“Retardado mental”: insulto inaceptable
Un nuevo atropello contra las personas con discapacidades acaba de producirse: el Presidente de la República ha usado el término “retardado mental” para insultar a un funcionario extranjero.
Las personas con discapacidades son las más vulnerables frente al prejuicio, la intolerancia, la ignorancia y el desprecio por los derechos humanos. En el universo de los llamados “indeseables” por su raza, etnia, color, nacionalidad, religión, género, preferencia sexual, creencia política, entre otros condicionantes, la persona con discapacidad es la que sufre las peores consecuencias: discriminación, acoso, abandono, aborto selectivo, homicidio, lesiones, eugenesia, eutanasia, torturas, violaciones, burlas y abusos de todo tipo. De hecho, linchamientos y conductas de limpieza social empiezan por los más débiles e “indeseables”: sobran los ejemplos históricos que lo demuestran, desde la pena de muerte hasta las matanzas nazis.
Dentro de las discapacidades mentales, el retardo mental es el más usado para insultar a quien se desprecia y a quien se le tiene rabia. Ejemplo de ellos son los términos: idiota, imbécil, atrasado, estúpido, gafo, bruto, bobo, tonto, mongólico y todo lo demás.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos …” Como padre de un ser humano que tiene como condición esa discapacidad mental, no puedo sino exigir respeto por los derechos humanos de mi hijo, y por l@s hij@s de muchas personas que adolecen de lo mismo, tanto de Venezuela como del mundo.
Lo grave de ese evidente desprecio hacia estas personas especiales es que esas denominaciones se contagian por modelaje negativo del mal ejemplo y, si quien habla es un “líder” sus seguidores se pueden dar el permiso de usar el término de forma generalizada. Asimismo, pueden creer que es moral y legalmente posible hacer cualquier otra cosa contra ese “indeseable”. El estigma de un calificativo como ese es una marca que no se borra fácilmente de las mentes discriminadoras y prejuiciadas. La herida que padece la persona especial es indeleble. Es el efecto de una injuria.
Exijo que se detengan los insultos y que no se ofenda más a quien tenga discapacidades. Cualquiera que sea, ciudadano Presidente. Como funcionario público que usted es, tiene el deber ineludible de rectificar y dignificar a las personas especiales.
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