Vivideros
En la década de 1960 algunas de las firmas de planificación urbana de mayor prestigio en el mundo fueron llamadas por el gobierno venezolano para proyectar tres nuevas ciudades: Ciudad Guayana, El Tablazo en el estado Zulia y Ciudad Losada en el estado Miranda, esta última integrando los seis pequeños centros poblados existentes en el valle del Tuy medio. El único proyecto efectivamente llevado a cabo fue el primero, mientras los otros dos se quedaron en el papel: en la segunda se instaló una petroquímica cuyos trabajadores viajan todos los días desde Maracaibo, en la otra orilla del lago, y la segunda se convirtió en ciudad-dormitorio y en gran medida refugio de damnificados de la vecina Caracas.
El pasado 8 de los corrientes este mismo diario publicó un estremecedor reportaje acerca del estado actual de esta última, la octava por tamaño poblacional del país y una de las de más rápido crecimiento demográfico. Uno de sus habitantes la definió con franca crudeza: “Somos un vividero sin calidad de vida”; la dotación de escuelas es precaria, la luz, el agua y el aseo urbano fallan constantemente, los hospitales son insuficientes, el transporte es pésimo, no hay empleo y su único emblema de modernidad ‑el ferrocarril que todos los días los lleva a trabajar a Caracas- acaba de tener un accidente inexplicable con saldo de un fallecido y un número indeterminado (un signo más de atraso) de heridos. Por supuesto no existen cines, teatros, bibliotecas ni parques; en cambio abundan los delitos.
Ya este gobierno, impúdicamente autodenominado revolucionario, había intervenido en la zona con los desarrollos denominados Ciudad Zamora y Ciudad Miranda, inexplicablemente localizados fuera de los perímetros urbanos tradicionales; hoy son otras tantas agrupaciones ‑inconclusas por lo demás- de casas. Concebidos y parcialmente ejecutados en una fase temprana del gobierno, ellos fueron un adelanto de la concepción urbanística de esta revolución invertida: la prueba son las llamadas ciudades socialistas y las viviendas que, por evidentes razones electorales, ofrecen levantar en el primer terreno con el que tropiezan. Ese vecino del Tuy logró finalmente descifrar el misterio que ni siquiera los más sesudos teóricos del chavismo lograban despejar: la ciudad socialista (al menos la bolivariana) no es más que un vividero.