La Batalla de Matasiete
(Narración épica de Enrique Prieto Silva en la fecha aniversaria)
Los margariteños celebramos el 31 de julio un acontecimiento histórico que logró mantener a Margarita como el símbolo de la libertad, que mantuvo y no dejó morir la “Primera República”
En la historia militar de Venezuela, la «Batalla de Matasiete» está signada, como uno de los actos mas gloriosos, donde la valentía del pueblo neoespartano aportó un triunfo que incidiría grandemente en la reconquista de la República.
!En Matasiete, la piedra de David derrotó al gigante Goliat!. Y con esta derrota, honraron su nombre: Francisco Esteban Gómez, Joaquín Maneiro, Policarpo Mata, Rafael Picaso, Pablo Ruiz, Juan Bautista Cova, Antolín del Campo, Juan Esteban Figueroa, José Sarmiento, Juan Bautista Espinoza, Felipe Villalba, y muchos héroes más de de la Isla Valiente.
Margarita en la República
Después del grito libertario del 19 de abril de 1810 en Caracas, desde el 4 de mayo se encendió la llama de la libertad en la tierra insular, para convertir a Margarita en la provincia que en los años siguientes al inicio del movimiento emancipador, mantendrá con su heroísmo el calor de la Independencia.
Con la pérdida de la Primera República en 1812, el generalísimo Francisco de Miranda intuye la importancia estratégica y el papel que jugaría Margarita en el desarrollo de la Guerra de Independencia. Por ello, al capitular ante Monteverde en San Mateo, trata de mantener a Margarita como bastión patriota, pero se frustra ante el férreo régimen capitular impuesto por el dominante realista. De este pacto obligado en la guerra, después de la capitulación son enviados a las prisiones de La Guaira y Puerto Cabello los valerosos oficiales de la tropa nativa, encabezados por el comandante de las Fuerzas Libertadoras de Margarita, el coronel Juan Bautista Arismendi, quien puesto en libertad, es delatado de mantener sus ideas libertarias, y al llegar a Margarita vuelve a ser hecho prisionero y encarcelado en el castillo de San Carlos de Borromeo.
El Camino de la Gesta
En la noche del 12 de junio estalla un movimiento insurgente en Santa Ana del Norte, donde emerge la figura de quien será el nuevo prócer que sustituirá a Aris-mendi, en la epopeya. Es el intrépido Francisco Esteban Gómez, otrora sacristán mayor de su pueblo natal, quien asume el mando como gobernador y jefe de las Fuerzas Patriotas de Margarita.
La acción insurgente en toda Margarita, obliga a Pascual Martínez, el gobernador realista, a refugiarse en el castillo de Pampatar, quien utiliza al general Arismendi como garantía para su capitulación, pero luego de liberado éste, Martínez fue ajusti-ciado.
¡MARGARITA SIGUIÓ SIENDO LIBRE!
La Asamblea de la Unidad
El año de 1813 se inicia solo con Margarita libre del yugo español.
El 11 de enero, el general Santiago Mariño, junto con los hermanos Bermúdez y Piar, desde Chacachacare, insurge en Oriente con el apoyo de Arismendi, empren-diendo la «Campaña de Liberación de Oriente».
El 1º de abril, Bolívar inicia la «Campaña Admirable». El 15 de junio dicta el «De-creto de Guerra a Muerte». Entra triunfante a Caracas el 7 de agosto y el 14 es nombrado Capitán General de los Ejércitos y ratificado con el título de Libertador.
El 6 de mayo, en asamblea de notables en Santa Ana del Norte, es reconocido El Libertador como «Jefe Supremo de la República» y Santiago Mariño como su segundo. Allí se proclama para la perennidad, a la República de Venezuela como «una e indivisible».
En 1816. Bolívar sale de Margarita, fracasa en Ocumare y es desconocido por sus compatriotas. La anarquía impera en el Ejército patrio. Las operaciones militares carecen de unidad y concierto. El pernicioso ejemplo de insubordinación de Mariño y Bermúdez en Guiria, al desconocer su autoridad suprema y arrogarse el gobierno y el mando del Ejército, había desconcertado en las provincias orientales la poderosa reacción de los patriotas.
Bolívar retorna a Haití, para regresar luego a instancia de los margariteños. Entretanto, Arismendi organiza la defensa de la Isla, hasta que Margarita quedó libre, y después de arrojar de la Isla los últimos reductos españoles, al mando de 400 insulares, se dirigió a tierra firme.
Mariño, con el mando supremo de la República y auxiliado por Bermúdez, sitia a Cumaná en combinación con la escuadrilla margariteña organizada por Arismendi.
