Opinión Nacional

Ciudades maltratadoras

No es extraño encontrarse con que quienes se ocupan profesionalmente del tema de las ciudades, no importa desde cuál punto de vista, suelan verlas como sujetos pasivos cuyas cualidades o defectos son consecuencia de la acción de terceros, resultando de ello una percepción de la ciudad como un simple artefacto, como mero hecho físico. Es el caso, particularmente, cuando se habla de ciudades maltratadas, adjetivo este último que aparece cada vez con más frecuencia al hablar de las ciudades venezolanas, identificándose como culpables a unas autoridades cuya incompetencia e irresponsabilidad las habría relegado durante años al atraso y la decadencia, y también al ciudadano -el otro desde luego, nunca nosotros- que de tantas maneras abusa de ella.

      Pero también es posible una perspectiva diferente: la ciudad como sujeto activo cuya existencia produce efectos sobre terceras personas. Así, en un reciente taller organizado por la Alcaldía Metropolitana de Caracas dentro del proceso de elaboración del Plan Estratégico, apareció la idea de las ciudades maltratadoras, es decir aquellas que le hacen difícil la vida a los ciudadanos, que les niegan posibilidades, que los torturan. Esta variante implica el riesgo de achacar la culpa a la propia ciudad, como cuando se afirma: “esta ciudad es ingobernable”.

      La verdad es que toda ciudad maltratada es a su vez maltratadora, aún cuando hay ciudadanos, en primer lugar los niños, los ancianos y los minusválidos, que sufren esa segunda condición con más intensidad que otros. No siempre, sin embargo, ellos la perciben porque asumen que es lo natural y optan por la resignación, de modo que aunque a juicio de quien escribe ambas percepciones son equivocadas -porque yerran al identificar la causa- asumir la segunda constituye un avance indudable desde el momento en que entiende que en definitiva la víctima del mal funcionamiento urbano es un sujeto concreto, el ciudadano, y no ese sujeto difuso que en definitiva termina siendo la ciudad.

      Pero la cuestión está en que si se quiere evitar caer en la resignación -así sea una resignación indignada- la condición indispensable es superar la visión de la ciudad como artefacto y entenderla como un proceso social o, si se prefiere, como una construcción de sus ciudadanos. Maltratada o maltratadora, ella es, al final, el resultado de la sociedad que la produce, aunque por lo común los ciudadanos hayan sido puestos al margen del correspondiente proceso de toma de decisiones. Un paso indispensable para superar esa situación, para estimular la responsabilidad ciudadana en la construcción de ciudad, es la apertura de un debate amplio y permanente que ahonde en las distintas facetas del tema. Una alianza entre las alcaldías y las universidades sería seguramente un eficaz vehículo para el logro de un objetivo como ese.

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