Ahí vienen los economistas con sus cuentos
Miguel R Carpio Martínez
@carpioeconomics
Es innegable que resulta cansón leer y escuchar los diagnósticos y posibles soluciones que esgrimen los economistas con relación a la economía venezolana. Desde que el intervencionismo se convirtió en la única vía del gobierno para solucionar cualquier coyuntura, hemos sido consumidores de informes económicos y conferencias en las que nos disparan frases como:
• “El mercado cambiario debe ser liberado y el tipo de cambio unificado”
• “Para acabar con la inflación debe reactivarse la producción nacional”
• “El Gobierno no debe continuar financiado el déficit fiscal con emisión de moneda”
• “La política petrolera debe modificarse. En necesario incentivar la inversión en el sector petrolero e incrementar la producción”
• “El control de precios solo ocasiona pérdidas a las empresas y genera escasez”
Tales frases y otras similares parecen un mantra hecho por economistas.
Debo decir estimado lector que estoy de acuerdo con todos y cada uno de los señalamientos anteriores. De hecho, en más de una oportunidad he sido el autor de juicios similares ante audiencias que van desde estudiantes hasta empresarios.
La historia y la experiencia de muchos países que han logrado salir de la crisis demuestran que el mercado es la única solución posible a los males de la economía.
Den un vistazo a Latinoamérica. Países como Perú, Bolivia y Ecuador vivieron episodios de hiperinflación. Una vez que “San Mercado” comenzó a obrar su milagro las cosas mejoraron.
Estamos hablando de naciones que en la actualidad tienen inflaciones anuales de un dígito. Y en todas ellas hay libre cambio, sectores productivos competitivos, disciplina fiscal y política monetaria coherente. Sí, Ecuador es un caso especial, dolarizó su economía. Es decir, optó por una solución extrema para la enfermedad de su sistema monetario.
No quiero decir con mis ejemplos, que esas economías sean perfectas, ni esas ni ninguna lo es, pero quiero ilustrar claramente que con los remedios que hemos sugerido, las economías de países harto conocidos por el venezolano mejoraron.
Cuando intento vender las bondades del mercado, muchas personas me han preguntado ¿qué pasa con los especuladores que quieren cobrar lo que les da la gana si no hay control de precios? La respuesta es chocante pero obvia: El control de precios es el caldo de cultivo ideal para los especuladores.
Si hay escasez, cosa que, eficientemente, logra el control de precios, el precio del bien lo colocará quien haya conseguido tener acceso a la mercancía escasa. Cuando hay mercado si alguien cobra un precio alto, el consumidor tiene la opción de no comprarle. Si hay cantidades suficientes de un bien los comerciantes deben seducir con ofertas a los compradores, si no pueden ser competitivos saldrán del mercado.
No es un cuento fantástico, hagan memoria, lo vivimos aquí en Venezuela. Esa Venezuela en la que decíamos “hay que caminar para encontrar mejores precios”, se convirtió en “hay que caminar para ver si conseguimos algún bien”.
Y ahora viene la pregunta obligada, si es tan bueno el mercado y sus juguetes ¿por qué no se aplica en Venezuela? La respuesta, muy a mi pesar, no obedece a un análisis económico. La respuesta es que no hay voluntad política para hacerlo. Hace un par de años, quizás tres, hubiera completado la respuesta anterior diciendo que el gobierno no quería implementar cambios en la economía por temor a perder popularidad.
Hoy digo, sin temor a equivocarme, que su negativa no es otra cosa que soberbia. Sencillamente no le da la gana de hacer ningún cambio y menos aún si es aconsejada por un opositor y Dios los libre de que sea un economista sifrino de derecha (en alguna parte de Venezuela debe existir esa especie).
¿Qué hemos vivido hasta ahora? Controles que ocasionan distorsiones en los mercados lo cual acarrea perjuicios para los consumidores. ¿Cuál ha sido la estrategia para corregir lo negativo? Más controles. Resulta inaudito solo pensarlo, pero es la pura realidad. Es como si estuviéramos ante un juego perverso de ensayo y error para ver cuál es el control menos malo, pues ya sabemos que ninguno es bueno. En particular, cuando éstos perduran en el tiempo con aires de obstinación.
Las cosas comenzarán a cambiar en el momento en que internalicemos que el mercado, su mano invisible y su inyección de competencia son parte fundamental de la solución. Como complemento al mercado, es necesario contar con instituciones fuertes y autónomas, de lo contrario la economía se irá al cuerno cuando el mercado falle.
No podemos engañarnos pensando que la solución bajará en una nave extraterrestre del cielo. Somos parte de la solución y por ello debemos convertirnos en promotores del sistema económico que ha demostrado funcionar. Ese será el inició.
*Economista
Profesor UCAB