Curas pedófilos, alimentos podridos
La Iglesia enfrenta, tardíamente, un grave escándalo a raíz de múltiples denuncias sobre abusos de tipo sexual cometidos por sacerdotes católicos en perjuicio de menores, puestos bajo su responsabilidad y autoridad en institutos educacionales. Las denuncias fueron ignoradas por muchos años, los altos dignatarios eclesiásticos optaron por no darles curso. Cuando mucho, trasladaban al cura transgresor a otra parroquia, sin investigar a fondo ni producir la imprescindible Justicia. Pero “tanto va el cántaro al agua hasta que al fin se rompe”, llegó el momento en que no pudieron seguir haciendo lo del avestruz, las crecientes presiones en diversos países donde ocurrieron las faltas les hicieron sacar las cabezas del hoyo en el suelo y asumir el serio problema.
Varios argumentos han sido usados buscando reducir la gravedad del asunto. El que aparentemente rinde mejores dividendos es una versión manipulada del contraste entre “ver el vaso medio lleno o medio vacío”, es decir, poner el énfasis en la mayoría de los curas activos, que cumplen labores evangelizadoras, educativas o asistenciales en todo el orbe, para disminuir o eliminar la mácula generada por la minoría que dio rienda suelta a sus perversiones y abusó de la inocencia e indefensión de los niños que a ellos fueron confiados, no precisamente para servir de objetos sexuales, sino para seguir y profundizar la labor de formación que sus padres y familias cumplían en los hogares.
Mal puede la Iglesia evadir las denuncias, como lo hizo durante mucho tiempo. Debe proceder responsablemente a: 1º investigar a fondo, 2º excluir de su seno y poner a la orden de los respectivos tribunales a quienes resultaren implicados, 3º disculparse formal y públicamente con las víctimas y sus familias, así como resarcir los daños que indudablemente ocasionaron estas “ovejas negras”, aunque sean una minoría. Es probable que haya casos no denunciados, no sólo de pederastia sino de otros abusos de naturaleza sexual en perjuicio de personas sometidas a la “autoridad” eclesiástica del que esperan se comporte como un pastor de almas, y no como un padrote abusivo, y refiero el mal ejemplo, la reprochable conducta del Obispo Lugo en Paraguay, sobre quien pesan varias denuncias por seducir, preñar y negar la paternidad.
En Venezuela, a consecuencia del empeño en reproducir la política económica que llevó al colapso a la URSS, ese capitalismo de Estado que sofoca las iniciativas privadas y las substituye por improvisaciones y corruptelas de toda índole, desde el año 2007 fueron aumentando exageradamente y sin control las importaciones de alimentos y medicinas, hasta constituir ese cáncer con metástasis que supura podredumbre en miles de containers abandonados en diversas localidades. La cantidad de alimentos dañados ya supera las ciento treinta mil toneladas sólo en comida, 130 millones de kilos con los cuales no sólo pierde el país una inmensa fortuna (en dólares que le son negados a los que pueden y saben importar de manera eficiente, pero no comulgan con los planes de exterminio, de estos neocomunistas asesorados por los responsables del absoluto fracaso ocurrido en Cuba), sino que se mantiene en la desnutrición a decenas de miles de niños y adultos que hubieran podido beneficiarse con esa comida, que el gobierno rojo rojito dejó descomponerse.
