Opinión Nacional

La inversión del símbolo

Sin entrar en el análisis del surgimiento de los mitos colectivos y de aquellos que en su nombre los utilizan, pero sí en el terreno de las analogías políticas, ésta en particular que abordo a continuación, presenta rasgos interesantes por el uso esotérico de los símbolos para el empoderamiento de un caudillo, en este caso, el de Hitler y el nazismo.

Desde sus inicios, el nazismo estuvo plagado de ideas esotéricas. Michel Tournier (Le roi des aulnes) narra la jornada trágica en que terminó la conspiración e intento de golpe de estado de 1923, en la que Hitler conservó la bandera estampada con la cruz gamada, empapada en la sangre de los caídos (die Blutfahne) y que, a partir de 1933, era exhibida dos veces al año, los 9 de noviembre, para celebrar el fracasado golpe de estado con una marcha sobre la Feldherrnhalle de Munich, pero sobre todo en septiembre en ocasión del Reichsparteitag de Nuremberg que constituía la cúspide del ritual de masas del partido nazi. “Entonces, cual genitor que fecundase a una sucesión indefinida de hembras, la Blutfahne era puesta en contacto con los nuevos estandartes que aspiraban a la inseminación del Führer. El gesto del Führer, dando cumplimiento al rito nupcial de las banderas, es el mismo del reproductor guiando con su mano la verga del toro en la vía vaginal de la vaca”. (M.Tournier).

El tema recurrente del discurso de Hitler, versaba sobre “el mandato que había recibido del pueblo, para sacarlo de su esclavitud y liberarlo”, la “defensa de la Sangre y de la Tierra” (Blut und Boden), idea representada por los colores rojo y negro de la bandera nazi, así como la voluntad de “una Alemania sólo para los verdaderos alemanes”, ya que los que no eran nazis, eran considerados alimañas, gusanos, piojos, escoria que deberían ser aniquilados. Para cumplir con ese propósito, la gnosis nazi se alimentó de toda una suerte de símbolos ancestrales y héroes de un pasado mitológico, así como de elementos sincretistas inspirados en diversas religiones y creencias.

El castillo triangular de Wewelsburg

Entre otras inclinaciones providenciales, Hitler se creía ungido de poderes sobrenaturales, de allí que ordenara a Himmler la creación de la Ahnenerbe o secretaría para estudios de ocultismo, encargada de localizar y traer a Alemania reliquias y talismanes como las Calaveras de Cristal de los Mayas, la Piedra del Destino o roca de Jacob (actualmente en la abadía de Westminster en Inglaterra y usada en la coronación de los reyes), la Lanza de Longinos (Viena), el Santo Grial (Francia) y el Arca de la Alianza, para empoderar al Führer y a su “mandato de mil años”. De allí, que Himmler creó para satisfacer el delirio de Hitler y sus SS, un verdadero centro esotérico con jerarquía en base a círculos de lealtad y rituales negros, ubicado en la fortaleza de Wewelsburg.

En febrero de 1935, Himmler lo concibió como el lugar propicio para el establecimiento de lo que luego sería conocida como la “Orden Negra”. Para su reconstrucción, implementó en 1939, en las cercanías del castillo, un campo de concentración con prisioneros traídos de Berlín. La mayoría de estos, obligados a trabajar día y noche, murieron en la obra. El punto central de las edificaciones de Wewelsburg sería el Obergruppenführersaal, lugar donde se levantaban trece plataformas en torno a una mesa tallada en piedra bajo una bóveda que lucía una esvástica. Directamente debajo de ésta se encontraba una especie de templo llamado el “vestíbulo de los muertos”, lugar donde se conservaban los restos de antiguos héroes, utilizado para la realización de rituales y sesiones de magia negra, sirviendo a la vez de escenario para la iniciación de los escogidos. 

Entre  las muchas ideas que surgieron de ese “templo”, la más demencial fue la del genocidio judío. Según Francis King, experto en ocultismo, la política de Hitler se correspondió con el comportamiento de un ser que ha pactado con los poderes del más allá (l‘Au-delà). La esencia de ese pacto es la muerte y se expresa en la perversidad, la sangre y la destrucción.

La Orden Negra

El símbolo de la muerte lo usaron las SS (Shutz Staffel o Tropas de protección), después rebautizadas como Stosstrup Hitler (tropas de asalto de Hitler), conocida como “Orden Negra” u “Orden de la Muerte”. Teniendo como insignia la calavera sobre unos huesos cruzados (Totenkopf) y un extraño culto ceremonial a la muerte para la iniciación de sus integrantes. Se convirtieron en el símbolo del terror y la represión junto a policía secreta del estado, la GESTAPO (Geheime Staatspolizei) adscrita a las SS. La Orden Negra en todo el sentido maligno que se le puede atribuir a tal título, fue una organización paramilitar al servicio directo y bajo las órdenes de Adolfo Hitler, que tenía como misión la protección del Führer, del partido nazi, así como la reseña, persecución y exterminio de judíos y disidentes.

El símbolo devora al portador

Los símbolos tienen repercusiones insospechadas en la psiquis de un individuo, de un grupo o de una sociedad. De allí, que la prudencia enseña a no desvirtuarlos. Llama la atención, en el caso del nazismo, que los símbolos que emplearon para la destrucción del viejo orden y la instalación a perpetuidad del III Reich, se revirtieron contra ellos mismos.

La cruz gamada, “Swástica” en sánscrito, era un positivo y poderoso símbolo solar, eje del mundo y de la vida del misticismo hindú y de otras culturas protoeuropeas, pero al ser copiada por los ideólogos del esoterismo nazi, fue adulterada deliberadamente al cambiar de dirección la rotación de los brazos, transformándola en un símbolo de destrucción y muerte. El gran oficiante de ese culto, el poseedor de estas “verdades” esotéricas, el visionario del futuro “Hombre Nuevo” y de una nueva “raza de superhombres”, el Führer quien, a la vez, encarnaba al Pueblo, al Estado y Partido Nazi, al cumplir 12 años su régimen de terror vivió su propio fin entre los escombros incendiados de la otrora poderosa Alemania, suicidándose en un oscuro bunker. Según Tournier, “la inversión maligna del símbolo devoró al portador. El símbolo ultrajado se convierte en diábolo y en desgarramiento, pues hay un pavoroso momento en que el símbolo ya no acepta ser llevado por una persona y devora al portador”.

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