Opinión Nacional

Un camino, no un atajo

Capriles y la MUD nos ofrecieron un camino, no un atajo. Los caminos tienden a ser más largos que los atajos, pero más seguros. En muchos atajos hay derrumbes peligrosos que impiden avanzar. Antes del 2006, ciertos sectores de la oposición se dejaron ilusionar por atajos con derrumbes y sin salida, que atornillaron al régimen en el poder: 12 de abril 2002, paro general indefinido decembrino, plaza Altamira, abstencionismo en elecciones parlamentarias 2005.

A partir del 2006, los sectores más conocedores del fenómeno político tomaron la dirección de la Alternativa Democrática y empezó un nuevo rumbo, que implica aprovechar todos los espacios que permite este régimen híbrido, con vocación totalitaria, que los especialistas llaman semiautoritarismo o autoritarismo electoral. En este camino, la participación electoral es absolutamente necesaria, pero no suficiente. Hay que entender que esta participación electoral no sólo tiene el objetivo de ocupar espacios institucionales, regionales y locales que pueden dar bases de apoyo para mantenerse en el camino, sino que sirve también para fortalecer las necesarias movilización y organización de la Alternativa Democrática. La estrategia electoral ha tenido un éxito impresionante. El oficialismo bajó, en los cómputos oficiales, del 63% del 2006 al 50% del 2013, mientras el voto opositor subió del 37% al 50%, en el marco del descarado ventajismo oficial y sus ilegalidades y abusos conocidos. Pero hay que agregar que el ritmo del descenso de la popularidad del régimen se ha acelerado. Siempre pensé que, con la desaparición del jefe único y carismático, el chavismo sin Chávez estaba condenado a la decadencia, sin embargo me sorprendió la velocidad de la caída. Del 7 de octubre 2012 al 14 de abril, el oficialismo, con sólo tres semanas de campaña electoral y unos funerales “dignos” de Kim Il Sung y según los cómputos oficiales, perdió 10 puntos porcentuales y 700.000 votos chavistas pasaron directamente a Capriles. Después de las elecciones todas las encuestas serias nos dicen que la popularidad de Capriles ha seguido subiendo y la de Maduro bajando. Algunos piensan: ¿de qué sirve el aumento de la popularidad si se roban las elecciones y no entregarán nunca el poder?

Para los autoritarismos electorales, particularmente en este siglo y en este hemisferio, el apoyo electoral masivo es esencial para mantenerse en el poder. Hay que comprender y aceptar que el régimen no cambia los votos que salen de las maquinas de votación, si pudieran hacer eso les aseguro que la ventaja de Maduro el 14 de abril hubiese sido mucho mayor del 1.4%. Las trampas del régimen se conocen y están reseñadas en la impugnación presentada ante el Tribunal Supremo de Justicia. Por cierto, la participación electoral ha permitido conocer y enfrentar cada vez mejor las trampas del régimen. La intimidación y exclusión violentas de los testigos de la oposición, en algunas regiones del país, permite al régimen hacer votar los muertos, obtener votos a través del sufragio asistido ilegal, el voto múltiple etc. Sin embargo, se sabe que todas estas maniobras ilegales le permiten al régimen escamotear alrededor de doscientos o trescientos mil votos. Cuando Chávez ganaba con diez o más puntos de ventaja, los votos robados no hacían la diferencia, en cambio la “victoria” de Maduro con la ventaja de apenas poco más de 200.000 votos, obviamente permite “sospechar” que el régimen se robó las elecciones.

Sin embargo, quizás la Providencia no nos trató tan mal, como piensan muchos. ¿Se imaginan a Capriles gobernando, habiendo ganado las elecciones con una mínima ventaja, con todas las instituciones y la mayoría de los gobernadores en contra, en el marco de la gravísima crisis socioeconómica que apenas inicia? Los autoritarismos electorales no se sostienen si hay una baja verdaderamente sustancial del apoyo popular. La impugnación obviamente va a ser “rechazada” de alguna forma por el TSJ “oficialista”, pero la ruta jurídica seguirá en el exterior y su relevancia está no tanto en los resultados jurídicos concretos, sino en el deterioro de la legitimidad e imagen del régimen en el sistema internacional. Las elecciones municipales del 8 de diciembre son un verdadero referéndum sobre el régimen. Capriles y al MUD así lo deben plantear. Los intereses partidistas, personales y locales deben pasar a un segundo plano. La Unidad y la participación masiva son indispensables. Mientras tanto Capriles y la MUD deben acompañar la protesta de la Sociedad Civil frente al desastre socioeconómico, provocado por la incapacidad, la corrupción y las ideas muertas de un régimen irresponsable.

 

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