Los ‘ojitos lindos’ de Robespierre
El 14 de Julio se celebran en Francia y en todo el Occidente democrático los históricos acontecimientos de La Toma de La Bastilla, vino a mi mente el papel protagónico de dos de los personajes emblemáticos de aquellos entonces: El Incorruptible Robespierre y el Rey de Francia, Luis XVI . La historia ‘menuda’ da cuenta de dos encuentros, breves pero intensos de estos dos personajes, encuentros que estuvieron protagonizados por sendas miradas de uno y otro, que la historia formal nunca ha considerado trascendente, pero que hoy los venezolanos podemos darle una interpretación ‘aleccionadora’.
Maximilien François Marie Isidore de Robespierre fue apodado «El Incorruptible» por su dedicación a la Revolución Francesa y por su resistencia a los sobornos. Fue, por supuesto, uno de los más importantes líderes de la Revolución Francesa, que a través del Comité de Salvación Pública, gobernó de facto durante el periodo en el que los revolucionarios consolidaron su poder. Fue la etapa denominada como Reinado del Terror y a pesar de su posición centrista y defensora de La República, Robespierre fue guillotinado el 28 de julio de 1794 junto a 21 de sus seguidores.
Casi nadie conoce que siendo un joven estudiante de apenas 17 años del Liceo Louis-le-Grand, leyó un discurso en latín para el Rey Luis XVI cargado de loas y honores. Habían transcurrido apenas unos pocos días desde su coronación y el Rey efectuaba un improvisado paseo por la Rue Saint-Jacques, en el V arrondissement de París, en el centro del Barrio Latino, cuando de improviso ordenó detener su carruaje para visitar la sede de aquel liceo tan famoso en aquellos entonces como ahora, ubicado entre la Facultad de Derecho y la mismísima Sorbona.
La conmoción de las autoridades del liceo fue total, pero serían el intelecto y los intrigantes ojos de Robespierre los que salvarían el honor y la dignidad de la Institución aquella fresca y primaveral mañana parisina y así, el joven Robespierre, que entró como becario a los once años, dejó el colegio a los 23, con su título de abogado y recompensado por sus brillantes estudios con un premio extraordinario de 600 libras.
Pero sería al final de su reinado cuando el Rey Luis VI volvería a fijarse en aquellos penetrantes ojos. Los intentos de Luis de tomar el control de la Asamblea dieron lugar a reacciones antimonárquicas como el Juramento del Juego de Pelota, la declaración de la Asamblea Nacional Constituyente el 9 de julio y la Toma de la Bastilla el 14 de julio. En octubre, la familia real fue trasladada del Palacio de Versalles al Palacio de las Tullerías.
El 21 de junio de 1791, Luis intentó huir de París con su familia, sin embargo fueron capturados en Varennes mientras Luis XVI, vestido de paisano, estaba comprando en una tienda. El dependiente le reconoció por su cara inscrita en las monedas con las que pagó y Luis fue trasladado de vuelta a París, donde continuó como Rey constitucional, aunque bajo arresto domiciliario hasta 1792.
El proceso contra Luis XVI comenzó el 1 de diciembre de 1792, bajo cargos de alta traición y fue sentenciado a muerte en la guillotina el 21 de enero de 1793, por 361 votos a favor (uno de los cuales era de su primo Felipe Igualdad), 288 en contra y 72 abstenciones. Despojado de todos sus títulos por el gobierno republicano, el Ciudadano Luis de Borbón, llamado así por los revolucionarios para quitarle su rango de rey, fue guillotinado frente a una multitud embravecida.
Mientras subía los peldaños de la mannaia para ser guillotinado, la mirada del ciudadano Luis de Borbón se cruzó con Robespierre. Un fogonazo le iluminó el espíritu y en su recuerdo evocó las contundentes y laudatorias palabras del discurso del joven Maximilien en el Liceo Louis-le-Grand. Entonces comprendió la ironía del destino y sonrió, no tanto porque sería el primer ajusticiado con la guillotina de hoja transversal (una recomendación suya al Dr. Joseph Ignace Guillotin, para evitar los fallos que se presentaron en las pruebas realizadas con cadáveres) sino porque lo último que vería serían aquellos ojitos, lindos pero terribles, de Robespierre.