Opinión Nacional

Ministerio de la verdad

No hay categoría mas esquiva acerca de su significado que la verdad. Para los historiadores el afán por la objetividad constituye el núcleo central de su labor profesional. Y si bien eso lo sabemos e intentamos practicarlo termina siendo un imposible teórico/metodológico. Lo cual no significa que le demos rienda suelta a nuestra imaginación y tengamos una patente de corso para manipular situaciones y personajes sin rendirle cuentas a nadie. Ya Voltaire en el Diccionario Filosófico de 1764 dejó sentenciado que: “Las verdades históricas sólo son probabilidades”.

Probabilidades y combinaciones sujetas al albur de las circunstancias, y bajo la premisa: que es más lo que se omite que lo que se recoge. Es por ello que en la historia lo fundamental no son los recuerdos, sino quién recuerda y cómo recuerda. Esto lo han entendido a cabalidad los aparatos estadales de naturaleza autoritaria donde se construye una versión de la verdad única y omnipotente.

Hoy sabemos que la naturaleza de la verdad como conceptualización asociada a un sistema político abierto es la suma de las opiniones más diversas que intentan explicar o definir una cuestión. La verdad como proceso acumulativo y consensuado, fundado en la capacidad de respetar la opinión del otro, es motivo de rechazo e incomodidad para un poder que sólo concibe mirar al mundo en una sola dirección.

La censura y la auto/censura sólo tienen como objetivos acallar cualquier conato de disidencia poniendo a raya cualquier opinión independiente y crítica a lo que el poder asume como “la verdad”. La verdad oficial termina siendo un instrumento despreciable de esclavitud ideológica inconcebible dentro de un sistema democrático. Antes se practicaba en los antiguos reinos de la china imperial o en la Europa feudal bajo el dominio de la Iglesia, y más recientemente, en los llamados países comunistas y las dictaduras militaristas de derecha o izquierda.

Quién cree tener la verdad de su parte termina siendo un ingenuo, por no llamarlo estúpido. Los Ministerios de la Verdad, representan una ofensa injustificable para una ciudadanía con derecho a dirimir cualquier opinión siendo capaz de ventilarla responsablemente sin que ello implique ningún tipo de persecución. 

 



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