La soberanía del pueblo reside en el Parlamento
No puede haber democracia sin elecciones, ni esta sobrevive si se destruye el Parlamento.
Todo régimen totalitario, o con pretensión en convertirse en uno, lo primero que hace es acabar con el congreso, órgano esencial del debate democrático, no solo para la elaboración de las leyes, sino como válvula esencial para el diálogo y la conciliación política.
Así fue como en el siglo XX arremetieron contra los parlamentos de la época, tanto el comunismo de Lenin, como el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler.
Para los nuevos gobiernos totalitarios el congreso es solo una caja de resonancia de la voluntad del líder y se reúne, no para debatir y legislar, sino para ejecutar los planes y designios del líder.
Así ha sido en Cuba, en la China comunista, y ahora pareciera que también siguen esta línea los paises que pretenden aplicar ese neologismo del comunismo, como pudiera ser el «socialismo del siglo XXI». A estos países les resulta indispensable contar con la necesaria legitimación política a través de elecciones, más a menos amañadas, pero al fin de cuenta tienen que terminar pasando por las horcas caudinas del voto popular.
El problema, sin solución para estos neocomunismos, está cuando constatan que la voluntad popular ya no los acompaña y la elección puede ser el camino de la perdición, es decir la expulsión del poder.
Las fórmulas para evitar esa dura realidad han sido, por ejemplo en Cuba, simplemente prescindir de elecciones universales y secretas, y en Nicaragua, manipular de tal manera el sistema electoral que solo un partido, el Sandinista, es el que legalmente puede triunfar de manera indefinida.
En nuestro país se está llegando a una situación de duda Hamleteana, que consiste a la vez en no celebrar elecciones que no se puedan ganar, o en alterar las condiciones para que participen en las gestas electorales solo aquellas organizaciones políticas afines al régimen u otras tan disminuidas que no representen una verdadera opción de poder.
La situación en Ecuador debe preocupar mucho, ya que las Fuerzas Armadas de ese país, junto con una población activa reclamando sus derechos electorales lograron lo que lucía imposible, que haya una segunda vuelta electoral en la cual, muy probablemente, saldrá derrotado el candidato continuista de Correa.
De suceder eso, sería la primera gran fisura en la ALBA y un eventual catalizador para un gran cambio electoral en Venezuela, cuando se celebre el próximo e inevitable proceso electoral.