Ley apuesta contra la universidad
Para la historia nuestra, post 58, la vida legal de nuestra universidad tiene en la ley del 58, anterior a la constitución (61), grandes aportes éticos, académicos, científicos. Fallas también, la mayor, haber reducido los espacios del arte (el deporte también, pero para este texto es insignificante) de modo que el arte no forma nunca parte del currículo necesario, imprescindible para el desarrollo humano, para ser humano, para el reconocimiento de la identidad del país, habida cuenta que la identidad de una cultura la define la particularidad de su arte. Pero, fue la mejor ley que hayamos tenido en el universo conceptual, ético, axiológico, teleológico y mas, que ya es casi todo, una visión critica adecuada para el reconocimiento y ejercicio del cogobierno, de modo que, para ello, el único sector, ante el CU, que tuvo representación como gremio, fue el de los estudiantes. Esa ley daba privilegio a la idoneidad académica y excluía la posibilidad de convertir a la Universidad en un centro la Realpolitik, lo que ocurrió con Caldera, en la reforma del 70, cuyo mayor desmérito estuvo en haber limitado la autonomía y lo mas grotesco, haberla entregado al modelo político partidista, ajeno a la universidad por definición. Fue, pues, una reforma copeyano adeca para satisfacer, en primer lugar, esas tendencias y en cierto grado, la complicidad de la izquierda, segundo, que aprovechó el escenario, como refugio y como medio de sus acciones políticas, (hacer la revolución) lo que constituía una aberración de peor magnitud que la mediatización que hizo el ejecutivo de la universidad, que, además, dejaba vigente el reglamento Leoni, que violando abiertamente la ley, condecía privilegios gremiales a los profesores, en desmedro de su cualidad académica.
Con el triunfo de la reforma Caldera, con algo de fuego y de sangre, pero con los aplausos adeco copeyanos y buena parte de esa izquierda señalada arriba, fue entonces viable su ejecución y se aposentó en la universidad el mismo modelo político externo, sus mañas y sus trampas. Empero, aun resultaba para el gobierno no controlable la universidad de manera completa, fue así, entonces, como aparecieron diversos PLES, es decir proyectos de ley para la educación superior. Los pretextos, muchos. Diversificación de las instituciones privadas, publicas, tecnológicos, universidades experimentales etc. de educación superior que habría que organizar en un subsistema etc. Varios fueron y hasta LUZ tuvo el atrevimiento de presentar el suyo. En común tenían ser más limitantes y reductores de la autonomía, y, en el plano epistemológico, signados por dos de las mas graves enfermedades, cánceres bien es decible, que padece en general la universidad, con matices, cierto, y que son el pedagoicismo y el democratismo. El último PLES, de Moros Gersy, quien era su genuino y máximo promotor y defensor, pudo ser “cancelado”, gracias al apoyo que nos brindara Cabello Poleo y otros, y de ese modo se pudo dejar enterrado el proyecto en el propio congreso. (El Rector Villalobos me delegó tan importante responsabilidad). Hoy con tristeza recuerdo que tan buen hombre, lleno de buenas intenciones, que se molestó con dignidad, por una de mis textos, Moros Gersy, sepulturero de la autonomía, pues él de buena fe, reitero, en su periodo rectoral fue un universitario integro, francamente digno, pero su proyecto llevaba los límites propios de su ideología y del error común de empresas, políticos, etc., poner la universidad a servicios ajenos a su esencia y fines, tan perfectamente definidos en la Ley de Universidades del 58 y que se conservan en la vigente. Pero, es bueno señalar que la cadena, desde el reglamento Leoni, (66), la reforma e intervención de Caldera (70) y todos esos PLES, todos, cada uno era peor que la ley original del 58. Cada vez mas disminuía la autonomía, y cada vez era mas limitada la academia, en cambio, se privilegiaba a los gremios, al poder político, grupal, etc., por encima del cogobierno y se reafirma el pedagoicismo y el democratismo. Este como la forma política de imponer el juego formal de la democracia, como forma de poder, y así la universidad crítica y ética asume el silencio como complicidad y la nefasta visión de que las instituciones de educación superior son iguales y deben ser reguladas por una misma normativa, ley; y el pedagoicismo, que hace de la docencia para la profesionalización su función esencial en lo académico y como ascenso social en lo circunstancial y reduce, casi a su desaparición la investigación científica, que debe ser la fuente y base de la función docente, y forma de hacerse en la extensión, desconoce el arte y, finalmente, la grotesca visión de que es posible, con formación pedagógica, dar muy buenas clases de aquello que no se conoce y llevar esa nefasta visión a ser condición necesaria para ser profesor universitario.
