Maracaibo
Al menos desde finales del siglo XIX, cuando la república comienza a producir estadísticas razonablemente confiables, Maracaibo ha mantenido sistemáticamente la segunda posición por tamaño poblacional después de Caracas. Hoy comienza a disputársela Valencia, pero de ningún modo esto significa pérdida de importancia para la capital zuliana: a diferencia de aquella, que al fin y al cabo gira en la galaxia caraqueña, Maracaibo se erige en solitario como la metrópoli de una extensa región que abarca el nor-occidente venezolano y el nor-oriente colombiano.
Se destaca este último aspecto pues, mientras a San Cristóbal se le reconoce fácilmente su carácter de metrópoli transnacional, no ha ocurrido lo mismo con Maracaibo, probablemente por el menor dinamismo de esa frontera y la ausencia de aglomeraciones urbanas de importancia similar del lado colombiano; pero en una perspectiva de largo plazo y de cooperación internacional esa circunstancia pudiera más bien proyectarse como una ventaja.
Sin embargo, frente a esas oportunidades no hay duda de que en la actualidad la ciudad enfrenta algunos retos muy fuertes, de los cuales, por razones de espacio, apenas se hará una parcial y rápida mención.
Destaca en primer lugar la impresionante expansión de la ciudad hacia el oeste a partir de la proliferación de barrios informales de densidad tan baja que es simplemente imposible dotarlos de las redes esenciales de servicios que permitan considerarlos ciudad en sentido riguroso: su compactación en el mediano plazo es una necesidad ineludible que sólo políticas urbanas muy creativas y firmes, pero basadas a la vez en amplios procesos de consulta y participación pueden llevar al éxito.
El elemento más característico de la ciudad es -habla Perogrullo- el lago, pero insólitamente ella ha terminado dándole la espalda. Recuperarlo resulta una tarea de alta prioridad para rescatar el alma de la ciudad y la autoestima de sus habitantes, pero hay que entender que la recuperación debe ocurrir en todos los órdenes y no sólo en el visual, en el de paisaje marabino característico. Debe ser posible apropiarse de su orilla, generando un paseo lleno de actividades ‑cafés y restaurantes, pero también bibliotecas, cines, galerías de arte y museos, salas de espectáculos y locales comerciales- que atraigan a todos los estratos de la población, pero además internarse en él, posibilitando a propios y extraños disfrutar de la experiencia extraordinario de navegar en sus aguas.
Una reciente estadía en esa contradictoria capital nos ha permitido conocer profesionales, académicos y líderes de la sociedad civil no sólo preocupados por su ciudad, sino además dotados de los conocimientos y la energía para abordar esos grandes retos, y al lado de ellos ciudadanos valerosos y orgullosos de su gentilicio: innecesario decir que esos son los recursos más importantes para encarar con éxito los desafíos.