Opinión Nacional

912.050 KM2, Planetas cuadrados y dictaduras buenas

912.050 Km2 era el área correspondiente al territorio de Venezuela, tal como nos obligaban a aprender de memoria en la escuela, al caletre, igual que las tablas de sumar, restar, multiplicar y dividir, los nombres de los Estados y, por lo menos, sus capitales. Aquella larga cifra brotaba automáticamente de nuestro cerebro, sin esfuerzo, que ya lo habíamos hecho al tratar de fijarla como tatuaje indeleble en nuestras infantiles mentes desde el inicio de la escuela primaria. Hasta comienzos de la década de los noventa en el pasado siglo 20, cuando los avances en Geodesia, apoyados en la tecnología de punta surgida de las imágenes satelitales y los cálculos hechos por computadoras, permitieron establecer con exacta precisión los límites con Brasil, resultando de ello una ganancia en territorio, que elevaba la cifra de nuestra superficie a 916.445 Kilómetros cuadrados.

Lamentablemente, a esta modificación no se le dio la debida promoción y mucha gente quedó sin enterarse, fuera de los círculos especializados en las Universidades y las entidades vinculadas al quehacer geográfico. Uno de los hombres más cultos del país, José Ignacio Cabrujas, en uno de sus últimos artículos, asignó a la superficie venezolana los 912.050 Km2 que aprendió de memoria en su infancia, cuando ya se habían sumado esos 4.395 Km2 que ganamos gracias a la nueva visión geodésica. Sin embargo, seguro todavía podemos encontrar a personas que repiten el caletre anterior, ajenas al cambio ocurrido, muy probablemente por falta de lecturas y actualización en el tema.

Este específico conocimiento no conduce a radicales cambios en la ideología y, en consecuencia, en la conducta. Quien, luego de más de una década de vigencia de la nueva cifra -916.445 Km2- mantenga en su memoria exclusivamente la cifra anterior, no va por ello a comportarse de forma inadecuada con respecto a su actitud política y social en general. Otros conocimientos, surgidos de los avances de la humanidad, sí han provocado notables y muy profundos cambios en la mentalidad y, por ello, en la conducta grupal e individual de los conjuntos sociales. La información modela nuestra ideología y con ello nuestro comportamiento, individual y grupal.

El descubrimiento del continente americano destruyó la errónea convicción de que la Tierra era plana, las evidencias sobre los movimientos de rotación y traslación de los planetas, el nuestro incluido, hicieron imposible mantener la teoría geocéntrica que sostenía que hasta el Sol giraba en torno a nosotros. Crece el conocimiento acerca de la estructura de nuestro planeta con su núcleo, el manto, la corteza y la atmósfera, así como la directa conexión con la actividad humana, su explotación de los recursos naturales renovables y no renovables, y los efectos perjudiciales de la sobreexplotación y nuestros desechos, sobre los mares, ríos, acuíferos, la flora, la fauna (nosotros incluidos). Saber de la redondez, pequeñez y fragilidad del globo que habitamos, necesariamente genera en una cantidad cada vez mayor de personas, en el mundo entero, la conciencia de nuestra responsabilidad hacia el futuro del planeta, y se producen cambios de actitud, movimientos grupales, que llegan a producir compromisos nacionales, tímidos o profundos, que hacen aflorar en grandes conglomerados sociales comportamientos distintos, respetuosos del ambiente, sinceramente ecológicos, que gradualmente nos conducen hacia un mundo respetuoso de los factores naturales, enemigo de la tala de bosques y selvas, opuesto al consumo de drogas dañinas, que trata de revertir el efecto invernadero mediante la prohibición del uso de los gases que reducen la capa de oxono, y la regulación o erradicación de los procesos industriales más nocivos. Esa nueva actitud frente a la naturaleza y a nosotros mismos, surge del conocimiento, de ver lo que antes estaba oculto o era una versión de la verdad que ignorábamos, la verdad que ahora manejamos responsablemente.

En la Historia de las sociedades también han existido versiones equivocadas o deformadas a propósito, a conveniencia de los que detentan el poder o pretenden llegar a controlarlo, dado que revelar la verdad sobre ciertos hechos produce una evaluación diferente del contexto en que ocurren, y en consecuencia pudiera generar substanciales cambios en la praxis sociopolítica de quienes, al conocer la realidad, pueden rechazar lo que antes respaldaban, basados en la versión aberrada creada a conveniencia. La noción romántica que a nivel planetario le ganó simpatías y militantes a la supuesta utopía que se gestaba en la gloriosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, debió finalizar en 1956, cuando Nikita Jrushov denunció públicamente los crímenes de tipo genocida que practicó la Nomenklatura de la URSS bajo las órdenes del “padrecito” Stalin. Sin embargo, faltaban décadas para que la Globalización lograra que cualquier hecho fuese noticia -en texto e imágenes- en instantes y en todas partes, y los intereses partidistas de los grupos e individuos patrocinados por la URSS y China, no permitirían que la horrorosa verdad del Socialismo Real desplazara la edulcorada versión que seguían proyectando los manuales y las revistas soviéticas y maoístas que gratuitamente se distribuían entre los incautos en busca del Paraíso terrenal.