Hoy tenemos el otro PLES. La misma cosa, como fin, poner a la Universidad al servicio ni siquiera del estado, lo cual es grave, sino al servicio de los intereses ideológicos y de la reafirmación del poder de la hegemonía Chávez. Ruego al lector consultar mi artículo en 64.207.147.4, editado con el título de SALVAR A LA UNIVERSIDAD, SALVAR LA DEMOCRACIA, lo que me permite ahorrar las características de la Ley esa que Chávez, no por comprensión sino por necesidad, difirió. Difirió, no negó, lo cual es fácil inferir de su conducta e intenciones absolutistas, cesaristas y totalitarias. Pero, como si estuviésemos en presencia de alguna decisión del destino, ahora los rectores dizque presentarán su propio proyecto. Que dios me perdone la indignación, pero, casi a priori, me parece que es tigre cuidando carne, quise decir, canarios cuidando alpiste. La casi totalidad de nuestros rectores son la expresión de la Realpolitik y, no dudo, que cualquiera propuesta de ellos, lleva implícita, por una parte, la legalización de la barbarie jurídica, de la ubicua moral que campea en la forma del ejercicio de gobierno universitario y sus mañas para hacerse con él. Buscará legalizar los “derechos gremiales”, tratará de consolidar la democracia, esa cosa que es ajena a la universidad, pero que permite vivir de la universidad, y ello en nombre de la participación, del control, pertinencia…, cualquier cosa mas de este lenguaje que en su perversidad ha quitado toda exigencia académica, todo ejercicio de la critica, toda cualidad para ejercer las funciones de autoridades, decanos, etc. Se buscará formas para abrir las puertas y ampliar así la concepción de comunidad universitaria y los intereses por buscar la verdad darán paso a los intereses sectoriales, gremiales, grupales, de “personalidades” que de una u otra forma garantizan la perpetuidad de la Realpolitik como praxis de la universidad. Así como es predecible Hugo Rafael, los rectores, los aspirantes, etc. son tan fáciles de saber lo que quieren, tal como pudiera uno repetirse con la cancioncita aquella, “mama que será lo que quiere el negro…”
Por nuestra parte hemos señalado que la universidad se puede salvar. Perdone lector que, lo vuelva a remitir a 64.207.147.4 y ver otro breve texto, “la universidad podría salvarse”. Del mismo modo en CUADERNOS OPSU No.11 hay importantes trabajos sobre el tema, de muy reciente data. (La era Fuenmayor). Todo esto y mucho mas, seguro estoy, conoce el lector, y si sugiero su vuelta es por razones metodológicas no de información. Pero sí queremos pedir al lector y a los universitarios, a los parlamentarios todos, que recurramos a la documentación de la UNESCO y, en especial, a sus resoluciones Paris 98, “DECLARACION MUNDIAL SOBRE LA EDUACION SUPERIOR EN EL SIGLO XXI”. Esta declaración es el mayor esfuerzo mundial, en y de todos los tiempos, que todo el planeta ha hecho sobre este bello pero complejo tema. Y sugiero que, con esos documentos y otros, desde luego, se proceda a analizar cuidadosamente si, primero, en este momento, y en estas circunstancias es necesaria una nueva ley de universidades. Y, segundo, si esas necesidades pueden ser demostrables en el plano filosófico, lógico, histórico y, estudiar, como yo sugiero, conservar nuestra Ley vigente, si superando sus desviaciones académicas y sus concesiones a la Realpolitik, podemos mantenerla mejorada, pues, esta ley nuestra siempre será mejor que las propuestas, todas, sin dejar una afuera.
Deberán los “revolucionarios” y los reformista o plesistas, decir cuales son sus razones y cuales las razones para esa nueva ley que proponen y cuya necesidad por ellos asumida, ya la hace sospechosa, y ver si tienen consistencia, coherencia lógica, si soportan la contrastación. Y deberá cuidarse mucho las circunstancias políticas. Si hay garantías de ejercerse la cualidad crítica en ese momento donde la fuerza y el fundamentalismo idolátrico es dominante y, entonces la tarea política decisiva pudiera ser mas bien limitar las garras de esa fuerza, o si será necesario abrir un gran debate, de verdad en la calle, para una reforma de la educación, dado que la presencia de la ley vigente presenta tales desproporciones que reclama a los universitarios y a todo el país, someter esa ley a una rigurosa evaluación y buscar consenso para superar sus limitaciones.
Una nota final, creo que ya LUZ y no se si la APUZ, han incorporado a su WEB un documento que puede servir de fuente para el análisis y me inscribo entre quienes creemos que allí puede haber bases para superar las diversas deformaciones que el poder real disfruta en las universidades no por la ley, sino por su desconocimiento. Se trata de una propuesta de REGLAMENTO GENERAL DE LA LEY DE UNIVERSIDADES, que nos tocó formular, a petición de la OPSU, bajo la dirección del Dr. Luis Fuenmayor Toro. Como he dicho en reiteradas oportunidades, la comisión diseñadora y redactora estuvo integrada por el Dr. Armando Aniyar y dos ilustres universitarias, doctoras en derecho, de muy reconocida solvencia académica, OPSU, Caracas. Nos abstenemos de citarlas porque no tenemos su autorización. Tuve el inmenso honor de coordinar la comisión, pues podía dedicar más tiempo al trabajo diario que el de los profesores que integraban la comisión. Solo por eso y por saber oírlos.