Opinión Nacional

Elecciones universitarias

Me temo que el necesario debate por una universidad actualizada del siglo XXI con producción de conocimiento profesional, compromiso social y valores ciudadanos democráticos, sea suplantado por un torneo de demagogias con fórmulas disparatadas.


No se conoce ninguna universidad en el mundo (capitalista o comunista) cuya buena calidad se deba a la elección de autoridades paritariamente por todos los que de alguna manera hacen o hicieron vida en la universidad. Pero esa es la receta “revolucionaria” que algunos proponen.


La universidad por su propia naturaleza es igualadora en oportunidades y diferenciadora en los resultados personales. Evalúa de forma diferenciada a los estudiantes y profesores, y los cargos deben asignarse de acuerdo a las evaluaciones y capacidades demostradas. La universidad también es participativa con formas muy variadas de responsabilidad compartida y de cogobierno, que ni empiezan ni terminan en lo electoral.


En todas las sociedades la selección de autoridades y de gerentes se hace de acuerdo a la naturaleza de la institución y del cargo, con modos muy variados; el voto universal es el menos recomendable en la mayoría de los casos. Nadie atribuye el fracaso de los Leones y del Magallanes este año a que el respectivo manager no fuera elegido por todos los socios o por la multitud del estadio.


El objetivo del Estado de derecho, democrático y plural es el bien común, es decir la defensa y estímulo de los derechos humanos, de las oportunidades de vida y de la dignidad de todos. Por eso hoy el Presidente y los legisladores son elegidos por voto igualitario, secreto y universal. Para los otros miles de cargos privados y públicos (ministros, gerentes de empresas, directores de la policía, de los hospitales, general en jefe de las fuerzas armadas…) se seleccionan y eligen sin votación pero con información, credenciales y consultas sobre las cualidades de los candidatos. En los regímenes comunistas, ayer y hoy (Unión Soviética, China, Cuba…) se elimina la formalidad “burguesa” de la votación secreta y los rectores y gerentes de diversas instituciones son identificados por el ojo supremo y nombrados por su dedo revolucionario.


Para ser candidato a la presidencia de la República basta ser venezolano y tener la edad requerida; pero para ser autoridad universitaria se requiere además cualificación humana y académica certificada. Rómulo Betancourt fue elegido presidente de la República por voto universal, pero no podía ser rector de la UCV, ni presidente de la asociación de pilotos. Un analfabeto puede ser candidato a presidente de la República, pero no a decano de una facultad de medicina, ni a rector de una universidad; ni en la UCV, ni en La Habana.

 

La votación universal pocas veces es la mejor manera de elegir. Ni los ministros del gobierno, ni los pilotos se eligen por votación, sino por evaluación de sus credenciales. La operación de un enfermo grave lo decide la consulta médica no la votación de todos los empleados del hospital. Sobre el currículo de medicina los experimentados profesores e investigadores de la especialidad son más competentes que el estudiante de primer año o el que corta la grama en el jardín; ello nada tiene que ver con la dignidad de unos y de otros, ni con sus derechos constitucionales.


Hay universidades muy buenas creadas por iniciativas sociales distintas a las del Estad, con una inspiración fundante e identidad propia y calidad que brindar al país. Según sus estatutos, aprobados por el Estado, seleccionan y nombran a sus autoridades combinando formas mixtas que aseguren la calificación, la identidad institucional y la participación  de la comunidad universitaria.

Si en Venezuela los “revolucionarios” de la universidad de verdad creyeran en la fórmula del voto universal y paritario, ya la habrían aplicado en el centenar de instituciones universitarias donde ellos tienen sus autoridades nombradas por el gobierno actual. En la Unefa y en la Universidad Bolivariana se hubiera impuesto el sistema de una persona (alumno de primer año, vigilante, egresado o doctor) un voto. Ni lo han hecho ni lo harán, pues ésta no es una propuesta para gobernar bien y elevar la calidad de la universidad, sino para destruir lo que no se controla. Luego el Ejecutivo impondrá sus autoridades.

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