Opinión Nacional

Un Nuncio venezolano

La congregación de un obispo católico no me estimularía la dedicación de una nota en esta medio si no fuese  porque el mismo se trata de un Venezolano que tuve la oportunidad de conocer y establecer una amistad  en su condición de  diplomático del estado de la ciudad Vaticano. Se trata de  Monseñor Parra Peña  a quien la vida lo llevo por circunstancias del  sacerdocio a ser parte de ese  cuerpo diplomático  mientras nosotros éramos parte del servicio exterior del país. El papa lo reconoce al ordenarlo como Obispo  y especialmente  significativo  es designarlo como Nuncio Apostólico en Pakistán.

En términos diplomáticos fue ascendido al rango de Embajador luego de una extensa trayectoria diplomática en diferentes países. Tuve la oportunidad coincidir con él en Ginebra en donde pude constatar  su buen juicio  y hombre preparado para las tareas inherentes a sus responsabilidades, incluyendo la extraordinaria capacidad para relacionarse con facilidad ante los delegados de otros gobiernos y autoridades. Recuerdo que siempre jocosamente  le decía que lo deberíamos reclutar para la Diplomacia Venezolana. Ripostaba  que representaba no solo a un estado, el vaticano, sino también a  su  credo, y  por supuesto decía, con mí  marcado acento también  a los zulianos. Por suerte no lo logramos reclutar en aquel entonces  para las filas  de nuestra   diplomacia profesional. Seguramente la abría terminado antes de los tiempos establecidos al igual que muchos de sus coterráneos que eligieron servir al estado venezolanos en las  relaciones internacionales.

Tuvimos la oportunidad de reflexionar   y conversar mucho sobre la situación mundial y los distintos acontecimientos en Venezuela. Siempre  dio la impresión que su preparación profesional y vocacional era excelente. Hombre equilibrado, de gran espiritualidad y lleno de nostalgia por su patria de origen y especialmente por su estado natal el Zulia. Era admirable ver a un hombre poliglota  que podía compartir por igual ante  las exigencias de la diplomacia y con gran humildad también añorar sus años como párroco del Mojan un  pintoresco  pueblo del estado Zulia.

En una oportunidad me invito para que conociera  la Academia Pontificia Eclesiástica  de Roma en donde se había formado. Exigente institución que forma  sacerdotes  durante cuatro años para engrosar las filas de la diplomacia. Seis papas   se han formado en esa casa de estudios desde su fundación en 1701. Edgar se convirtió en el primer egresado venezolano de esa Pontificia institución, así como en un diplomático de carrera distinguido que hoy meritoriamente es destacado como el primer  venezolano que llega a ser Nuncio Apostólico.

Lo espera una   tarea compleja en el   corazón de un país Islámico que  tiene exigencias  diferentes a cuando se sirve en un país Católico. Sin duda hará un excelente trabajo y dejara profunda huella gracias a su perseverancia y calidad humana. Sabemos  que también  sus pensamientos y oraciones independientemente de sus responsabilidades recordaran siempre los anhelos   y necesidades de  su patria.

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