Traición a la patria
Por estos días, la hegemonía roja está reciclando un expediente muy suyo, usado y abusado a lo largo del siglo XXI, que es el de acusar a sus adversarios o críticos de traidores de la patria. Pero acusar sólo no. Perseguirlos, exiliarlos y meterlos presos, también. Militares y civiles son las víctimas de este reciente capítulo de tan manoseada maniobra.
Traición a la patria es atentar en contra de la soberanía, la seguridad y la independencia del país. Denunciar los desmanes y atropellos incesantes de la hegemonía, no tiene nada que ver con traición a la patria. Es más, podría perfectamente alegarse, que el no hacerlo, sí sería traicionar los derechos de los venezolanos.
El tema tiene una arista en verdad siniestra. La hegemonía se considera a sí misma como la patria. No como el símbolo político de la patria, sino como la patria en sí misma. Ello es propio de la concepción despótica del poder, sea de izquierda o de derecha, o sea de la delincuencia organizada. En consecuencia, la crítica al poder se aprecia como una traición a la patria. Es absurdo, desde luego, pero la propaganda avasallante en ese sentido contribuye a engatusar a mucha gente.
Por eso a los opositores se les ha calificado y califica de apátridas. Por eso a los que dejaron de compartir las ejecutorias de la hegemonía, son vituperados como traidores. Por eso la palabra traición, de suyo grave, se ha convertido en monedita corriente, que se utiliza mañana, tarde y noche, como si nada. Ha sido desvalorizada o desvirtuada de una manera tan brutal, que los auténticos traidores a la patria son los acusan a los demás de traición.
Y esto lo digo por unas razones muy sencillas de entender. Haber depredado la bonanza petrolera más caudalosa y prolongada de la historia, es traición a la patria. Haber sumido a Venezuela en una crisis humanitaria, por falta de acceso a la comida, las medicinas, y por la rampante violencia, es traición a la patria. Haber entregado la decisión suprema de los asuntos del Estado a unos gobernantes extranjeros, los hermanos Castro Ruz, es traición a la patria. Haber abandonado la custodia rigurosa de las fronteras nacionales, para que éstas se convirtieran en santuarios de la narco-guerrilla y sus sucedáneos, es traición a la patria.
Todo esto es traición a la patria, porque todo esto –y mucho más–, atenta en contra de la soberanía, la seguridad y la independencia del país. Un país acosado por la hiperinflación, aplastado por una deuda externa colosal, acorralado por una explosión continua de violencia criminal, golpeado por la escasez de todo lo necesario para una vida digna, reprimido por un poder despótico y envilecido, es un país con su soberanía en la lona, con su seguridad en el subsuelo, y con su independencia tan sólo de palabra, o de palabrería.
Es decir, un país o una patria que ha sido traicionada de forma implacable por los dueños del poder en estos años de tragedia venezolana. Motivos más que suficientes, en realidad, exigentes, para que esta hegemonía sea superada y Venezuela pueda desenvolverse y avanzar como una patria soberana, segura e independiente.