Opinión Nacional

La sabiduría de José Gregorio

José Gregorio Villalobos Rosillo  es un joven maracucho de ascendencia mojanera y es hermano de muchos hermanos, muchos hijos como él de una misma mamá y el papá mismísimo  y, no podía ser de otro modo en esa casa, donde me cuentan, toma café San Rafael, el de Mara, que es distinto a tantos otros San Rafaeles,  porque este es compañero de parrandas de Cheboche, el Indio Miguel, y su hija y Pedro Palmar, geniales decimistas,  de los gaiteros y muchos mas y se dedica a  improvisar décimas sobre todos los temas. A veces San Rafael se ve obligado a dar explicaciones muy complejas, tanto mas porque los marineros  tienen entre sus mejores beatitudes las sospechas, y suelen tener un loro y un perro para  cuidar a sus mujeres sin que ellas agraviadas se sientan. Y no es que el perro tenga todas las responsabilidades de impedir que don Juanes se acerquen a las rejas y ver si la soledad de la dama reclama compañía, sino porque el perro al recorrer el pueblo sabe delatar al sospechoso.  Todo buen marinero sabe bien que a quien le ladre el perro, alguna vez intentó profanar sus redes. Mientras el Loro, los loros de los marineros suelen ser cantantes y no chismosos, improvisa cuartetas menores y sin delatar a la señora, habla de sus tristezas. Y nada es más natural para zafarse de la tristeza que buscar a alguien a quien contar sus penas y recostarse escudriñando al cielo, descubriendo su alma.  Las mas compleja de estas explicaciones termina siendo como fue verdad, que verdad es, que la Virgen sea virgen antes del parto, en el parto y después del parto; pero la mas  delicada situación es cuando los marineros le interrogan sobre las justas, justas claro desde nuestro código civil,  reacciones de José, esposo de María, padrastro de Jesús, mas tarde santo. En tal situación  San Rafael siempre  les dice que  él no se ocupa de eso y reitera,  promete que su colega San Gabriel, vendrá a darles todas las explicaciones, fáciles de entender según sus palabras. Difícil si no se tiene fe.

            En ese ambiente, creo que fue creciendo JGVR y sin mayor documentación es probable que su nombre, José Gregorio, tenga alguna relación con mi paisano José Gregorio Hernández, quien de peregrinación en peregrinación  anda buscando que lo canonicen y en el cielo le recomiendan que tenga paciencia, que  sus milagros son buenos y evidentes, pero que los vínculos públicos con  María Lionza, Los santeros cubanos, haitianos, dominicanos y los nuestros, y alguno que otro brujo, le hacen compleja la situación, y, también,  a pesar de sus amigos oligarcas del viejo COPEI,  el presidente Hugo Rafael,  como es él de virtuoso, reencarnación de Bolívar con unción de Jesucristo,  habla muy bien de JGH y  esas cosas de la conspiración mediática es terrible y no se escapan ni los santos.  No se, pues,  la verdad de este hecho, pero si verdad no fuese, el propio José Gregorio Hernández  andaría feliz  buscando prudente la amistad con su tocayo, JGVR. Darían juntos alguna serenata. Pues bien, vuelto a la historia y entre tales sesiones fue  JGVR llegando a Dios a través de la música, de la poesía y armado así, con las interrogantes de la teología y de esas cosas y para saber donde está el bien y el mal, sin mayores especulaciones, se hizo magister en ciencias empresariales. El ser humano se conoce en sus proyectos!

            Este joven párroco, cumple su sacerdocio, en lo fundamental,  en la parroquia universitaria de LUZ.  Allí, casi siempre en APUZ, asistimos a sus misas.  Yo voy allí por mis propios motivos, que escribí en un poema, pero no quede duda de que asisto por muy buenas razones, una de ella, la mejor es que he vuelto a amar a Dios, no en la abstracción pura, sino en las bellas cosas que él ha hecho y que  por su inmensa pureza  es  amar la verdad, es también verla, y la  verdad es  suprema cuando reta alcanzarla en tono beige orgiástico. Así pues, cumplo con el mandato de Dios. Amo a Dios por encima de todas las cosas, pero hago de Dios mi prójimo más cercano. Y hay dos razones mas, diría trascendentales, lector. Una, es escuchar la homilía dominical de este cura, que cura. La otra,  brindar a mis ojos  la belleza de la gente buena, de la gente bella, que allí concurre para amar a Dios en el amor y en el respeto que se le rinde al cura.

