Lo peor de dos mundos
Informaciones de estos mismos días ilustran dramáticamente el abismo en el cual se precipita nuestra capital: ella se ha convertido en la 15ª ciudad más cara del mundo, por encima de Londres, Los Ángeles, Roma, Madrid y otras metrópolis indudablemente dotadas de mucho más charme. Sao Paulo, con una población siete veces mayor y una dinámica internacional de negocios incomparablemente superior a la de nuestra cada vez más provinciana capital, se coloca 57 posiciones más atrás. Pero lo más alarmante es que al evaluar la calidad de vida ella aparece rezagadísima, en la posición 156, contrastando con otras ciudades como Ginebra, Milán o Singapur que, si es verdad que clasifican entre las más caras, también clasifican entre las de mayor calidad de vida. Pero también entre las ciudades latinoamericanas hay una compatibilidad razonable entre costo y calidad de la vida: una lógica elemental (de mercado, desde luego, con la venia de los abnegados economistas bolivarianos) nos dice que es coherente que una ciudad con alta calidad de vida sea cara, de modo que Caracas aparece como una paradoja difícil de explicar: ¿cómo es posible que una ciudad tan insegura (los más altos índices de homicidios de toda América Latina), con un tráfico colapsado y medios públicos de transporte cada vez más precarios, donde los más nobles espacios para la cultura se han convertido en salones de actos del partido de gobierno y los otrora prestigiosos museos se hunden en la decadencia o simplemente desparecen, ahogada en la basura y el desorden, hambrienta de espacios públicos dignos, se compare en costos con París y Oslo y supere a San Francisco, Berlín y Chicago? ¿Cree alguien que la vida cultural o los simples espectáculos de nuestra alicaída metrópoli puedan compararse con lo que ofrecen no ya las grandes ciudades de Europa y Norteamérica sino nuestras vecinas Ciudad de México, Buenos Aires o Santiago de Chile? ¿No nos dice nada que el Festival Internacional de Teatro nacido en nuestra ciudad brille desde hace varios años en Bogotá?
No enfrentamos un problema sencillo; por el contrario, se trata sin duda de un dilema complejo que no acepta respuestas simples ni lineales y que es muy difícil de despejar en una columna periodística, pero nos atreveremos a decir que refleja el caos sin precedentes en que está sumergida nuestra sociedad: una sedicente revolución que ha alimentado una corrupción que supera los más escandalosos récords del pasado, a la sombra de la cual prosperan como nunca antes la ineficiencia y una desvergonzada casta de nuevos ricos. De algún modo Caracas, como toda capital, ha sido siempre un retrato bastante fiel de la nación por lo que podemos concluir que, en último análisis, la paradoja caraqueña resume lo que es el “socialismo del siglo XXI”: lo peor de dos mundos.
