Lamentable que los USA continúen siendo racistas
Mientras leía las noticias (9 de agosto de 2010) del día en un portal de internet, me llamó la atención un titular de prensa que afirmaba que las niñas de ese país estaban mostrando señales de haber alcanzado la pubertad (crecimiento de sus pechos), tan temprano como a los siete años edad y por eso hice “clic” con el ratón de la computadora para leer el contenido de la información.
A pesar de que el hallazgo parece ser el resultado de cinco años de observación científica de un grupo de unas mil doscientas niñas residentes en tres estados americanos diferentes—sentí mucha tristeza al ver que los resultados encontrados eran presentados usando cifras estadísticas separadas conforme a la “raza” de las niñas: caucásicas (“blancas”), negras e hispanas—dejando entrever que para los investigadores la pigmentación de la piel de las niñas y su origen étnico fue un “factor importante” a considerar. Algo que es sólo una falsa creencia que hace rato que ha sido desmentida por numerosos hallazgos científicos.
La creencia en “razas” humanas—diferenciándolas por sus características físicas externas o su origen étnico, no tiene asidero científico debido a que todos los seres humanos actuales son los descendientes directos de los primeros seres humanos que evolucionaron en África—que eran todos “negritos, de ojos con iris oscuros, y de pelo chicharrón”. La separación de la humanidad en “razas” viene de la antigua costumbre de catalogar como “diferente”, “extraño” o “forastero”, a cualquier persona que no compartiese las mismas características físicas, étnicas o culturales, de la tribu, aldea o pueblo que visitase.
No puede negarse que existen extensos grupos humanos que comparten características físicas externas y orígenes étnicos que permite diferenciarlos—con sólo verlos—de otros grupos humanos que exhiben características físicas externas y rasgos culturales distintos—pero esta realidad tiene su origen en nuestro muy remoto pasado debido a que diferentes grupos humanos se fueron aislando unos de otros y se reprodujeron sólo entre los de su propio grupo—lo que en consecuencia produjo que todos los individuos se pareciesen mucho los unos a los otros—igualmente, las constantes migraciones de grupos humanos a diferentes latitudes del planeta; donde existen diferentes estaciones climáticas y diferentes intensidades de iluminación solar, produjo que las personas evolucionaran produciendo en sus pieles diferentes concentraciones del pigmento llamado melanina; que cuando es abundante produce una tez oscura y cuando es escaso produce una tez clara.
Pero basta con un examen del ADN de cualquier persona, para comprobar que en su genoma están presentes casi exactamente los mismos genes—y que todo ser humano; en términos racistas, es una variopinta mezcla de todas las “razas” humanas que existen. En otras palabras, nadie puede afirmar—y mucho menos probar—que pertenece a una “raza” determinada; a menos que esa sea la raza humana.
La apariencia física externa y el origen étnico de los grupos humanos no tienen ningún peso específico que los convierta en factores que deban ser considerados a la hora de calibrar sus capacidades físicas o intelectuales o determinar un determinado tratamiento médico—sólo existen muy escasas diferencias individuales, personales, que no son aplicables en general a ninguna “raza” sin importar como sea ésta definida.