            El discurso del padre, castidad en voz alta y mirada de picardía llena sin desviaciones a la lujuria, es profundo, denso, humano si por tal entendemos, la búsqueda de lo bello y bueno. La  Verdad.  $abe el Padre que la Iglesia de la que forma parte como actor corresponsable, ha incurrido en el tiempo en delitos graves, que sus vínculos con el poder la han  hecho gris y  en oportunidades  muy obscura. Lo sabe bien.  Sabe que la pedofilia,  la pederastia  están encopetadas según cardenales, obispos  la practiquen o allá abajo entre curas de aldea que en ese abominable pecado son iguales.  Sebe de la historia de la Iglesia, su papel en el mundo y acá en casa. La belleza de sus grandes conquistas, lo demoníaco de sus graves males. Sabe el Padre JGVR cuanto pesa la corrupción en todas partes, de manera especial donde mas rumia, pace, en las cúpulas de las hegemonías.  Sabe que el hambre, la inseguridad, y tantos males, tantos, la violencia en sus diversas formas, en la palabra, en los hecho, los muertos miles que año a año, mes a mes, día a día, hora a hora, habitan   nuestras calles insensibles. Sabe del abandono a la familia, de la pobreza inmensa, y todas esas cosas bien las sabe. Sabe que su Iglesia local tiene problemas graves y que es tal la gravedad de ese hecho inobjetable, que la Iglesia no tiene voz que pueda ser oída, escuchada, seguida.  Y sabe que es esa  terrible enfermedad moral, ética, política,  económica de la Iglesia es la  fuente que alimenta a Chávez, en su cuasi pornografía contra los prelados. Sabe, porque es necesario saberlo, que  muchos de esos obispos  en lugar de la verdad teológica, cristiana, se refugian en la intriga, lo soez,  y Dios desaparece de la escena. Que bueno y necesario es sacar a los mercaderes del templo y descubrir la mentira de los farsantes uniformados de sabios sacerdotes. Pero es músico y sabe el papel que juega el tiempo a tiempo.

            Y  este sacerdote, sin desconocer eso, sin desconocer su inmenso compromiso que él tiene y que de Cristo asume con integridad, sabiduría, prudencia, busca que la palabra sea el principio. Que la palabra esté llena de razón y  belleza. Que Dios es incapaz de intrigas y que si justo es su ser en sí mismo, a nadie juzga, que cada quien de sí haga un ser bueno, un ególatra, un idólatra tantas veces de su ídolo poseso, un necrofílico, un tejedor de su propio chaleco, un pornógrafo inductor de lujuria, lascivia,  un rico cultor de la avaricia o un pobre que alimenta su miseria de envidia,   un embustero, traficante de palabra y obra, porque  se puede ser embustero en la palabra y es sencillo de ver, pero es mas mayor pecado, capital,  mas dañino mentir de obra, es asumir la apariencia como verdad dejando la esencia para el vicio. Es hacer de la mentira la enseñanza para el engaño, la trampa, lo siniestro perverso, veneno destructor en la política, pócima que trae obscuridad a la familia, la orada, la pervierte.

 Este sacerdote, sabe del amor  de Cristo por los pobres, sabe de sus reclamos ante el rico.  Sabe que a Cristo lo enoja la avaricia, que tantas veces habita y guía el alma del rico;  como del pobre rechaza la envidia, que le impide crecer hacia lo bueno. Cristo no es el Mesías de los pobres, y menos el verdugo de los ricos, ni Mesías es de las vírgenes ocultas ni el terror de las prostitutas que su verdad exhiben. No es el Mesías del pío ni juez del pecador.  Es El Mesías de la humanidad toda, toda sin que nadie quede de ella por fuera. Entonces este cura, este sacerdote, que bien cura, persuade, no impone; convence, no engaña;  traduce  la verdad no manipula; no miente pero oculta aquello de la verdad que por cruda mal pueda causar, hasta  que en otra fecha la verdad pueda compartirse.  No condena al pecador, busca el convencimiento para el arrepentimiento y el perdón sinceros. No execra a las vendedoras de sexo  de lascivo plumaje sino que se interroga tal la poeta hizo: a quien es mas de culpar aunque cualquiera mal haga, al que peca por la paga que al que paga por pecar. El ojo es inocente a la lujuria solo que sin ojos no se ve. No condena al ostracismo al ateo o a quien por buenas razones de Dios duda, cuando a su consulta llega  pidiéndole la prueba de existencia de Dios, cuando la vida al hijo, al amante, a la esposa, al marido, se lleva y el dolor y la pena interrogan, descarnados tal vez, sin la belleza de la mas importante de todas las preguntas que Jesús Dios Cristo hizo, Padre porqué me has abandonado.

            Este sacerdote sabe acercarse al alma y sin manipularla buscar todo cuando bello haya en ella, para hacerla crecer o si perversidad encuentra,  buscar las formas para con Dios salir de ella. Y este cura, cura, sabe que a Dios le habla mejor la música. Que tantas oraciones del rito se repiten como tantos repiten sin saber, comprender, decir nada y así como al amor lo mata la rutina, la oración muere cuando no tiene vida. En cambio, la palabra que es música, que es poema, no importa cuanto diga,  Dios sabe que es música y la música es bella, sana y buena. Sabe este cura que la desnudez del alma y del cuerpo son amadas por Dios por ser la verdad de cada quien, por definirse ante Dios tal como soy, tal como somos. La vida, la verdad, está en el canto, en el poema. 

            No se alarme si ni canta, ni silba, la música que Dios mejor escucha se ejecuta con la verdad del alma.  

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