Algo sobre Antonio Machado
Quizás sea el bardo español de lírica más parafraseada. Sus versos en canciones forman parte de la vida, del quehacer, para quien todo lo que es pretérito es espera. Miembro del la Generación del 98, de talante modernista, sevillano, doctor en filosofía y letras. Comienza su carrera literaria en Francia, cuando se traslada junto a su hermano Manuel en busca de trabajo y se encuentra un París apasionado por la revisión del proceso de Dreyfus, con Zolá a la vanguardia, unido a parnasianos, simbolistas e impresionistas. Conoce en ese entonces a Oscar Wilde, Pío Baroja, y a Enrique Gómez Carrillo. Se topa con Rubén Darío y le asombra que aquel individuo soñoliento y hundido en la soledad, pudiera ser creador de tanta belleza. Darío le corresponde, cuando juzga los versos de Machado como admirables.
De regreso a España en 1905 afirma, hay que vivir y de los versos no se vive, ni se ha vivido nunca. Se convierte en catedrático, es la época para él decisiva, allí nace su poesía más profunda, esos que, “si los suenas, suenan a corazón”. En 1907 publica su libro: Soledades, galerías y otros poemas alcanzando un éxito rotundo. Un día todo cambia para Antonio y aparece ella, tal como había sido en las galerías de sus sueños. Se llama Leonor Izquierdo y tiene una belleza dulce, escorada en dócil gravedad. Estrena otra luz, otro aire junto a la figura de la amada, asoman los campos, en un lenguaje penetrante. Cásase con Leonor en 1909. Pronto emerge su famoso Campos de Castilla, libro que significa la consagración definitiva del poeta y su deslinde del modernismo; Unamuno, Ortega y Gasset, Azorin, grandes firmas de la época se ocupan de él. Pero la desgracia tañe su vida con la enfermedad de Leonor, Machado se encierra, y no hay nada que lo saque de él. Hasta que ella muere; el poeta otra vez solo, deshecho el corazón, aguanta…Huye, los días son plúmbeos, sin sentido, sigue pensando en ella. Pasan los años. De Baeza, donde atenúa su duelo, se traslada a Segovia, mientras ha leído y meditado mucho, nacen nuevos poemas y al proclamarse la Republica es conducido al Instituto Calderón de Madrid. El cambio en nada influye en sus costumbres, la lírica era su vida y no la abandona en ningún instante, escribe y lee. Se siente viejo con sesenta años y afirma:”Soy viejo y enfermo…son muchos años para un español”. Estalla la Guerra Civil Española y se va a Valencia. En 1937 publica La guerra y colabora con La Vanguardia, periódico republicano. Espeta en momentos de dolor “Los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva”. En 1938 sigue el panorama sombrío de la guerra y va a Barcelona acompañado de su madre y de su hermano José. Cada vez, más viejo y más enfermo, aguanta privaciones en un ejemplo de suprema dignidad. Observa la guerra con pesimismo sin pensar que su final estaría en Francia. De nada sirve que otros piensen por él.
Llega su destierro ¡Tantas veces temido! Cuando ya no hay nada que hacer. Sin bagaje ni dinero alcanza a Cerbére, desvalido el poeta, como un niño, de regreso al pasado lejano que, abrigo su niñez. De Cerbére es trasladado a Collioure, donde una madrugada nebulosa de Febrero de 1939 muere uno de los más altos poetas españoles de nuestro tiempo. Partió como los hombres de la mar cumpliéndose la profecía de su libro más profundo y límpido: Campos de Castilla “Ligero de equipaje/casi desnudo, como los hombres de la mar”
Antonio Machado en todo su itinerario tiene un contorno poético puro y de largo recordar, en él las fechas pasan a ser signos imaginarios. Registra sólo dos fechas en su Nota autobiográfica, cuestiones intranscendentes en quien pregunta, oteando el nacer del nuevo siglo: ¿Siglo nuevo? ¿Todavía llamea la misma fragua?/ ¿Corre todavía el agua/ por el cauce que tenía? Como decía Walt Withman: Son los poemas de un hombre, en nuestros dedos no descansan unas hojas, sino que tiembla un hombre. O como lo vio Rubén Darío, convirtiendo en luz la propia bondad íntima.