Estos no tienen precio…
Las madres que han perdido un hijo en manos de la permisiva violencia que ha generado este gobierno. Los militares que han tenido que bajar su cabeza ante las órdenes de personal cubano. Las familias que tuvieron que pedir prestado para arreglar su nevera y su televisor, dañados en un apagón. Los venezolanos que confiaron su voto en líderes de la oposición venezolana y han visto con sus ojos como se desconoce esa voluntad popular. Los familiares de presos políticos que se preguntan cada día por que no está presa Lina Ron o los integrantes de La Piedrita. Los que compraron y pagaron, con los ahorros de su vida, un local en Sambil de La Candelaria y ahora ven arruinado su esfuerzo bajo los efectos de los caprichos de un presidente. Los obreros accionistas de Sidor, que sufren la pérdida de valor de sus dividendos y su patrimonio por culpa de un estado que maneja con ineficiencia su empresa, la misma que hacía dinero cuando estaba manejada por un grupo argentino, al cual expropiaron. Los que sufren la falta de agua, por las imprevisiones de este gobierno. Los que no entienden porque regalamos dinero afuera, cuando los empleados de las universidades no han cobrado sus dineros. Los médicos que reciben sueldos míseros, al tiempo que pagamos cubanos dolarizados. Los finqueros y sus peones, que perdieron sus propiedades y ahora dejaron de ser fincas productivas. Los obreros estatales, que ven con indignación como este gobierno burla sus contratos sindicales y niega la discusión de los vencidos. Los obreros de la empresa petrolera, que desde adentro perciben el deterioro institucional y la pérdida de capacidad operativa de la que fuera un ejemplo mundial de organización. Los empleados y obreros del complejo Hilton en la isla de Margarita, que de antemano saben como se perderá su capacidad de progresar, ahora que el gobierno le puso la mano a la operación. Los técnicos del Banco Central, que ven con sorpresa como se desprecian sus informes y recomendaciones en manos de políticos sin preparación. Los empleados y obreros de las gobernaciones y alcaldías, que conocen con exactitud de las maniobras de el gobierno central para no entregar el dinero que paga sus nominas y produce las obras en bien de la comunidad. Los maestros y profesores obligados a cambiar la noción histórica y la enseñanza, bajo un nuevo perfil socialistoide llamado a cambiar las conciencias de las futuras generaciones. Los que dedicaron sus vidas, su esfuerzo y su compromiso a hacer grandes a las compañías procesadoras de café, que ahora el estado tomó para si. Los trabajadores de la Maternidad, de los Hospitales públicos y en general del sistema de salud, que ven cada día como se sigue deteriorando la capacidad de respuesta del sistema, sin que este gobierno pareciere importarle en lo más mínimo. Los que ahora añoran a sus familiares, que buscaron refugio en otras tierras huyéndole a esta incapacidad manifiesta de producir progreso y calidad de vida. Los que saben como se ha perdido dinero en esta nación, malgastado en equipos bélicos rusos que yacen arrumados listos para ser convertidos en chatarra. Los que alguna vez trabajaron en Radio Caracas Televisión o en alguna de las emisoras de radio que el gobierno decidió cerrar, para apagar sus disidentes voces. Los funcionarios de carrera diplomática que observan los desmanes que hacen los políticos en el manejo de las relaciones de estado. Los artistas, cuyo trabajo no se corresponde con el pensamiento comunistoide y por ello perdieron todo apoyo del estado. Los millones de usuarios del Metro, que han visto el giro que ha tomado la empresa y soportan todos los días la ineficacia en el manejo de su único y necesario medio de transporte. Los que pierden su sábado para buscar arroz, caraotas y pollo, en largas colas al más propio estilo cubano. Estos votos no tienen precio, no se compran con mentiras ni con promesas.