María de la Paz
Nunca, ninguna de las 2094 columnas anteriores de P&C la he dedicado a asunto personal alguno. Eso lo aprendí a lo largo de 27 años en Correo del Caroní. El medio es y debe ser para la gente, para los lectores, sus noticias e intereses. Nunca para promover o convertir en noticia a sus dueños ni a quienes trabajamos en ellos.
Hoy, sin embargo, tengo la imperiosa necesidad de escribirles de María de la Paz y por ello debo pedirles que me excusen al dedicar este espacio, que siempre es para la lucha de Guayana, dedicarlo, digo, a mi dolor, pero sobre todo en homenaje a esta mujer maravillosa con quien compartí toda mi vida de adulto.
María de la Paz fue una mujer extraordinaria. Con peso, personalidad y méritos propios. Mucho más allá de “la mamá de…” o “la esposa de…”, aunque en ambos roles fue especial. Tres hijos ya adultos y casados, trabajadores, “echaos pa’lante”, buenos padres a su vez, buenas personas, son la hechura de María de la Paz fundamentalmente. Su constancia, su buen ejemplo, tenacidad, infinita capacidad de trabajo y disciplina se unieron al amor de madre para ayudarlos en el camino de crecer y ser buenos, con principios y valores, sin que por ello cada uno haya dejado de tener su propia personalidad y su libre albedrío.
Una vez, en mis tiempos del deporte profesional y el periodismo deportivo, escribí un libro para festejar la primera clasificación a los play offs de Caribes de Oriente (“Caribes: La historia comienza”) con quienes trabajé en aquella temporada 96-97 de la LVBP. Y le dediqué una página especial, en los agradecimientos, a esta maravillosa mujer. “A María, compañera, amiga, madre, esposa, trabajadora sin tacha, con energías para dedicarse a la vida gremial y también para estudiar (en una ocasión dije que era “algo así como mánager, shortstop, cuarto bate y novia del padrino”) y cuya infinita capacidad de solidaridad ha hecho posibles tantos sueños, incluidas las experiencias que luego me han permitido escribir este libro”.
Por eso digo que además de gran compañera, esposa y madre, María de la Paz tenía sus propios logros y méritos. Porque siendo grande en aquellos roles, fue trabajadora en el Iupeg-Unexpo por 25 años hasta su jubilación, y puntillosa hasta el exceso en ser la más responsable, cumplidora pero también facilitadora de soluciones. ¡Cuántos estudiantes de aquellos años, a quienes no conozco, me lo han recordado en estos dos días! En medio de ese rol tan exigente reemprendió sus estudios y obtuvo su título profesional para ser orgullo y ejemplo de nuestros muchachos. ¿Cómo lograba hacer tantas cosas y al mismo tiempo ser el alma que marcaba el rumbo en el hogar?
Fue también presidenta del sindicato de empleados dejando huella (por eso en el velatorio nos abrazaron con calor y solidaridad tantas de sus antiguas compañeras de trabajo) y luego fue presidenta de la Caja de Ahorros sentando ejemplo. Siempre me decía que “me toca ser la última que reciba cualquier beneficio de la caja de ahorros”. Y así fue. Obsesivamente puntillosa con la transparencia, rechazaba cualquier “gasto de representación”. Nos repetía siempre que “nadie puede decir que es honesto hasta que llega a un cargo donde tiene poder para decidir sobre recursos”. Por todo eso es que afirmo que María fue alguien con sus propios méritos. Y muchos.
Con nuestras cuatro nietas tuvo inmensas satisfacciones en éstos últimos meses y años. Eso me consuela.
Pienso que pudo disfrutar esa felicidad. Nos abrazamos emocionados cuando nuestra nieta mayor, Oriana, desde Mérida, nos dijo por teléfono, que su hermanita recién nacida, de quien ya sabíamos se llamaría Camila, tenía como segundo nombre “de la Paz” en homenaje sorpresa a su singular abuela. Con ellas dos pasamos unos pocos pero intensos días inolvidables hace apenas dos semanas. Sofía, su segunda nieta, guayanesa, parece haber heredado sus genes inquietos de energía inagotable y con ella tuvo una relación singular en su escaso añito y medio. Isabella, la tercera nieta, es aún una bebé que la miraba con curiosidad.
