Veneración de ancianos Vital para progreso humano
Y no me refiero a los ancianos del siglo 21 ni a la humanidad actual, sino a los primeros humanos que comenzaron a diferenciarse de sus parientes silvestres cuando surgieron los cultos hacia los ancianos y a los antepasados—aunque algo de esa veneración ancestral aún se mantiene en algunas sociedades tanto africanas como asiáticas, europeas, australianas y americanas.
El ser humano tan inteligente como lo somos usted y yo hoy lleva existiendo en la Tierra entre 60 mil y 75 mil años—pero al surgir como una especie de simio diferente a los chimpancés y los bonobos (con quienes compartimos hasta un 98 por ciento de nuestro ADN), estaba biológicamente “programado” para fallecer de natural “ancianidad” aproximadamente a los 40 años de edad, ya que se comportaba en una forma similar a sus congéneres silvestres, en cuyas comunidades los débiles, los enfermos y los ancianos son “dejados a su suerte” cuando no pueden “mantener el ritmo de vida” de las generaciones más jóvenes.
Esta realidad; aún es, en el mundo silvestre, una ley implacable y vigente: sólo sobreviven los que mejor se adaptan a su ambiente—tanto natural como “cultural” si calificamos como cultura al comportamiento de los animales que viven en bandadas, cardúmenes, colonias y manadas.
Los simios humanos que naturalmente viven en manadas; gracias a su posesión del cerebro más desarrollado de todas las criaturas que aún existen, alcanzó un momento crucial—simultáneamente en diversos grupos y lugares del planeta—en que comenzaron a venerar a sus ancianos—vivos y muertos—a estos últimos en la forma de espíritus que permanecen en el seno de las comunidades a las que pertenecían cuando estaban vivos.
Esta veneración—que si no me equivoco sólo puede observarse en otra especie: los elefantes—separó nítidamente a los seres humanos del resto de las criaturas silvestres por una importantísima razón: los ancianos eran los poseedores de la mayor experiencia o mayor “sabiduría”—y por ello eran ciertamente capaces de asistir a los más jóvenes ante la ocurrencia de circunstancias que los dejaban perplejos o desconcertados; al ignorar su origen y la apropiada forma de actuar ente tales circunstancias.
Aún hoy, toda manada de elefantes es liderada por una matriarca que es capaz—por ejemplo—de conducirla a lo largo de centenares de kilómetros de terreno desértico y de feroces tormentas de arena, al lugar preciso donde podrán hallar agua suficiente para satisfacer sus necesidades y mantenerse con vida; gracias a su dilatada experiencia, a su extensa “sabiduría”.
Contrariamente, las manadas de humanos del siglo 21, deben seguir a las generaciones cada vez más jóvenes—lasgeneraciones digitales—o perecer en su intento por sobrevivir.
A mi me parece que esta diferente actitud entre elefantes y humanos, se debe a que no pocos ancianos de esta última especie, confunden tradición e historia, con experiencia y sabiduría, y son reacios a adoptar las cada vez más nuevas tecnologías digitales que les parecen “deshumanizadas” o de “deficiente calidad”.
Por supuesto que los ancianos humanos actuales que son “alérgicos” a los cambios digitales, se equivocan, al no darse cuenta que lo que están haciendo es negarse a adaptarse a su ambiente—una trasgresión a la implacable ley natural de la supervivencia del mejor adaptado—que convertirá sus vidas en miserables y menos largas.
También se equivocan las generaciones digitales jóvenes que sienten alergias a las costumbres, hábitos y tradiciones de sus ancianos, porque no se dan cuenta que al hacerlo están retrotrayendo a sus generaciones a la etapa en la cual los humanos no nos diferenciábamos de nuestros parientes silvestres.
Aunque realmente no es una retroacción, porque la selva que surgiría de esta equivocada generación joven, sería unaselva digital—que convertiría sus vidas en miserables y más cortas.