Malas noticias desde Francia, mejores desde Alemania
Lo que es bueno para unos no lo es para otros. Mientras una fracción de los socialistas franceses (PSF), la vencedora en la segunda vuelta, la izquierda-izquierda del ex ministro Benoit Hamon vive su momento de euforia, el partido comienza a disgregarse. Los comicios presidenciales dejarán a los socialistas en los sótanos más profundos de toda su historia. Cuando más, en el quinto lugar, aseguran las encuestas.
Hamon y los suyos opinan como si el triunfo de su fracción política fuera el acontecimiento histórico que salvará a Francia de todos sus problemas. Pero todos saben que ese dudoso éxito solo se explica porque precisamente Hamon obvió esos problemas. Toda la campaña de Hamon fue sostenida sobre la promesa de un demagógico “salario mínimo universal”.
Nadie puede vaticinar si el socialismo francés está llegando a su fin. Pero los síntomas se acumulan. No solo porque el grado de desaprobación con el cual se despide el gobierno Hollande es enorme (¡80%!), ni porque se encuentra dividido en fracciones irreconciliables, sino porque con la derrota de Manuel Valls ha perdido su centralidad política. Ese mínimo que se necesita para conectar con el resto de los partidos que defienden la sociedad liberal, de la cual los socialistas llegaron a ser uno de sus pilares.
El propósito de Hamon para arrastrar al PSF hacia una alianza con la izquierda excéntrica comandada por Jean- Luc Mélenchon, hace recordar a los esfuerzos de Pedro Sánchez en España cuando intentó unir al PSOE con el Podemos de Pablo Iglesias. Infortunado proyecto que casi termina con la existencia del PSOE.
En otras palabras, con Hamon a la cabeza, el PSF se alejará del eje democrático liberal. Los socialistas de Valls, advirtiendo el peligro, no tendrán más alternativa que apoyar al ex disidente de Hollande, Emmanuel Macron, hoy situado en la centro-izquierda. Gran parte de los partidarios de Valls ha anunciado que no harán campaña electoral a favor de Hamon.
Desde aquí a Abril, cuando tengan lugar las elecciones presidenciales, pueden pasar muchas cosas. Pero lo que ha pasado hasta ahora, no trae consigo buenos augurios.
Si todo sucede de acuerdo a probabilidades, en Francia, como ya es casi costumbre, se resolverá la elección a través de una asociación a última hora de las fuerzas democráticas alrededor de los conservadores representados esta vez por François Fillon. Pero para que esa alianza tenga lugar se requiere un mínimo de convergencia entre las partes.
Un PSF dirigido por Hamon, en plena fuga hacia la izquierda, hará muy difícil la formación de un sólido frente anti-lepenista. Todo lo contrario: polarizará al país y aumentará la abstención. Justo lo que conviene a Le Pen.
Como si fueran pocos los problemas, Fillon, en lugar de abrirse hacia el centro ha derechizado más su posición en los momentos en que, junto a su esposa, se ve envuelto en un feo caso de corrupción. Corrupción normal en la política, pero cuando afecta a alguien como Fillon, un predicador moralista, suele ser letal. Hoy Fillon aparece más débil que en los días en los cuales logró derrotar a Alain Juppé. En fin, en Francia parece que todos se hubieran puesto de acuerdo para trabajar a favor del FN.
Podemos imaginar la sonrisa dibujada en el rostro de Marine Le Pen. Si las elecciones tuvieran lugar mañana, el resultado sería desastroso para la franja democrática. Solo cabe esperar que en el tiempo que resta aparezcan algunas luces. Después del Brexit, en medio del auge trumpista, un triunfo de Marine Le Pen sería fatal para la democracia liberal europea.
En Alemania en cambio ha sucedido algo positivo a favor de las fuerzas democráticas. Angela Merkel, muy sola en su lucha contra Alternativa para Alemania (AfD) y del apoyo que esta recibe desde Rusia y los EE UU, ha recibido un regalo inesperado. El regalo se llama Martin Schulz, ex futbolista, ex alcalde de la pequeña ciudad de Würselen, ex alcohólico y ex Presidente del Parlamento Europeo.
