José Vivenes: Fábulas políticas en el arte
José Vivenes expone Szpacio Zero sus impactantes metáforas visuales desde el 11 de marzo.
Cerdos y cochinos antropomórficos:
Vivenes utiliza el cochino como uno de los animales metafóricos para representar, la pérdida de valores promovida por el régimen como la intolerancia, la violencia, la censura, la sumisión, el bachaqueo, la escasez, el temor, la traición, el fanatismo en sus dibujos trazados en tinta china sobre mapas topográficos de Caracas, realizados con pinceladas rápidas y precisas, y haciendo uso de la mancha para crear una tensión entre la figuración y la abstracción. El cerdo se hace presente en esta serie en piezas como El Mito en su Exégesis, 2017, y el Símbolo antecede al Mito, 2017, dibujos que se convierten en un punto de reflexión, vinculado a la crítica de la novela de George Orwell (1903-1945) Rebelión de la Granja (1945), donde un cerdo se convierte en el tirano, y su especie en la clase dominante para deformar los valores de igualdad, que motorizaron la rebelión. Critica al socialismo y al estalinismo, que se convierte en universal por sus mordaces señalamientos.
Dentro del budismo, el cerdo simboliza el desenfreno de los deseos, psicología que hereda del hinduismo. Representa por tanto la lujuria, el egoísmo, la sexualidad, la vanidad, la ignorancia, todo aquello que para esta visión del mundo nos encadena a lo más bajo del ser. Y que hace que lo sublime se trasforme en intrascendente, la paz en violencia, el conocimiento en ignorancia. Es la representación del oscurantismo y la bajeza, dinámica vinculada a la parábola bíblica de las perlas echadas a los cerdos, imagen de que las verdades espirituales no deben ser dadas a los indignos; citando a Heráclito, Clemente de Alejandría escribe:”el cerdo goza en el fango y en el estiércol”, por ello se prohíbe la carne del cochino en el Islam y el judaísmo. Sin embargo entre los vietnamitas, el cerdo es signo de la abundancia, sentido que también es compartido por los egipcios, significados que se alejan del sentido que les transmite Vivenes, usa al cochino para representar la perversión de los ciudadanos en las diversas instituciones del Estado; asume connotaciones negativas, vinculadas a la mitología política de G. Orwell, lo cual reafirma en el ensamblaje Ideales, 2017, donde sobre una tablero de ajedrez, que como juego está relacionado al azar, y es ese el destino incierto que se cierne sobre Venezuela, para reforzar este sentido ubica la pata de una mesa con una rueda que transmite una inquietante sensación de desequilibrio e incertidumbre. En cuyo vértice se encuentra el rostro de un busto de Bolívar, enmascarado con parte de un hocico de cochino. Materializa este ensamblaje, la ignorancia, y la incapacidad de esta generación de héroes de tener un pensamiento crítico ante la filosofía de la Ilustración y el marxismo. Lo que ha llevado a esta joven República a ser incapaz de asumir un destino enraizado en su historia, y no en la quimera caudillista.
Ratas humanizadas:
Los roedores son parte de esta iconografía, se adaptan a las circunstancias más extremas de sobrevivencia. Existen en los despojos, en la basura, en los desechos, se caracterizan por su suciedad, desorden, mal olor, habitan lugares oscuros, subterráneos y cloacas como actualmente ha ocurrido con algunos venezolanos. De ahí la presencia de este animal en este lenguaje plástico. Idea que se expresa de manera clara y contundente, en el plano de Caracas, sobre el que son pintadas dos ratas, en la obra Dos cosas unidas en una misma idea, 2016.
Paradójicamente el roedor tiene significaciones opuestas en Asia, pues es considerado un animal de buen augurio, en Japón donde es asociado a la riqueza, y en lugares como China y Siberia es su ausencia signo de inquietud. Pero en Occidente, su simbolismo se asocia a la avaricia, el parasitismo y la miseria; y para Homero, uno de los nombres de Apolo es Sminteo, derivación de la palabra rata, animal que propagaba para los griegos la peste, y destruía las cosechas. Estos significados los asume el artista como símbolos del proceso de demolición de una nación. Tal como se evidencia en la serie de collages de gran formato. Sus significaciones están materializadas en su obra Actuante, 2017, representan la pérdida de valores, de identidad, y la calidez del venezolano, que se convierte en un ser débil moralmente. Esto se convierte en trazo en la obra Irreversible Cotidianidad, 2017, donde un ser antropomorfo, un hombre-rata está sobredimensionado, y la técnica que empleó el artista se hace eco de los hábitos del roedor, en el uso particular que hace del collage, al pegar lo dibujado, y al secarse arrancarlo violentamente. Para dejar huellas que deja en la superficie de la obra, que parecieran los mordiscos de la rata tras roer las etiquetas de papel. Es este un símil de la boliburgesía que se ha dedicado a enriquecerse por la corrupción, la destrucción de la institucionalidad y de la economía venezolana. Este lenguaje plástico, al hacerse eco de las hábitos del roedor, y del caos que dejan las huellas de sus mordidas en los papeles que roe, dejan un mantos de caos similar a los despojos de parte de la población de venezolana, que se alimentan de los basureros de la calles de las urbes.
