Máscaras, cáscaras, personas
I.- Ese sujeto tan de pila y bautismo que llamamos “nosotros” y que no existe en verdad sino como plural abstracción indebida, no es menos que una mentira solapada tras el follaje de la supuesta supremacía del lenguaje que, presuntuoso, no acepta ir más allá de un quítame este punto de aquí, trasládame esta coma, con “b” de burro animal, y otras menudencias de género, número o prosodia. En todo caso sabrá de estos menesteres, que no yo, mi dilecto vecino Alexis Márquez Rodríguez, un venezolano ejemplar que se ha pasado la vida toda preocupado, cura él, por enseñarnos a escribir, leer y pensar.
Afirmé entonces, en digno párrafo anterior, que no hay nosotros ni siquiera en el Zulia donde cualquiera puede llamarse Aspirina de Cabeza o Branquiosaurio Pérez; que además ese conglomerado me suena a Poliedro, y basta de argumentos. Existen sí, el yo, el tú y el él, y casi que en el límite de la extravagancia, acepto tragando grueso, el ustedes o el ellos, como quien envía una carta por correo; pero reitero que ese “nosotros” ni de vaina, porque ni siquiera para tener frío; “hace frío” es comunismo abstracto, “tengo frío” es capitalismo real. Es como si dijéramos “nosotros los abajo firmantes tienen hambre o requieren de un triciclo”. ¡Bola!
El nosotros del que les hablo sirve para pedir cacao, fiao, para arroparnos sin preguntar siquiera a la cobija. “¿Nos da permiso para usar el baño?” cual si fueran varios uno solo. Y tal vez. Lo cierto es que “nos deja agarrar unos mangos” es como Padre nuestro que estás en los cielos en mitad del desierto, a saber, miedo de cajón. Ese nosotros, (franelitas y cachuchas carmesíes regaladas, ¡ay, qué chévere!, país de mendigos, pedigüeños, petroleros), no tiene identidad; inexistencializa, reafirma como asistenciados y despreocupados por la libertad no en abstracto sino en la vida cotidiana y mire que la estamos perdiendo. ¿Será mucho lambucear?
Nos es pues un no plural que además de pretencioso don nadie estirado y sin bolsillo es. Igual podría decirse del ustedes o de ellos; quiénes son ustedes que me leen; y en el caso de ellos es un neutro, abstracción, una localidad inauditable, un desperdicio; todo depende. ¡Mamá, yo no fui yo, mamá, fueron esos ellos!, como decía el más bolsa de la cuadra que todavía lo es pero peor y no por malo sino por bruto.
Entonces quedamos, tal vez, en que nosotros, ustedes, ellos, no son más que una inexistencia, gelatina incolora, modorra modosa e insípida, que sirve para darle consistencia a un discurso muy en el estilo de “yo no soy yo, nosotros, el pueblo, la clase obrera, no somos machos pero sí muchos, fulano camarada tú muerte será vengada” y otras sinvergüensuras de peor talante que tienen su publico, no vaya usted a creer. Y ahora viéndolo bien se me ocurre que ese nosotros, vosotros, ¡joder!, y ellos, representa una apropiación indebida, un atraco a mano desarmada, a lápiz y lengua, con la que se pretende, y logra comúnmente, esquivar el bulto de la responsabilidad a través del inercia del lenguaje que está hecho para eso; o es que usted, que es un yo del otro lado, creía que el idioma estaba hecho para lo excelso u honorable, pues se equivoca. El idioma es de cada uno y de todos toditos, no de rojos y rojitos como quieren fijar los purpúreos nos llamemos.
Abreviando que es casi un abrevar, estos sujetos colectivos, lo cual decirlo resultaría redundancia patriótica, constituyen una invasión permisada para que lo mío sea suyo y lo de aquél de otro; de ellos. “Se nos murió Pablera”, como si el fallecido o fallecida fuéramos nos, parte de. “Nuestro hermano José se nos falleció ayer”. ¡Don Cojones de la Mancha “Ese bolero es mío” como solfeaba el grande Javier Solís. ! Exprópiese!
II.- Toda la serpentina y el papelillo que se ha desparramado en estas líneas pretende explicar y justificar la radiografía del disfraz, que a diferencia de la taxidermia en nada se parecen. Ni en método ni en objeto. La una quiere, como lo expresó John Smith, (taxidermista al servicio del Museo de Ciencias Naturales de Caracas desde el año de 1939, en su libro “Cursillo de Taxidermia en diez lecciones”, publicado por la Escuela Técnica Industrial (ETI) en 1942,en edición del Ministerio de Educación Nacional, en Talleres de Artes Gráficas): “preservar la piel de los animales. Para ser más explícito, preservarla con su pelo, plumas o escamas y montarla en forma tal que los especímenes asumen posiciones naturales, cual si estuviesen animados de vida”. (p.10)
La radiografía por su parte procura mostrar algo en vida, sobre todo. Fotografiar, detener el instante, como lo hace por ejemplo un examen de orina, que muestra lo que soy hoy mas no necesariamente lo que fui ayer o lo que seré mañana a pesar de que con la muestra se pudieran inferir rasgos del pasado o predecir tu futuro si no te tomas tales o cuales remedios.!Se me cayó la cédula!
El disfraz tiene en cambio el afán de esconder y de igualar, y también de enseñar, dicen los psiquiatras, y así de suyo también lo hacen el idioma y el lenguaje que viven de templete en templete a pesar de su cara de yonofuí. Los símbolos que en el cuerpo pintaban los antepasados no eran ocultación sino auscultación, huella imborrable, tatuaje, vinculo con los dioses, miedo a la soledad del yo abismal. El disfraz, asunto tan común en la naturaleza, se convierte en sofisticación al tratarse del género humano; ceremonia, carnaval, rito iniciático, comparsa, fiesta de locos todos, donde podemos ser semejantes por irreconocibles tras la máscara. ¿Libres? ¡A que no me conoces! Más de uno se ha llevado soberano chasco al ponerse a bailar en un fiestón con una negrita curvosa, desproporcionada y turgente.
Veamos ahora. La comparsa de los náufragos, tan inusual, sería una buena idea para recalar en algún turbio fondeadero de copas y excesos llevando como Rey Momo a un cadáver insepulto al estilo argentino de Perón o de Santa Evita, “la Puppe” o del “Ché” Guevara, profanados ya muertos por enemigos o correligionarios; o Don Rómulo Gallegos en México, melancólico frente al cadáver embalsamado de su amada Teotiste. El caso del expresidente Carlos Andrés Pérez, aún a estas hora insepulto, es el ejemplo más reciente de estos episodios grotescos y necrofílicos. Por eso tal vez es que no hay radiografías del disfraz o de los disfrazados más bien en singular, porque qué mayor caricatura, parodia, remedo y exageración que un cadáver. ¿Se harán caricaturas de los muertos?, le pregunto a Zapata, Rayma, Weil. O es que ya de por sí la muerte es tal que no necesita plagio. Chistes, fotos, ocurrencias, canciones, “no estaba muerto, estaba de parranda”, sí, pero caricaturas mortuorias son un mercado aún por explorar, y si aún no ha llegado la pelona, explotar.
Mientras tanto y disfrazados de nosotros seguiremos bailando en cadeneta y mire que para ello queda todavía una larga octavita. Y a todas estas Chávez será disfraz, caricatura o cadáver político insepulto. Máscaras, cáscaras, personas. ¿Quien sabe?