El Papa en Londres
El Papa Benedicto XVI realizó una histórica visita a Inglaterra, cuyo cristianismo anglicano se remonta a los tiempos de Henrique VIII. La minoritaria pero notable comunidad católica inglesa le recibió con muestras de afecto y la mayoritaria comunidad protestante con respeto.
El vicario de Roma, dando continuidad a la labor pastoral imperecedera de Juan Pablo II, predicó el acercamiento de la cristiandad y la armonía y tolerancia entre las diversas religiones que profesa la sociedad anglosajona dentro de su diversidad cultural y étnica.
Los británicos, habituados a ejercer una irreductible libertad de expresión que tiene su origen en su Magna Carta de 1215, no dejaron de reclamar pronunciamientos contundentes del jefe de la Iglesia Católica contra la pederastia. Los factores más seculares exteriorizaron severas críticas a lo que estiman débil comportamiento del Vaticano hacia los excesos de prelados que han violado su compromiso cristiano.
El Papa Ratzinger ha asumido con dignidad y decoro las críticas, restituyendo el principio de la igualdad ante la ley de los responsables y aplicando correctivos para la erradicación de una anomalía cuya responsabilidad es individual y nada tiene que ver con la doctrina de Jesús.
Merece Benedicto XVI el reconocimiento de creyentes y no creyentes por hacer frente a un grave problema que no viene de su episcopado sino que es de larga data y su visita pastoral a un país tan secular, ecléctico, democrático y abierto como Inglaterra es una muestra de la sinceridad de su mensaje, tan lúcidamente explayado en su Encíclica Caritas in Veritate al invocar una nueva síntesis humanista que retome los principios de justicia, libertad y bien común del Evangelio.