Opinión Nacional

Terrible contradicción

En una semana se suceden las cosas más insólitas en este deschavetado país. Hace apenas pocos días se invadió la propiedad de los esposos Tony y Ana Quintero en el oriente del Estado Vargas, en los alrededores de la población de Caruao.

         Por los amenos trabajos de Valentina estábamos enterados de la estupenda vivienda de sus padres, donde con gran frecuencia se reunía la familia para disfrutar del calor de un verdadero hogar.

         Por razones que no conocemos pero que sospechamos estaban muy bien dirigidas, un tropel de facinerosos invadió la propiedad que el matrimonio fue construyendo con sus propios esfuerzos y mucho amor, y la arrasó. Destruyeron todos los árboles frutales que allí habían plantado.

         Las primeras noticias que se conocieron describían la falta de acción y de protección que las autoridades locales debían procurar a la familia agredida. Lo único que conocimos fue un himno a la indolencia y la descripción de las debilidades reales o ficticias de los órganos de protección que debe tener la sociedad.

         Denuncias de la familia Quintero ante los potenciales “organismos competentes” solo trajeron frustración y desengaño hasta los miembros de la familia y a toda la colectividad seria del país. Tanto los organismos de seguridad como la ausente justicia fueron instancias vacías y la familia Quintero solo percibió su soledad institucional y el calor de toda la nación.

         Pasó una horrible semana. El desdén y la frustración fueron moneda fértil en la decepción colectiva y el viernes 19 de marzo, como una celebración del día de San José, aparece el dictador y profiere un úkase: Restitúyasele la propiedad a la familia Quintero.

         La contradicción en el país es un tema cotidiano. Los procedimientos que pautan la Constitución y las leyes de la república tienen poco valor, lo importante son los deseos y la “magnanimidad” del dictador.

         No puede ser que el país, o lo que queda de él, esté sujeto a los humores de alguien. Las instituciones no tienen ni función ni valor, solo existen para complacer deseos y apoyar arbitrariedades. Las leyes son “letra muerta” que solo son interpretadas, o no, en el palacio de misia Jacinta. La sociedad pende del humor real.

         Seríamos indeseables si no nos contentáramos de que la familia Quintero pueda lograr la restitución de su propiedad, más seríamos unos ciudadanos desmerecedores de dicho título si aceptáramos como justo y necesario el úkase descrito y los muchos que se suceden a diario.

         La justicia en el país es un bien escaso y en vías de desaparición. El tribunal que se coloca en la cúspide del sistema nos cubre de pena, tanto por la calidad de sus actuaciones poco profesionales como por la aberrante disposición, donde actuando como jueces y parte, se aprueban un esquema de jubilaciones que tiñe de “rojo rojito” a todos sus pensamientos, pero , explicamos, no es el “rojo rojito” del régimen que los hizo proferir aquel bochornoso coro, es el “rojo rojito” de la vergüenza que no expresan y posiblemente no tienen.

         Reiteramos nuestros sentimientos: Disfrutamos y celebramos que la familia Quintero logre la restitución de su propiedad, hacemos votos porque puedan restituir su calidad de hogar, desechamos la fórmula que se ha utilizado; deploramos la ausencia de justicia, pensamos que la magnanimidad real pertenece a otros tiempos de la historia.

 


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