Manuel Piar invade la provincia de Guayana y triunfa gloriosamente contra La Torre en «San Felix» el 11 de abril. Con este triunfo, Guayana queda en poder de los patriotas.
En su viaje de retorno a Venezuela, Bolívar llega a Margarita, donde encuentra al general Francisco Esteban Gómez encargado del gobierno civil y militar de la Isla. Reemplazaba a Arismendi quien cumplía su Campaña en tierra firme.
Semblanzas del Enemigo
En el otro bando, el brigadier Canterac, a su paso para el Perú, cumplía órdenes del gobierno español de auxiliar a Morillo en la reconquista de Margarita. Con una división de 2.800 veteranos, llegó el 19 de mayo al Morro de Barcelona.
Morillo, conocedor de la noticia, les ordenó seguir hasta Cumaná. Se reúnen a principios de junio. Abren operaciones en Paria. Ocupan en pocos días todos los pueblos de la costa y junto con Canterac y Aldana se dirigen a Margarita con mas de 3.000 hombres.
Margarita era la Isla rebelde, donde la República contaba tan solo con unos 1.300 hombres mal armados, apenas dos centenares de caballeros y pocos artilleros. Los habitantes de Margarita, temerosos de la invasión, habían abandonado la Isla con todas las armas y municiones en 23 buques de la escuadrilla de Brion que se dirigía al Orinoco. Solo los que quedaron y lucharon, hicieron digno el nombre que el Congreso de Cariaco dio a este valeroso pueblo el nombre de: «Nueva Esparta».
El 15 de julio Morillo desembarca en Los Varales, frente a Punta de Mangles. Aquí le cierra el paso el jefe del estado mayor de Gómez, el coronel Joaquín Manei-ro, con 400 infantes y 50 caballeros. Con valentía, luchan contra la gran masa del enemigo y durante cinco días se esfuerzan en un movimiento de repliegue, siempre amenazantes.
Conocedor Morillo de la valentía y tenacidad de los margariteños, les dirige una proclama amenazante, para que se sometan nuevamente a las armas del rey: -decía así la proclama: «si los traidores de Barcelona acabaron con su miserable existencia, en esta Isla desleal no quedarán ni cenizas, ni aún la memoria de los rebeldes que despreciaron la piedad del soberano y se empeñaron en su extermi-nio». Con esta proclama, Morillo intima al gobernador Francisco Esteban Gómez al sometimiento de la Isla, pero éste, con energía, y a pesar de sus escasos medios, con altivez responde a la proclama: «si V.E. fuere vencedor, se hará señor de los escombros, de las cenizas y lúgubres vestigios que quedarán de nuestra constancia y valor. Con ellas se complacerá su titánica ambición; más no con dominar la Isla de Margarita, ni menos a sus ilustres defensores.»
A este exordio, más de 4.000 paisanos de todas las edades, sexo y condición so-cial corren a La Asunción y Pampatar en busca de armas, pero no las encuentran y es aquí donde se hace presente el espíritu del David para luchar contra el Goliat. Recogen piedras que amontonan en los resaltes montañosos, para arrojarlas al avance de los invasores. Obstaculizan con zanjas las vías de acceso. Fortifican con trincheras las crestas defendibles y con todo cuanto pudiera servir de armamento, se aferran a sus soldados patriotas para ayudar en la defensa. El objetivo: «destruir al invasor.»
El coraje del margariteño y las remembranzas del pasado glorioso de anteriores lides, insuflan en Gómez la mayor valentía, y lo comprometen a luchar sin desmayo hasta vencer. Era esta Campaña su mayor prueba de fuego como gobernador y como militar. En su decisión y arrojo se jugaba Margarita el mote de «Valiente Insula» y de la estirpe que más tarde recordará a Esparta.
Ante la enérgica respuesta de Gómez, Morillo hace desembarcar la División de Aldana. Compuesta de 1.200 realistas y el 22 de julio marchan hacia Porlamar, fal-deando los cerros y apoyados con la artillería marina, hasta ocuparla.
Gómez, demostrando dotes de gran estratega, reta a Morillo a internarse en su propio terreno insular, con el fin de alejarlo en tierra del alcance de la artillería de la Escuadra. Esto puso temeroso a Morillo, quien ducho en estrategia, no cayo en la de Gómez y se mantuvo bordeando la costa hasta tomar Pampatar.
Los dos puertos orientales de la Isla, estaban en poder de Morillo. Su poder béli-co se fundamentaba en la artillería naval, surta en los puertos, pero su objetivo in-mediato era la Plaza de La Asunción, sede del Cuartel General de la Isla, que lo conduciría al principal objetivo, El Portachuelo, que le permitiría dividir y dominar las dos porciones de oriente y occidente de la Isla, desde la Serranía de El Copey.
