El ministro y los plomeros
Frente al alud de denuncias de los adjudicatarios, al ministro Sesto no le ha quedado más remedio que reconocer las incontables fallas constructivas de los edificios que la Gran Misión Vivienda levanta a troche y moche. Sin embargo, su pertinaz obsesión poética le inspiró una explicación aparentemente razonable: en el pasado el país no había logrado producir más de 30 o 40 mil viviendas, de modo que al pasar repentinamente a producir 150 mil era inevitable que escasearan los plomeros.
Además de precisar que en las supuestas 150 mil nuevas viviendas el ministro contrabandea casi 50 mil levantadas o mejoradas por los habitantes de los barrios, debe decirse que el pasado al que se refiere no puede ser otro que los 12 primeros años del chavismo, el período de la Venezuela moderna en que menos viviendas se construyeron (45.300 por año, correspondientes a 1,76 por cada mil habitantes). Estando así las cosas, de lo menos que se les puede acusar es de falta de previsión: ya que dedicaron tan poco esfuerzo a producir viviendas durante esos años, ¿no podían al menos haberse ocupado de formar plomeros (y mano de obra en general) para no tener que afrontar esa escasez en el momento del «gran salto»? Con esto se confirma que no se inscriben en la gran corriente del llamado socialismo científico reivindicada por Marx y que tuvo en la planificación una de sus grandes banderas, sino en esa más folclórica donde conviven sin contratiempos el Negro Felipe y Mao Ze Dong: de la utopía al mito, diría Pasquali.
Sin embargo, al menos hasta ahora, esos productos más que mediocres verdaderamente tóxicos para la ciudad y las extravagantes justificaciones de sus incontables vicios, parecen haberle dado aliento suficiente al régimen para mantener la estrecha mayoría en que se apoya y que, pasando por encima de cualquier escrúpulo, le permite acaparar y manipular todos los cargos públicos como si contaran con el respaldo unánime de la ciudadanía. ¿Qué hacer entonces frente a lo que pareciera una indetenible avalancha contra las ciudades, pasando de una fase de abandono a otra de asfixia?
No hay respuestas sencillas, pero en ese contexto las elecciones de alcaldes previstas para el próximo abril adquieren una importancia inusitada. Hay que evitar que las graves turbulencias de la hora actual las releguen a un segundo plano.