La respuesta del sector oficialista (Gobierno, Asamblea Nacional, Defensoría, Contraloría, Fiscalía, etc.) ha tenido -como la Iglesia- dos vertientes; Primero optaron por ignorar las evidencias, pederastas allá, acá sucesivas apariciones de containers y su respectiva carga de alimentos podridos, (con lo que incurren en delito, al no proceder a investigar por Noticia Críminis los múltiples casos de importaciones de alimentos que se dejaron perder), luego procedieron a regar un argumento similar al que utiliza una porción de la iglesia para minimizar la gravedad de los hechos denunciados, declaran que las 130.000 toneladas de alimentos importados que se dañaron son “apenas” una parte de lo mucho que han traído y distribuido en la red Mercal y PDVAL, sumándole cinismo y estulticia al crimen que cometieron todos los funcionarios involucrados, especialmente el presidente que ordena y avala la compra sin justificación ni control –previo y posterior-, y los altos capos de PDVSA, con Ramírez incluido, puesto que la más absurda de las improvisaciones llevó a una de las primeras empresas petroleras a nivel mundial, a ser una súper bodega mal gerenciada, generando milmillonarias pérdidas en ambos negocios, el petrolero y el importador de alimentos, medicinas y otras menudencias, que se prestan para turbios negociados en los que el país pierde, pero unos cuantos “revolucionarios” se enriquecen a corto plazo.
La Iglesia no puede utilizar la positiva labor de los sacerdotes y monjas que cumplen bien sus funciones en escuelas, refugios y hospitales, para tapar las gravísimas faltas que cometieron los curas, aunque sean una minoría, quienes con sus abusos sexuales dañaron no sólo a sus innumerables víctimas -inocentes menores al momento de suceder los hechos denunciados- sino que también perjudicaron la fructífera obra de las monjas y sacerdotes cuya generosidad y eficiencia deba ser reconocida. Tampoco se debe aceptar que un Gobierno corrupto e incapaz, pretenda esconder la podredumbre que deriva de la pésima administración de los dineros que son de todos nosotros, tras el discurso presuntamente redentor, demagógicamente populista, que coloca al “pueblo” como el destinatario de malsanos ataques, cuando en realidad se trata de denuncias muy responsables y concretas, señalando diversas formas de malversación, por parte de una elevada cantidad de funcionarios de altos niveles (no el “chinito de RECADI” con el que pretenden tapar este escándalo, uno de los más recientes, no el único ni el último). Nadie acusa ni ataca al pueblo, las denuncias tienen forma, nombres y apellidos, se trata de jerarcas del oficialismo, incapaces y corruptos.
Esa argumentación fallida que utilizaron voceros de la Iglesia romana y del Gobierno chavista, demuestra su inconsistencia si la extrapolamos a una situación en que tres criminales dispare a mansalva en una sala de festejos o en una discoteca, matando a doce personas. ¿Aceptaría la Opinión Pública una declaración que restase importancia al hecho, alegando que no fueron asesinadas las restantes 252 personas que estaban en ese local, que los 12 muertos son apenas el 4,54 % del total? ¿Si ese trío estuviera conformado por inscritos en una Universidad o Club, sería válido rechazar las acusaciones por asesinato en primer grado, tildándolas de maniobra mediática que busca desestabilizar a esa Universidad o Club…?
Ni siquiera la irrespetuosa y caprichosa manipulación de los restos del Libertador Simón Bolívar, va a desviar la atención de la absoluta mayoría, respecto del grave caso de corrupción encerrado en la Importación, Almacenamiento y Disposición irregular (donación al sufrido pueblo de Haití, entierros a escondidas, etc.) de ciento treinta mil toneladas de alimentos comprados con dinero del pueblo venezolano, sin que siquiera un kilo de toda esa comida haya ido a satisfacer necesidades reales en el hogar de algún compatriota. Qué ironía, los que lograron el respaldo electoral en 1998 bajo la consigna de erradicar la Corrupción, la Ineficiencia, el Sectarismo, la Demagogia, el Populismo, el Asistencialismo y el Abuso de Poder, hacen palidecer las faltas de AD y COPEI, cuyos desmanes, crímenes, violaciones a las Leyes y los Derechos Humanos, y muy especialmente hechos de Corrupción, fueron obviamente inferiores a los delitos que ahora comete la tribu sesentosa-militarista enquistada en Miraflores. Parte del remedio a esta insoportable situación la tendremos si votamos responsablemente el 26S por la recuperación y el perfeccionamiento de la Democracia, que los rojos rojitos pretenden desplazar completamente, para colocar en su lugar una franquicia de la fracasada dictadura castrista-estalinista que lleva 51 años destruyendo a Cuba.