Opinión Nacional

Agresiones y oportunidades

Es ocioso insistir en la inconstitucionalidad del brutal ataque que el Ejecutivo Nacional, con la obsecuencia de los alcahuetes de la Asamblea Nacional, ha emprendido contra la Alcaldía Metropolitana de Caracas, institución creada por la entonces inmarcesible Asamblea Nacional Constituyente de abrumadora (y ya tramposa) mayoría chavista. Un ataque que puede ser analizado desde diferentes perspectivas de las que en este caso sólo seleccionaremos la relativa a algunas de sus implicaciones para el futuro de la capital.

En ese sentido llama especialmente la atención el impacto que pareciera estar teniendo sobre los cuatro municipios que inicialmente vieron en ella el instrumento idóneo para estructurar un verdadero proyecto de ciudad y no la suma incoherente de un desigual conjunto de proyectos municipales. Al menos en algunos de los funcionarios de esas alcaldías se percibe una extraña mezcla de derrotismo y soberbia: como piensan que la Alcaldía Metropolitana ha sido si no liquidada al menos neutralizada, la alternativa que queda sería la de ensimismarse encerrarse en las pequeñas “fortalezas” de cada uno para sobrevivir.

Más de una vez hemos insistido en que en la ciudad metropolitana no hay islas felices: ningún municipio, por bien administrado que esté, puede construir un futuro cierto ignorando a los vecinos y sin diseñar con ellos la ciudad a la que se aspira, lo que, con todo y sus innumerables insuficiencias, hace insustituible el rol de una institución como la Alcaldía Metropolitana; incluso, el saqueo al que esta se ha visto sometida puede transformarse en fortaleza al liberarla del sobrepeso heredado de Barreto.

Para convertir en fuerza esa aparente debilidad es preciso que los alcaldes capitalinos con visión de ciudad y sus funcionarios entiendan que si el contexto actual plantea muchos e inéditos retos, abre también novedosas posibilidades si se deciden a trabajar mancomunadamente entre ellos y con la sociedad civil, desde las asociaciones de vecinos y los consejos comunales hasta el empresariado: hoy el futuro no es del Estado, menos del que está inflando Chávez. Es desde las ciudades que hoy puede construirse el futuro, pero a condición de que se parta de una radical política de inclusión para la cual no sólo los habitantes de La Bombilla o El Limón no son menos que los de La Castellana o Santa Mónica: tampoco es aceptable la exclusión en función de si se es chavista o no. Contrariamente al discurso rojo, la responsabilidad de las autoridades capitalinas parte de la recuperación del orgullo de ser caraqueño con independencia del lugar de residencia o la filiación política y poniendo el énfasis en la incorporación de todos en el proceso de pensar y construir, en una dinámica de planificación metropolitana y comunitaria a la vez, la ciudad en que queremos que vivan nuestros hijos.

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