Schulz desplazó a Sigmar Gabriel de la presidencia del SPD y por añadidura de su candidatura al puesto de canciller en una coalición “de izquierda” formada por el SPD, Los Verdes y Die Linke (La Izquierda). Por cierto, la línea de Schulz no se diferencia de la de Gabriel, y como suelen ser los socialistas, Schulz también es populista y demagogo. Pero el cambio personal es importante.
Schulz, no solo por ser nuevo en la escena política alemana, genera más simpatía que Gabriel entre las bases socialistas. En un breve lapso logró aumentar en un 3% la aprobación del SPD. Incluso socialistas retirados del partido han vuelto al redil. En cierto sentido Schulz ha repolitizado al socialismo alemán. Y, aunque parezca paradoja, eso es bueno para Merkel. ¿Por qué? Por tres razones.
La primera razón es que, con una dirección renovada, el elan del SPD hará disminuir la abstención general. Y allí donde la abstención es alta, crecen los radicales de ultra-derecha. Siempre ha sido así.
AfD, no hay que olvidarlo, es un partido que no solo alienta la xenofobia sino, además, dirige sus dardos en contra de la política europeísta de Merkel.
El SPD crecerá, pero no lo suficiente como para cuestionar la hegemonía de Merkel. Un SPD algo más fuerte arrebatará, además, votos a la Linke y a los Verdes pues estos dos últimos solo crecen a expensa de los socialistas. Luego, hay que contar con que Merkel gobernará nuevamente sobre la base de una gran coalición formada por CDU/CSU y SPD. Los primeros algo disminuidos y los segundos algo más fuertes. Esa es la segunda razón que favorece a Merkel.
Angela Merkel tiene más problemas en su propio reducto que con el SPD. Hay fracciones de la CSU cuyas políticas están más cerca de AfD que de Merkel. Exigen una reducción radical del número de extranjeros, alientan a las deportaciones y están muy cerca del eje anti- UE que se fortalecerá si cristaliza la alianza Trump/Putin. Los socialistas de Schulz, en cambio, sin ser anti-putinistas, ya están movilizados en contra de Trump.
Como si hubiera querido despejar dudas, Merkel, después de que el presidente de la CSU, Horst Seehoffer, exigiera levantar las sanciones a Putin, se entrevistó con el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko. Uno de los temas: la eventual entrada de Ucrania a la EU. El día anterior Merkel se había expresado duramente en contra de las deportaciones que lleva a cabo Trump en USA. Eso se llama, pasar a la ofensiva.
Merkel se ha dado cuenta que no las tiene fácil. Con o sin el triunfo de Marine Le Pen, en 2017 comienza la batalla por Europa. Sabe también que el enemigo declarado de “los europeos anti-europeos” es la UE. Y esa es la tercera razón por la cual el éxito de Martin Schulz le viene como anillo al dedo.
A diferencias de Gabriel (lamentablemente, futuro Ministro del Exterior) Schulz es un europeísta declarado. Su vida política la debe a la UE. En cierto modo es el representante simbólico de la UE en Alemania. Sobre ese tema puede entenderse mejor con Merkel que con la gente de su partido. Lo mismo sucede con Merkel. En consecuencias, si el diablo no se mete en el medio, la alianza Merkel/Schulz ya está programada. Ojalá sea así. Merkel no puede dar la batalla sola. Para oponerse a un poderoso frente externo necesita de un sólido frente interno. Y lo que no da la CDU/CSU puede prestarlo el SPD.
En suma: mientras la debacle del PSF arrastra consigo a toda la política democrática francesa, la recuperación del SPD puede significar lo contrario: el fortalecimiento de las huestes que tanto necesita Angela Merkel en su lucha contra los enemigos de “la sociedad abierta”, tanto dentro como fuera de Alemania.
PS– Recientes encuestas francesas (01.01. 2017) muestran que repentinamenre Macron (centro-izquierda) está a la par e incluso supera a Fillon y que en una segunda vuelta Macron superaría a Marine Le Pen. Así como Obama poco antes de despedirse dijo, «si yo fuera alemán votaría por Angela Merkel», podría haber dicho también: «Si yo fuera francés votaría por Emmanuel Macron». Un eje Merkel-Macron sería lo mejor que podría pasar en Europa. Pero falta tiempo y los electores -sobre todo los franceses- suelen ser muy veleidosos.