Muerte a las armas
Uno de los textos bíblicos más bellos y sugerentes nos presenta una visión del profeta Isaías donde la luz de Dios llevará a los diversos pueblos a resolver sus diferencias en paz y a fundir sus instrumentos de guerra y muerte para convertirlos en medios de trabajo, cultivo de la tierra y de vida: “… de las espadas forjarán arados y de las lanzas hoces” (Isaías 2,4). La Navidad invita a los cristianos, y a todas las personas de buena voluntad, a mirar las realidades de violencia, guerra y muerte a la luz de esta inspirada invitación, don recibido de la gran tradición espiritual judía.
La visión de una tierra reconciliada y con los instrumentos de guerra y de muerte rescatados para la paz y la vida, choca con la persistente estupidez y maldad humanas de gobernantes y poderosos que siguen construyendo fabulosos y más eficaces artificios de guerra y de muerte. El año 2006 el gasto militar mundial fue de 1,2 trillones de dólares (miles de billones), lo que representa 37% más que en 1997 y el 2,5% del PIB mundial. En pleno siglo XXI la irracionalidad armamentista sigue creciendo, mientras que no se consigue entre todos los países un aporte de 30 millardos para la FAO, organización mundial para la alimentación. Otros programas de solidaridad humanitaria mundial sufren las mismas carencias. Vemos todos los días niños famélicos cargando sobre sus costillas descarnadas fusiles de muerte, mientras no hay escuela, ni agua potable, ni mantequilla para ellos. Cañones, aviones de guerra, submarinos, misiles, bombas sólo mata personas, minas… desfiles que se asemejan a la monstruosidad electrizante de los casi “perfectos” desfiles militares de Hitler.
¿Dónde queda Venezuela en este cuadro de horror y de muerte, más trágico que el Guernica de Picasso? Lamentable y ridículamente se ha entronizado entre nosotros la exaltación de las armas, el lenguaje guerrerista, la destrucción del enemigo interno y la exclusión del vecino que disiente; los presupuestos que faltan en escuelas y centros de salud van para que a algunos militaristas no les falten sus costosos juguetes, ni a los perros de la guerra sus jugosas comisiones. ¿Para qué necesitamos dos o tres submarinos? ¿A quién vamos a enfrentar con una veintena de aviones de guerra mal mantenidos?
Mala es la compra de esas armas a Rusia y también lo sería a EEUU. Si no se van a usar es gasto estúpido, y mucho peor será si alguna vez se usan.
No nos parece mal que los marinos rusos en los rigores de su crudo invierno tengan oportunidad de disfrutar del sol del Caribe en nuestros mares; pero sin caer en la ridiculez de tocar trompetas de guerra ante el gigante militar norteamericano. La conciencia de los venezolanos debe repudiar el negocio de la guerra, la carrera armamentista que se apropia de los recursos que faltan para los más pobres. El arma sólo es un mal menor cuando se utiliza como disuasión defensiva. En los demás casos es un mal mayor y termina en muerte. Los militares sólo son positivos si cumplen con la Constitución y defienden a la sociedad civil.
Pero las peores armas son aquellas ilegales que pululan por miles para matar al vecino con la intención de robarle el carro o un par de zapatos. Acaba de informar PROVEA que en Venezuela en el año último los asesinatos ascendieron a la escandalosa cifra de 10.606. Ante la práctica de azuzar el odio y la descalificación entre nosotros, se hace necesario que la sociedad venezolana exija a gobierno y militares un mínimo de sensatez y transparencia en la compra de armas (sólo las imprescindibles para defender al Estado y a los ciudadanos); hace falta una decidida política de entendimiento con los países vecinos para moderar de manera acordada los respectivos presupuestos militares y eliminar las probabilidades de guerra entre sí.
Sobre todo tenemos que desarmar los espíritus, repudiar el lenguaje y los símbolos guerreristas, destruir las siembras del odio contra quienes piensan distinto y crear una cultura de paz, celebrar con júbilo cada conversión de cuartel en escuela, de tanque en tractor, de submarino atómico en hospital.
El desarmado Niño que nace en Belén nos invita a desarmar nuestros corazones para que el año 2009 sea de vida, de reconciliación y de esfuerzo compartido para una Venezuela más justa y sin violencia.