La Batalla
Sabía Morillo, que mientras existiera libertad de acción para la infantería terrestre, por muy precaria que fuera su táctica y su armamento, siempre le aventajaría en la toma de la iniciativa para la acción.
Sabía también, porque es conocimiento básico de cualquier hombre de las ar-mas, que el enemigo que iba a enfrentar, era un puñado de valientes, desconocedores de la táctica y de la estrategia militar, pero cargados del entusiasmo y de la prudencia que da al débil el resguardo de su vida y el deseo de libertad. Era un puñado de soldados duchos en la escaramuza guerrillera y en el combate cuerpo a cuerpo. He aquí el fundamento del patriota: valor y astucia, contra la masa y la fuerza.
La doctrina militar enseña, que en una aproximación de valle, el mejor eje de avance es aquel que ofrece la mejor observación, transitabilidad a campo traviesa, una red de caminos, campos de tiro, cobertura, encubrimiento y dispersión. En oca-siones, el mejor eje de avance puede ser el de los declives de una serranía que esté debajo de las crestas militares, en vez del fondo del valle.
Así, en la noche del 30, luego del crepúsculo náutico vespertino, Morillo avanza para ocupar posiciones en las alturas de Matasiete, donde pudiera instalar una de-fensa previa, aprovechando las ventajas del terreno. Aquí mismo, tendría su atalaya y el dominio del valle de La Asunción. Con una fuerza superior 3 a 1, y un poder de fuego mayor. Con visión militar, sería fácil el desgaste del atacante margariteño desde una posición defensiva, para luego destruirlo con un contraataque.
Antes de despertar el alba del jueves 31, Morillo se instala en su posición defen-siva, para luego de un breve descanso, con el inicio del crepúsculo náutico matutino, emprender el avance hacia La Asunción. Es evidente, que el camino, militarmente estaba despejado. Los obstáculos artificiales preparados para la defensa margariteña, que pudieran impedirle su avance, eran precarios y escasos. Solo los obstáculos naturales; lo agreste del terreno, y el desconocimiento que de él tenían las tropas invasoras, favorecían la defensa patriota.
La inteligencia militar patriota, había funcionado durante toda la noche en base de informaciones sobre el avance de Morillo. La suerte estaba echada, no quedaba más que luchar para vencer o morir; o ser subyugados por el enemigo.
Siempre se ha dicho, que la sorpresa es la mejor aliada del atacante y es también el mas preciado de los principios de la guerra. Solo la ofensiva conduce a la victoria. Por ello, prevalido del conocimiento del terreno, del valor insuflado de sacrificio que tiene el pueblo-soldado margariteño, Francisco Esteban Gómez ordena el ataque.
Se estima que eran las 8 y media de la mañana cuando se inician las operacio-nes, en un teatro de la guerra sin límites, donde en todo momento se confundían atacantes y atacados. Un teatro de operaciones sin frente, donde la guerra de gue-rrillas surtió su verdadero efecto.
Después de siete horas de encendido combate, recibe el parte Morillo: 200 muer-tos y 400 heridos. «Este combate fue sangriento y tenaz <diría mas tarde Morillo>. Los rebeldes se batieron desesperadamente… Y estuvieron tan obstinados, que a pesar de las repetidas pérdidas que sufrian en las cargas de su caballería, volvían a los ataques con tal furia, que muchas veces estuvieron mezclados con los cazado-res». El día siguiente Morillo derrotado se retira a Pampatar.
¡Una vez más, Goliat había muerto de manos de David!.
El 31 de julio de 1817 quedó sellada la unidad de un pueblo por un ideal común: el ideal de la libertad.
¡Gloria a Margarita!. ¡Gloria a Nueva Esparta!. Corona de nubes que da Ma-tasiete…» recogerá en su letra el himno del Estado.
DESPUÉS DE LA BATALLA
El general Gómez, héroe de la Batalla, dirigiría este mensaje al ejército insular.
«!Soldados¡, llegó el tiempo, que llenos de triunfos y consideraciones volváis al seno de vuestras familias a descansar de las tareas pasadas. Mucho os encargo el cuido de vuestras armas, y que siempre que la patria os necesite de vuestros servi-cios, voléis en su auxilio»…
«!Soldados¡, tened presente y decid con orgullo, que os encontrasteis en la me-morable acción del 31 de julio, y gloriaos siempre de pertenecer al ejército de Mar-garita, que en el año del 17, supo humillar la arrogancia y la altivez de Morillo.
!Viva la patria¡..! Viva la libertad¡.
(Discurso pronunciado en el “Cerro de Matasiete” lugar de la Batalla un 31 de julio)