¿Inteligencia Artificial?
Los mercados de la literatura de ciencia ficción, filmografía y programas y series de radio y televisión, nos comunican cada vez más la idea de que la humanidad “evolucionará” hacia una especie de razas de androides y que las máquinas cibernéticas se volverán tan poderosamente “inteligentes” que podrían tomar el control del planeta Tierra; como por ejemplo narran las secuelas de las películas de Terminator.
Pero esa posibilidad está a tantos años luz de la realidad científica que es más probable que primero llegue a extinguirse la humanidad—como le ocurrió a los dinosaurios—antes de que los seres humanos primero lleguemos a comprender realmente como funciona nuestro cerebro actual; para después diseñar robots que puedan emular el funcionamiento del cerebro humano.
Y aún si se lograsen esas dos imprescindibles metas previas; dudo que un robot como ese llegue a poseer inteligencia propia, tal y como es definida en la actualidad: “capacidad para aprender, razonar, entender, y formas similares de actividad mental; aptitud para internalizar verdades, relaciones, hechos, significados, etc.”—especialmente las capacidades y aptitudes resaltadas en negrillas.
Ello es así porque un cerebro humano promedio está compuesto por unos cien mil millones (100.000.000.000) o cien millardos de neuronas de muchas formas y tamaños—pero cuya parte central (la soma) tiene, en promedio, entre 4 y 100 micrómetros de diámetro; por lo que en una cabeza de alfiler que tiene en promedio, unos mil 400 micrómetros (milésimas de milímetro) de diámetro, caben—una pegada al lado de la otra—entre 14 y 350 neuronas; que se comunican entre sí, y con muchos otros sectores del resto del organismo humano a una velocidad cercana a la de la luz (300 mil kilómetros por segundo) usando un muy complejo proceso físico-químico.
La súper computadora actual más veloz del mundo; llamada Sequioa y propiedad de la empresa IBM, que puede realizar hasta 20 cuatrillones (20 pentaflops) de cálculos por segundo; es “un morrocoy” si la comparamos con el cerebro de un bebé humano. Quizás el hecho de que una anterior computadora de IBM llamada Deep Blue (Azul Profundo), fue capaz de derrotar al campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov en 1997, ha creado la falsa impresión de que velocidad de cálculo (y un software diseñado por humanos para jugar ajedrez), es sinónimo de inteligencia—lo cual no es cierto.
Esas súper computadoras sólo pueden hablar un idioma simple de apenas dos símbolos: cero y uno (encendido y apagado—o activado y desactivado: un lenguaje digital), mientras que el cerebro de un bebé humano al nacer es capaz de procesar cualquier idioma existente, con todos sus centenares de símbolos—además de imágenes, aromas, sonidos, sabores, y sensaciones táctiles muy complejas—simultáneamente—mientras al mismo tiempo analiza comprende e internaliza esas percepciones y produce casi instantáneamente respuestas innatas (reflejos) y crea otras respuestas conscientes y deliberadas.
Adicionalmente no existen dos cerebros humanos iguales—todos son únicos, sin duplicado.
En la actualidad algunos profesionales de diferentes disciplinas “se entretienen” al observar en tiempo real las actividades electromagnéticas que producen algunas neuronas en un monitor de computadora conectado a un equipo de resonancia magnética, que escanea el cerebro de un humano, mientras reacciona a diferentes impulsos externos simples; pero… ¿Realmente entienden lo que están observando?. Yo lo dudo.
Y de esos simples métodos de entretenimiento neurológico, hasta llegar a la creación humana del David de Miguel Ángel, la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, El Quijote de Cervantes Saavedra, o Hit the Road Jack de Ray Charles, para sólo enumerar unos escasos ejemplos de la inteligencia humana, nos indican que la “inteligencia artificial” permanecerá todavía en el ámbito de la ciencia ficción, durante muchos milenios por venir.
Esta falsa creencia en la «inteligencia artificial», es debida a que el ser humano aún sigue erróneamente creyendo que es una especie de «ser superior» a todos los demás existentes en la naturaleza, y sin aceptar que es apenas una criatura más que la naturaleza ha creado en escalas de tiempo de miles o centenares de millones de años—algo aún difícil de entender para luchos de los actuales cerebros humanos.
Los humanos inventaron la cibernética, pero si quieren ser más sabios harían mucho bien si tratan de entender mejor a la naturaleza–desde el universo, hasta el átomo–y a sus millares de criaturas vivas y también inteligentes.