¡Tengo tantos agradecimientos por la solidaridad y el afecto de estos días! A mi familia de Correo del Caroní.
Mi gran familia que me ha tratado con tanta generosidad. Al Dr. David Natera Febres, amigo de más de 30 años, que siempre tuvo tantos gestos especiales con María y ahora tuvo el hermoso detalle de escribir él y firmar un “Público & Confidencial” especial, dedicado a ella, publicado el miércoles cuando yo no podía hacer nada. A mis compañeros de trabajo, muchachos en su mayoría (otros no tanto), algunos que aún no habían nacido o eran niños, cuando yo comencé en la “Casa de las Ideas”, quienes me han abrumado de calor humano.
A Teodoro Petkoff que supo lo ocurrido muy pronto por vía de otro amigo: Andrés Velásquez. Teodoro le dedicó a María, amiga suya como yo desde hace unos 38 años, un hermoso editorial en Tal Cual del miércoles que nos emocionó a todos. Chúo Torrealba que nos dedicó un emotivo comentario en su programa madrugador de Globovisión. Vladimir Villegas que hizo lo mismo en Actualidad. A mi nueva familia de Unión Radio que estuvo cerca desde el primer momento apoyándome, desde César Miguel Rondón a la distancia, Héctor y Atilano aquí y todos los muchachos de Éxitos, La Mega y Actualidad locales. A mis hijos Argeno, José Leonardo y Damián. Mis nuevas “hijas-nueras”, Lorna, Marian y Yulimey que se han multiplicado. Mis hermanos mayores (Ariel, Astrea y Álvaro) y sobrinos, algunos a la inevitable distancia y otros aquí como María Teresa, aportando fortaleza. A tantos amigos, trabajadores y luchadores sindicales de las empresas de Guayana, cuyos abrazos devuelven el ánimo. Amigos de la política, luchadores por el cambio democrático que en persona o por llamadas me han brindado aliento, empezando por el apreciado secretario de la MUD Ramón Guillermo Aveledo. No pocos psuvistas que se han empinado por encima de las diferencias, como siempre fuimos en Venezuela, para estar allí. Amigos de esa empresa privada productiva guayanesa que lucha por sobrevivir a este desastre. También de la UCAB, la Unexpo y del movimiento estudiantil. El padre Carlos Ruiz que se presentó espontáneamente y nos dedicó un oficio religioso y muchas palabras de consuelo. Los trabajadores, enfermeras y médicos de la Ceciamb-Cardio que hicieron un esfuerzo sobrehumano que le hace honor a la dignidad de su profesión para ayudar a María y luchar por su vida. No lo lograron, pero hicieron hasta lo imposible. Amigos del medio, ex compañeros de trabajo, hoy en otros destinos, que nos acompañaron y/o llamaron desde otras regiones e incluso del exterior para darnos apoyo. Nuestros vecinos de la cuadra y el sector, lectores y oyentes de nuestro espacio radial, amigos de los Criollitos, del béisbol profesional. “Followers” y panas del twitter. Amigos periodistas de los diarios caraqueños, otras regiones y los corresponsales de la prensa extranjera. Espero no haber cometido injusticias dejando de mencionar a tantos.
PD 1: Ese día, 27 de septiembre, se cumplían 37 años del fallecimiento de mi papá, Juan Prat, un trabajador y luchador cuya historia interesante deberé contar antes de irme con María. Esa y otras tareas que podrían ser relevantes para Guayana y el país del futuro, como la del libro sobre Guayana y su destrucción actual, el mayor atentado contra la soberanía nacional productiva, me las recordaba María de la Paz con frecuencia. Me urgía a cumplirlas. Ahora tengo doble obligación de realizarlas. Gracias a todos por su solidaridad. La necesito.