La ingeniería de telecomunicaciones y la evolución cultural
Cuando se habla de la globalización de la civilización, nos estamos refiriendo al proceso cultural de mayor impacto en la Historia de la Humanidad, proceso que ha venido acompañado de una creciente sucesión de inventos ,que han sobrepasado por mucho el mas halagüeño de los pronósticos del pasado. Ese proceso cuyo tiempo referimos como la Era de las Comunicaciones, y cuyo alter ego es la llamada Sociedad del Conocimiento, es el resultado del desarrollo súbito de las Telecomunicaciones, al acortar éstas las distancias y permitir un escenario inédito del ser humano para escuchar y ver, en tiempo real, el propio acontecer de otras existencias. Como estamos muy cerca de su avasallante influencia, es posible que nuestro vertiginoso andar no nos permita percatarnos de su mayúscula importancia, ya que propicia un perfil cultural distinto para el homo sapiens, quien accede a través de ella a convertirse en una especie de “homo globalis” u “homo telecomuniquensis”.Vale decir, un ser humano con la capacidad tecnológica para comunicarse con otro en cualquier momento y lugar del mundo donde se encuentre.
Tradicionalmente, el papel del idioma ha sido fundamental para crear la identidad de una cultura. De hecho, es el idioma el mayor proveedor de los espacios culturales, justamente porque constituye la herramienta que maneja el código de palabras a través de las cuales los seres humanos se comunican entre sí. Pero de igual manera se constituye en una barrera impermeable para aquella persona que no sea capaz de acceder a otro idioma. Este problema fue superado con la aparición de la tecnología. Vale decir, el encuentro de un ser humano con otra cultura, se logró a través del “hacer” antes que el “decir”. De esa manera, la tecnología brindó desde la edad temprana de la civilización la herramienta o el medio más inmediato para comunicarse. Y he aquí, que en el origen, el hacer se tradujo en la primera expresión del decir. Ese conocimiento primario se ha expandido a lo largo del tiempo, en el cual la raza humana ha potenciado sus recursos para observar y en la medida en que se ha constituido esa creciente capacidad de observación en una herencia cultural, en esa medida ha incrementado su poder creativo hasta cotas impensables. Si en alguna medida debemos referenciar un nivel para observar los alcances humanos en perspectiva, diríamos que las telecomunicaciones están aportando la apertura de las dimensiones del propio conocimiento y su universo en expansión, al constituirse en la más externa de nuestras fronteras con el universo inédito. Así, el camino que se inició con el telégrafo y el teléfono, la radio y la televisión, el radar, el desarrollo de satélites de comunicaciones, los sistemas de radionavegación marítima y aeronáutica, la transición de la televisión en blanco y negro a la televisión en color sin pérdida de compatibilidad, siguió proyectándose con la digitalización de las redes de conmutación telefónica, el desarrollo de la telefonía móvil, el desarrollo de diferentes sistemas de posicionamiento global , el desarrollo de redes telemáticas de comunicación de datos entre ordenadores y la red Internet, así como el desarrollo de la televisión IP y otros múltiples direccionamientos y ensayos, más allá de los que alcanzamos hoy a conocer, pero que llegarán mas temprano que tarde para seguir transformando el paisaje cultural de la Humanidad
Hoy día el mercado mundial de las telecomunicaciones crece rápidamente. No se trata ya de un «tirón de la demanda» o de una «presión de la oferta». Ambos fenómenos están presentes, y su interacción ha hecho de las telecomunicaciones uno de los sectores de mayor crecimiento en la economía mundial y uno de los componentes más importantes de la actividad social, cultural y política.
Del lado de la demanda, el crecimiento se ve impulsado por la penetración de las telecomunicaciones y la tecnología de la información en todos los aspectos de la vida humana, en todos los sectores de la actividad económica y social, en la administración pública, en la provisión de servicios públicos y en la gestión de infraestructuras públicas, en la enseñanza y la expresión cultural, en la gestión del entorno y en las emergencias, sean naturales o provocadas por el hombre.
Del lado de la oferta, el crecimiento se ve impulsado por la rápida evolución tecnológica que mejora constantemente la eficacia de los productos, sistemas y servicios existentes y crea las bases para un flujo continuo de innovaciones en cada uno de estos sectores. Es particularmente notable la convergencia de las tecnologías de las telecomunicaciones, la información y la radiodifusión; por su parte, las tecnologías editoriales han enriquecido sustancialmente las posibilidades de comunicación abiertas a los consumidores.
El efecto de las fuerzas fundamentales que mueven la demanda y la oferta se ve multiplicado por la tendencia mundial hacia la liberalización de los mercados de bienes y servicios de telecomunicaciones y tecnología de la información. Por efecto de esta tendencia, la mayoría de las redes de telecomunicaciones son actualmente de propiedad y explotación privadas. Se han adoptado también medidas significativas para introducir la competencia a nivel nacional, regional e internacional. Especial importancia reviste el Acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) por el que se liberaliza el comercio de servicios básicos de telecomunicaciones, celebrado en febrero de 1997 por 69 países que representan colectivamente más del 90% de los ingresos mundiales de telecomunicaciones. El Acuerdo entró en vigor el 5 de febrero de 1998
El nuevo marco creado por la OMC para el comercio y la reglamentación de los servicios de telecomunicaciones ha de facilitar la auténtica mundialización de las industrias de equipos y servicios de telecomunicación, así como del ramo tan afín de la tecnología de la información.
En el periodo 1995-1999, «la mundialización» era más una idea que una realidad, ya que aludía esencialmente a alianzas entre grandes operadores para ofrecer servicios de extremo a extremo a empresas multinacionales. Las redes públicas y los abonados residenciales permanecían relativamente al margen de esta mundialización, aunque diversas formas de «procedimientos alternativos de llamada» ofrecían a los consumidores en los países que admitían estas prácticas una «versión pobre» de las ventajas de que disfrutaban los grandes usuarios comerciales.
La lección esencial que ha de extraerse del fenómeno del desarrollo telecomunicacional es que la competencia no puede considerarse ya como un instrumento de la política del Estado que puede introducirse de una manera completamente controlada, y reglamentarse dentro de los límites del sector tradicional de las telecomunicaciones. La competencia en las telecomunicaciones se está transformando rápidamente en una auténtica fuerza del mercado, cuya evolución no pueden planificar las instancias políticas; una fuerza que, según una percepción creciente, debe regularse sobre la base de principios no específicos de las telecomunicaciones, sino derivados de una perspectiva económica, social y cultural más amplia.