, es decir 11 y un poco. Vas a recibir un tercio de 36, o sea 12. No puedes protestar, pues también saliste con una ganancia evidente en la transacción.

Por fin dijo al más joven:

–Y tú, joven Harim Namir, según la voluntad de tu padre deberías recibir una novena parte de 35, es decir 3 y un poco más. Vas a recibir una novena parte de 36 que es 4. Tu ganancia fue igualmente notable. ¡Sólo tienes agradecimiento por el resultado!.

Y concluyó con la mayor seguridad y serenidad:

–Por la ventajosa división hecha entre los hermanos Namir—partición en la que todos tres salieron ganando—corresponden 18 camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado de 34 camellos (18 + 12 + 4). Por eso de los 36 camellos sobran dos. Uno, como saben, pertenece a mi amigo y compañero de Bagdad, ¡otro me toca por derecho a mí por haber resuelto a satisfacción de todos el complicado problema de la herencia!.

–Eres inteligente, oh extranjero—exclamó el mayor de los tres hermanos–. ¡Aceptamos tu repartición con la seguridad de que fue hecha con justicia y equidad!
Y el astuto Beremiz—el Hombre que Calculaba—tomó uno de los más bellos camellos del grupo y me dijo, entregándome por la rienda el animal que me correspondía:
–¡Ahora podrás, amigo mío, continuar el viaje en tu manso y seguro camello! ¡Tengo otro especialmente para mí!.

Y continuamos nuestro camino hacia Bagdad.”

El libro de Malba Tahan, contiene numerosos relatos tan asombrosos y divertidos como éste—y con toda seguridad, ayudará a sus hijos a comprender fácilmente la belleza inherente en el idioma universal de la matemática—y a desarrollar una forma lógica de pensar; la indispensable herramienta que necesitamos todos para ser exitosos en cualquier campo de las ciencias, de las humanidades y de las artes.

Malba Tahan; El Hombre que Calculaba; Caracas: Global Ediciones, S. A.; 1999; páginas 17-20

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