La tarea diferida
Los venezolanos tenemos una inmensa deuda interna, una tarea que todos y algunos más que otros sabemos que la debemos, estamos conscientes que hemos fallado por múltiples razones, sean estas hastío, impotencia, comodidad, indolencia y demás. No podremos jamás construir un país, una nación, unos espacios públicos y colectivos sin el concurso de todos, no podremos jamás ni nunca lograr una democracia no sólo como ideal, sino como práctica, estilo de vida, o como cotidianidad si seguimos renunciando a ejercer nuestros roles, si evadimos nuestras responsabilidades y sin comprender que la ciudadanía es una condición y actitud ante todo de práctica, actividad, e interés por lo público, por la comunidad, por la nación, por el país, su presente y su futuro.
Hemos tenido un vendaval y aguacero que ha producido daños a nuestra condición de ciudadanos. Lo peor tal vez no sólo sea el daño causado que de hecho es cuantioso en lo moral, lo ético, lo humano, lo económico, la mayor tragedia es que por los motivos y razones que sean justificados o injustificados, no reaccionamos, somos indolentes, cómodos y hasta sinvergüenzas. Pareciera que nos das igual tener buenos o malos servicios públicos, seguridad y orden o inseguridad y caos, buenos, formales, dignos y estables empleos, o simplemente aceptar que medio país se dedica a la buhonería e informalidad, que la salud preventiva y curativa funcione o colapso nos da lo mismo, que exista y funcione como en la mayoría de los países y sistemas políticos democráticos presidencialistas la división de los poderes públicos o en su defecto un arrodillamiento , servilismo y entrega incondicional entre los poderes también nos da igual.
De tal manera que tenemos todos sin excepción una tarea, una deuda, un mandato que no hemos cumplido cómo es ser ciudadanos, cómo es exigir cambios, cómo es exigir progreso, calidad de vida, agua potable, asistencia médica, seguridad, atención a los sectores más desatendidos como los ancianos o la infancia abandonada. En fin, hay muchas cosas que no avanzan, no cambian y no mejoran porque los venezolanos no hemos querido que así sea.
Con la comodidad, la indiferencia, la indolencia y delegándole al otro, al vecino, al amigo lo que nos corresponde a nosotros nunca jamás cambiaremos y siempre dependeremos de las voluntades, de las migajas y emotividades de quienes nos dirigen, simplemente no somos protagonistas, no decidimos, no incidimos en nada, sólo aceptamos y somos incluso a veces muy parecidos a las focas o diputados de Asamblea Nacional que aplauden y se solidarizan automáticamente con las ejecutorias del presidente y los poderes de turno, sin reflexionar, sin asumir una postura, un rol, o más aún expresar alguna crítica que repercuta en algo.
Si queremos un país diferente para bien de todos debemos comenzar a reaccionar e interesarnos cada día por nuestros problemas cotidianos y ejercer además con consciencia el voto a favor de personas que nos representen en la próxima Asamblea Nacional. No sigamos postergando la tarea que la razón y la consciencia no dicta como es ejercer la ciudadanía.