Así como un mueble de madera puede parecer hermoso y robusto, para hacerse trizas en cualquier momento, víctima del comején que carcomía sus entrañas, así colapsó en 1989 aquella aparentemente atractiva y fuerte Unión de Repúblicas Socialistas que el Soviet Supremo había estado carcomiendo desde que suplantaron los principios nobles que motorizaban sus inicios, por las aberraciones de los caudillos y sus cómplices, ávidos de poder y riquezas. Mao y Stalin cayeron de sus falsos pedestales.

Lo esencial que quiero resaltar es la permanencia de esas medias verdades o truculentas mentiras, a través de los años, en los periódicos, programación de Radio y TV, así como en la información que se maneja en Foros, Cursos y conversaciones de tipo informal. Esa sospechosa conducta de los medios y comunicadores de mantener en un limbo ciertas informaciones, permitir que se siga tergiversando la realidad durante demasiado tiempo, para favorecer quizás la parcela ideológica con la cual se identifican, contribuyendo con su irresponsabilidad a que mantengan vigencia las versiones que son favorables a los intereses de los grupos que se benefician de estas medias tintas. Los nacidos a partir de 1970 no tuvieron el acceso que merecían a la información sobre las invasiones a Hungría y Checoeslovaquia, 1956 y 1968 respectivamente, mucho menos a la denuncia de los crímenes del estalinismo, o la revolución cultural china, lo que los hace vulnerables ante los cantos de sirena de los “socialistas del siglo 21”.

Por nombrar otro caso, hace 36 años ocurrió el golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende en Chile. La información hace énfasis en la innegable crueldad y prepotencia de los militares comandados por Pinochet, pero no es objetiva y completa en lo referente al comportamiento previo al golpe, de la extrema izquierda (integrada no sólo por chilenos, talibanes de muchos países le echaron leña al fuego que produjo la reacción de la extrema derecha civil y militar), y a la específica muerte de Allende.

Ha circulado profusamente la versión de su asesinato, como si hiciese falta agregar maldad a la fechoría del golpe militar de septiembre del 73. Desde entonces hasta hoy han mantenido, faltando a la verdad y a la objetividad periodística e histórica, la versión ideológicamente conveniente del asesinato, cuando en realidad Allende se suicidó en La Moneda, rodeado de sus guardaespaldas. Apenas hace unos días, el 12 de agosto, salió una información de Marcela Valente, IPS (Tal Cual pág 24) donde aparece “Ese día Allende es asesinado y las víctimas de la dictadura de Pinochet se contaron por miles”.

Es muy evidente la intención de mantener el mito del asesinato y de paso achacárselo a Pinochet, lo cual no coincide con la realidad de lo sucedido, pero es muy conveniente a los intereses de esa ultraizquierda que adultera lo sucedido buscando ganancia política, aunque distorsionen la Historia (que solamente pudiera darles la razón si Allende hubiera sido asesinado por uno de sus acompañantes, versión que circula y, qué ironía, es reforzada por ese terco empeño en ocultar la verdad de lo ocurrido aquel
11-S)

A pesar de que la Verdad los deja muy mal parados, estos marxistas narcisistas, estalinistas reencauchados, persisten en darle la espalda y mantienen sus versiones con los hechos adulterados a conveniencia. La Iglesia es una institución milenaria, y por ello mismo reacia a los cambios, lenta para evolucionar. Sin embargo y aunque muy tarde, a través del Papa Juan Pablo II en los años 80 pidió perdón a Galileo, por haberlo puesto a escoger entre su propia ejecución o la negación de que la Tierra era redonda y rotaba en torno al Sol. Durante la presidencia del presidente Carter, los Estados Unidos ofrecieron disculpas al médico injustamente acusado de complicidad, quien cumpliendo su deber y amenazado con un arma, atendió la pierna herida de John Wilkes Booth, asesino del presidente Abraham Lincoln el 15 de abril de 1865. Nuestros revolucionarios de pacotilla, ajenos al remordimiento y opuestos a reconocer sus equivocaciones, tercamente aferrados a su particular interpretación del Marxismo, jamás van a denunciar los graves crímenes contra la humanidad cometidos por todos y cada uno de los regímenes bajo el estandarte del socialismo marxistoide, ni la contradicción que existe entre la denominación de socialismo del siglo 21 y la vergonzante dependencia y sumisión a favor de la dictadura que mantiene a Cuba en el mayor de los atrasos y el más absoluto fracaso de la utopía de la Igualdad y la Justicia, que permanecen bajo el férreo yugo de la Nomenklatura castrista desde el 1º de enero de 1959, del siglo 20. Las verdades sobre los golpes militares del 92, la masacre del 11 de abril del 2002, la promoción de la violencia e inseguridad que nos azotan, así como la maraña de hechos de corrupción que ocurren bajo el manto de la revolución bonita (pero armada), algún día serán mostradas en toda su desnudez.

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