Opinión Nacional

José Tomás Boves

Boves es un caso paradójico y paradigmático de nuestra guerra de Independencia. Un período exaltado y sobredimensionado por los vencedores de la contienda a través de una historiografía sin sentido crítico, y obviamente, sin ningún criterio profesional.

Boves fue uno de los primeros, sino el primero, en intentar una rebelión en contra del orden colonial tomando como bandera las aspiraciones sociales de los sectores marginales o populares tradicionalmente excluidos por el orden legal. Sólo que el “programa social” de Boves estuvo firmado con sangre y no pasó más allá de la degollina y saqueo de sus adversarios representados por el sector dirigente blanco, ya sea el criollo o hasta el mismo peninsular.

Boves, fue un guerrero, un auténtico señor de la guerra tropical, que las circunstancias caóticas del momento contribuyeron en su insurgencia. Entendió el odio de los desplazados, el rencor de los marginados sociales, la ira de los excluidos, y todo ello alimentó su programa “democrático” de acabar con todos los privilegios que la sociedad de los blancos construyó para su disfrute. Si bien, su afán de justicia se nos torna hasta legítimo, lo cierto del caso, es que su obra terminó en ceniza y polvo. A tanto llegaron los horrores de una guerra sin cuartel que los mismos beligerantes blancos, -criollos y peninsulares-, trataron de pactar un armisticio bajo el apoyo inglés para acabar con el nuevo Atila. Todo fue en vano. Mientras que Bolívar postuló a través de una encendida y culta proclama su aspiración a la “guerra a muerte”, fue Boves quién la llevó a la práctica hasta sus últimas consecuencias. Este nuevo Lope de Aguirre, se autoproclamó el máximo jefe de todas las provincias de Venezuela rebelándose en contra de sus más inmediatos superiores, todo lo cual nos hace conjeturar que si la muerte no le atrapa en Úrica, la guerra civil, ya en activo, se hubiese profundizado aún más luego del arribo del Ejército Pacificador de la Costa Firme. Boves y su “caballería infernal” trajeron el desconcierto y la incorporación de nuevos e inesperados actores en una guerra que inició el sector blanco, poniendo en entredicho los significados y las intenciones originales de los legítimos beligerantes de la contienda.

“El Pacificador” Don Pablo Morillo, vino a Venezuela en 1815 no a combatir a los rebeldes sino a restituir la sociedad de Antiguo Régimen que Boves puso en cuestión a través de una guerra de exterminio sin parangón en nuestra historia. La anarquía en que quedó América luego de la invasión napoleónica sobre España en 1808 produjo las condiciones para el surgimiento del fenómeno caudillista y personalista inaugurado por Monteverde y profundizado por Boves. Aunque si somos justos, Bolívar, Páez y tantos otros dentro del bando republicano, también dejaron con sus actuaciones sembrado las raíces de tan pernicioso fenómeno sociológico.

El estudio de aquellos personajes malditos de nuestra historia, como en el caso de Boves, debe producirse sin menoscabo de la gloria y el reconocimiento de los vencedores. En la historia real no hay buenos ni malos, sino hombres con intereses en pugna que terminan dirimiéndolos a través de la violencia.

DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ

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