Opinión Nacional

Espacio público

El espacio público, ágora, foro, calle, plaza, lugar de encuentro de los ciudadanos, es lo que en última instancia hace la ciudad. En palabras de Ortega y Gasset, “La polis no es primordialmente un conjunto de casas habitables, sino un lugar de ayuntamiento civil, un espacio acotado para funciones públicas”; si ese espacio no existe o carece de cualidades para convocar a la población, podrá hablarse de conglomerado o asentamiento, quizá de campamento pero no de ciudad, menos aún de ciudadanía.

                Pese a sus muchas carencias, en un tiempo no lejano Caracas contó con espacios públicos a veces envidiables: en unos casos animados salones de la ciudad, espacios para el encuentro y el debate; en otros, remansos para el solaz y la contemplación. Hoy gran parte de ellos se han perdido por la convergencia de un variado conjunto de causas: la desbocada inseguridad, que ha confinado a los caraqueños en sus casas y al máximo se atreven a acercarse a un centro comercial; su incautación por parte de un comercio ambulante desbordado y anarquizado; la inicua y a la vez necia segregación espacial puesta en práctica por el malandraje “revolucionario”, abiertamente promovida y cultivada por los más altos personeros del régimen; la decadencia causada por la falta de mantenimiento o por intervenciones desconsideradas. Probablemente el ciudadano común no lo perciba, pero más allá del caos del transporte o de la basura, incluso de la inseguridad, esa ausencia, inadecuación o decadencia del espacio público es lo que hace cada vez más de la nuestra una no-ciudad: aquellos son factores que contribuyen a la deserción de los ciudadanos del espacio público, pero lo que por último hace implosionar a la ciudad como civilización, como modo de vida, es la pérdida de ese espacio, no necesariamente en sentido físico sino fundamentalmente en el sentido cultural y social de lugar de encuentro de lo que es el rasgo distintivo de la ciudad: la diversidad.        

                Reconstruir la ciudad cuando la barbarie sea desalojada exige como primera acción la recuperación del espacio público y por suerte en Caracas los espacios físicos, embadurnados, descascarados, maltratados, vandalizados, vulnerados, desertados, siguen estando allí; pero se requerirá algo más que su rehabilitación física: ellos sólo se volverán a llenar de vida cuando se recupere el espíritu de ciudadanía, es decir la cultura de la tolerancia, del respeto del otro; cuando la desconfianza y el miedo hacia lo diferente ceda ante el interés por explorar vivencias distintas, nuevos territorios culturales, otras maneras de entender la urbe y el orbe.  

                El desafío entonces no es sólo urbanístico en sentido estrecho, meramente físico: será fundamental tener presentes las palabras de Octavio Paz cuando expresaba que “Una civilización es ante todo un urbanismo… un orden, una arquitectura social”.

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