La rata en este lenguaje visual, es un arquetipo del venezolano pervertido, deformado por el contexto socio-cultural dominado por un populismo socialista. Al ver el inicio de esta serie en el taller del artista a mediados del 2016, las primeras capas de estas obras de papel eran laberintos, sobrepuestos, cortados sobre el papel que emanaban caos, y oscuridad. Parecían un tributo a Goya. Negaban ante todo el orden, la luz, la armonía, la paz, la empatía social, valores añorados por todo país civilizado. Al terminarlos provocan en el otro una reflexión que puede llevar a un cambio de conciencia, que lo convierta en actuante de su destino.
La fotografía en Actuante:
En la Balsa de Bello Monte, hay fotografías referenciales que determinan obras como el cuadro titulada Fauna Social, 2016, está inspirada en una fotografía de la serieRelaciones Paralelas de Luis Brito (1945-2015). Imagen de un pájaro caído, símbolo de la libertad, la ligereza, la espontaneidad, lo lúdico, la gracia golpeado y asesinado por un choque con un objeto de la urbe. El amarillo vibrante propio de la pincelada del artista, contrasta con el cuerpo oscuro del ave, un delgado rastro de sangre se desliza por su cuerpo. Uno de los iconos visuales de Nelson Garrido (1952), también están presentes en esta figuración metafórica de Vivenes, en las diversas series fotográficas centradas en el cochino, uno de los temas predilectos de este controversial artista. Al igual que los ajusticiamientos en Vietcong, fotografiados por Eddie Adams, ganador del premio Pulitzer en 1969. Otra imagen vital para acercarse a los secretos estéticos de esta serie, es la Morgue de Bello Monte, del reportero de sucesos Alex Delgado, publicada en el 2010 por el diario El Nacional, que provocó el cierre del periódico, al de igual que el del Tal Cual. A raíz de ello se prohibió publicar imágenes de violencia explícita en los periódicos, no es casual que esta imagen apocalíptica tenga la atmósfera de la novela de Joseph Conrad (1827-1924), Corazón de Tinieblas. Es de hacer notar que en ese momento, la imagen haya provocado tal impacto, y es ésta una de las fotografías que tiene como referencia de la pieza “Rosario Alfabético”, (2016-2017). La cual tiene a su vez como asociación visual uno de los cuadros más conocidos de Occidente, ícono del Romanticismo laBalsa de la Medusa, 1818, de Gericault (1791-1824), el contenido de la pintura describe a 147 náufragos de los que solo sobrevivieron 15, los otros desaparecidos al suicidio, el homicidio y el canibalismo.
En este collage, se perciben manos a la deriva, cuerpos sobre cuerpos, desordenados como si estuvieran flotando en el embravecido mar, hinchados, deformados, lanzados cual basura que prefiguran las hambruna silenciada que nos corroe…
Cada una de estas piezas contiene un grito silencioso de indignación. La ironía está presente en las instalaciones, como la de Dimensión Estereotipada, 2017, donde de un carro de juguete, figuras de miniaturas disparan a un pollo. Este humor negro también se materializa en los ensamblajes creados por el artistas, como es el busto fantasmal, hecho con la materia prima de libros apilonados y pegados a los que el creador dio forma con una aserradora, para transmitir esa noción de intoxicación intelectual, de los políticos, y vanguardias de la cultura que nos llevado al peor laberinto histórico de Venezuela, y a su vez señalar la ignorancia y pasividad que nos ha llevado a esta revolución bonita. Existe en la muestra otro ensamblaje, donde recrea el artista esta idea desde otra perspectiva, con el apilamiento de la edición de las obras completas de Simón Bolívar pegadas como ladrillos, pues el pensamiento bolivariano se ha convertido en eso, en una realidad inerte y justificadora del totalitarismo, de ahí el bozal de la cabeza del muñeco con forma de zombi, que se ubica en la cúspide de esta escultura. Y que está también asociado al dicho popular “Bozal de Arepa”, una manera cotidiana de afirman la pasividad del otro. Tienen estos ensamblajes el sentido que le da Anselm Kieffer (1945), a sus instalaciones de libros de plomo, guiados por la idea de que la memoria debe preservarse para poder asimilar las tramas de la historia. Pues el olvido es uno de las principales tragedias de nuestro devenir.