Dios es una aspirina que cura todo
Para los venezolanos creyentes en la fe cristiana, católica y romana, Dios pareciera ser una especie de aspirina que cura todo lo que es “malo”—sea algo físico, mental, o emocional, con posibilidad de ocurrir en el presente o en el futuro (cercano o a mediano o largo plazo); es decir, es como una píldora que puede ser ingerida muy fácilmente y sin ningún temor; sin ningún efecto secundario adverso, y que “les garantiza” el alivio o el éxito añorado—desde meter un gol, encestar un balón de básquet, o batear un jonrón, hasta resucitar de la muerte, o evitar ser muerto por un accidente o cualquier otro evento traumático; porque todo lo malo proviene del demonio; a quien Dios “puede derrotar en todo momento y lugar” con sus enormes poderes sobrenaturales, su omnipresencia y su omnisciencia (conocimiento de todas las cosas reales y posibles).
¡Es muy fácil! Sólo hay que “tomarse la aspirina, y ya”—no se requiere de ningún esfuerzo; excepto saber como persignarse, arrodillarse, y el texto de las plegarias apropiadas.
Esta especie de aspirina, no sólo la consumen ávidamente los venezolanos cristianos católicos romanos, sino todos los latinoamericanos y los otros millones de creyentes en la misma fe, que habitan en el resto del mundo.
Muchos de ellos—a pesar de sentir respeto por las costumbres religiosas que siguen—no pocas veces las perciben como un fastidio, molestia, o como algo que se ven obligados a hacer a regañadientes, pero siguen las instrucciones de sus sacerdotes, sin hacer muchas preguntas.
Los intríngulis de su religión, no son para ellos (o ellas); es sólo para sacerdotes, monjes o monjas. Sus mayores esfuerzos; tanto físicos, como mentales, los llevan a cabo para celebrar las fiestas patronales o de la virgen o santo en particular que más veneran—cuando muy raras veces están ausentes los fuegos artificiales, la música, el baile y el consumo de bebidas espirituosas (cualquier tipo de alcohol etílico—desde la chicha y el aguardiente, hasta el más fino de los güisquis, brandis, coñacs, vinos y cervezas del mundo).
¿Habrán alguna vez leído la Biblia?—porque ni siquiera el Vaticano estimula su lectura entre sus fieles. ¿Sabrán realmente en lo que religiosamente creen? ¿Sabrán el origen de su fe—y las diferencias entre ésta y otras creencias religiosas?
Yo pienso que no—eso les pareciera a ellos como embarcarse en un trabajo muy pesado y tedioso—que ¡No hace falta!, para eso están los curas.
¡Y no trate usted de estimularlos a investigar cualquier cosa sobre su religión! Ya que antes de que usted culmine de expresar su opinión sobre porqué eso sería una buena idea, ya lo estarán; en el más leve de los casos, viéndolo con extrañeza—y comenzando a fabricar en su mente cualquier excusa, para alejarse de usted y seguir en “sus asuntos”.
La fe cristiana, católica y romana, proporciona tres cosas invaluables: 1. Acaba con la cobardía: porque el creyente “nunca estará solo”; Dios—y la Virgen—están “en todas partes y en todo momento” a su lado, para ayudarlo a superar cualquier obstáculo o situación engorrosa o peligrosa. 2. Es una infalible fuente de esperanza: No importa cuan deprimente pueda ser la situación en la que se encuentre un creyente; ¡La esperanza es lo último que se pierde! y el “amor de Dios es infinito”; y 3. Es una fuente infalible de resignación: No importa el nivel de atrocidad que esté padeciendo o haya padecido el creyente; “Dios habrá tenido alguna razón para que ello ocurriese” y la vida debe continuar.
Pero algunos creen adicionalmente, que no importa lo que ellos hagan o dejen de hacer: porque el “destino ha sido preestablecido por Dios” y ellos “no lo pueden cambiar”—esto desestimula el uso de la más poderosa herramienta con la cual la naturaleza dotó al ser humano: el raciocinio; el cual dio origen a las primeras dos ciencias: la lógica y la filosofía—y posteriormente a centenares de otras más, que han convertido al ser humano en la forma de vida más desarrollada que existe en la Tierra, donde destaca en este momento su descubrimiento de las células madre, de la biología molecular y la bioingeniería, que lo conducirán en poco tiempo a eliminar de los diccionarios las palabras enfermedad incurable y hambruna, entre muchas otras cosas.