Opinión Nacional

Sembrar el talento humano

El 16 de julio de 2011 se cumplieron 75 años de la publicación en el diario Ahora del célebre artículo Sembrar el petróleo de Arturo Uslar Pietri, quien lo escribió cuando el autor de Las Lanzas Coloradas se desempeñaba como jefe de la recién creada Sección de Economía del Ministerio de Hacienda, por designación del ministro Alberto Adriani (1898-1936).

La metáfora uslariana tenía por objeto alertar acerca de la necesidad de diversificar la economía e invertir los ingresos provenientes de una riqueza efímera y perecedera, en actividades reproductivas como la agricultura y la industria cuando el desarrollo de las naciones se medía por la fortaleza de su industria manufacturera pesada y por los avances tecnológicos de la época (la radio, la aviación, la industria automotriz, la construcción de rascacielos, etc.).

EL PETRÓLEO SE SIEMBRA A PARTIR DEL PROGRAMA DE FEBRERO

El petróleo si sembró a partir de aquel año de 1936, cuando el entonces presidente Eleazar López Contreras dio inicio al difícil pero certero proceso de transición a la democracia, dentro del cual se puso en ejecución el Programa de Febrero, el cual tuvo la más positiva repercusión en la modernización económica, social, política, fiscal y financiera del país, al promulgarse la primera Ley del Trabajo de Venezuela, fundarse instituciones como el Banco Central de Venezuela, el Consejo Supremo Electoral, los Ministerios de Agricultura y Cría y Sanidad y Asistencia Social, la Guardia Nacional, el Cuerpo de Bomberos y el Banco Industrial de Venezuela, e inaugurarse obras como el Instituto Pedagógico de Caracas, el Museo de Bellas Artes y el Museo de Ciencias.

A lo largo de cuatro décadas, pero principalmente a partir del 23 de enero de 1958, y hasta el extraordinario boom petrolero de los años 70, Venezuela construyó los más avanzados hospitales y escuelas públicas de educación primaria, secundaria y universitaria, la más moderna red de autopistas, aeropuertos y carreteras, el más vasto sistema de generación, trasmisión y distribución de energía eléctrica de América Latina y una industria manufacturera respetable que llegó a alcanzar el 14% del PIB en la década de los años 60 del siglo pasado, sin dejar de mencionar el complejo industrial petroquímico y de empresas básicas de Guayana (hierro, acero, aluminio, hidroelectricidad, pinos de Uverito, etc.). En 1936 sólo había dos universidades en el país y hoy hay más de un mil institutos de educación superior. En este sentido, si se sembró el petróleo.

Paralelamente, se construyó una institucionalidad democrática que, pese al interregno dictatorial del general Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), forjó un sistema de libertades cívicas que permitió el pleno disfrute de derechos políticos y civiles legitimados por el sufragio popular, directo y secreto del Presidente de la República y de los miembros del Poder Legislativo. En el plano económico y financiero, la formación de instituciones tuvo su representatividad en organismos como los antiguos ministerios de Educación u Obras Públicas, ejemplos de profesionalismo y gerencia dentro de los órganos de la administración pública central; o entidades eficientemente administradas como el Banco Central de Venezuela, Petróleos de Venezuela, Electrificación del Caroní o el Metro de Caracas.

LA SIEMBRA SE DETIENE CON LA BONANZA PETROLERA DE LOS 70

Es criterio de este analista que la siembra del petróleo prácticamente se paraliza a partir del boom petrolero de los años 70, cuando se cuadruplicaron los precios y Venezuela comenzó a padecer los trastornos de la Enfermedad Holandesa y de la Maldición de los Recursos, denominada esta última por el Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo como Efecto Venezuela. La sobrevaluación del bolívar ocasionó una regresión en la agricultura, la agro-industria y la industria manufacturera, que abarató las importaciones y nos despojó de la poca competitividad de nuestras exportaciones no tradicionales. La mentalidad rentística se exacerbó y la noción de dinero fácil y el consumismo se arraigaron.

Este fenómeno lo había advertido Alberto Adriani desde los años 30. Así lo testimonian sus trabajos recogidos en su libro Labor Venezolanista y en sus escritos inéditos que reposan en la Academia Nacional de la Historia. Por si fuera poco, el tejido ético, moral e institucional del país se desboronó y nos convertimos en los que los tratadistas denominan un PETROESTADO; situación de la que Venezuela no ha podido desprenderse hasta nuestros días.

Los venezolanos, todos sin excepción, debemos pasar de una economía petrolera rentística, a una economía que vuelva a utilizar el petróleo como una palanca de desarrollo; pero sin sobrevaluar la moneda para no triturar a la agricultura, la agro-industria y la industria manufacturera. Además, hoy día la Siembra del petróleo también debe abarcar la creación de una sociedad del conocimiento científico y tecnológico.

El aprovechamiento de las últimas bonanzas petroleras ha sido limitado desde la bonanza de los años 70. Todavía los venezolanos de todos los niveles y tendencias políticas y los factores económicos del capital y el trabajo no han superado la mentalidad rentística. La superación del Petroestado debe partir de la convicción cultural de que es por medio del trabajo mancomunado de todos los factores de producción y redes sociales que alcanzaremos el desarrollo sostenible de la Nación, en una alianza entre el Estado, el empresariado privado y las nuevas formas de asociación socio-empresarial (microempresas, pequeña y mediana industria, etc).

El modelo de desarrollo noruego ha sido el más efectivo para abortar la Enfermedad Holandesa y la Maldición de los Recursos. El país nórdico creó, primero que todo, un fondo petrolero de ahorro cuyos recursos superarán $700 millardos en 2014. Noruega ha mantenido una tasa de cambio competitiva y no sobrevaluada, ha aplicado políticas de estabilidad macroeconómica y prudencia fiscal y monetaria, ha invertido en investigación y desarrollo y no permitió que los salarios del sector petrolero excedieran los de los demás sectores no petroleros.

LA SIEMBRA DEL SIGLO XXI: EL TALENTO HUMANO Y LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

De cara al futuro Venezuela debe definir una estrategia de desarrollo sustentable a largo plazo que gire alrededor de cinco ejes fundamentales:

1.- Diseñar una estrategia integral de combate y eliminación de la pobreza, que garantice la cohesión social, la inclusión, la igualdad y la distribución equitativa del ingreso y la riqueza.

2.- Una conducción macroeconómica, financiera y monetaria equilibrada y austera, con sólidas instituciones que cooperen para garantizar la estabilidad del bolívar, elevados niveles de inversión pública y privada y crecimiento económico y empleo con baja inflación.

3.- La creación de un efectivo fondo de ahorro e inversión a la manera del Fondo Petrolero noruego, cuyos desembolsos sean autorizados por un órgano autónomo no dependiente del Ejecutivo Nacional, en concordancia con la sana administración macroeconómica y financiera del país.

3.- Una política sistemática que evite la sobrevaluación del bolívar, de tal manera de hacer más competitivas las industrias agropecuarias, manufactureras y de servicios, y no abaratar las importaciones, lo cual tradicionalmente ha obrado en detrimento de la producción nacional.

4.- Destinar la mayor cantidad de los fondos del presupuesto nacional y de los excedentes petroleros a la formación de talento humano, de manera que Venezuela se convierta en una sociedad avanzada del conocimiento y la innovación.

 

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