Una vida: desde Tchaikovsky hasta Rachmaninov
Desde niño me enamoré de la música de Tchaikovsky. Comencé por el principio: Cascanueces, El Lago de los Cisnes y la Bella Durmiente. En esos ballets las melodías están a cada vuelta de la esquina. Una trás la otra. Una avasallante sucesión de bellos sonidos sugiriendo mágicos paisajes, hadas y, sobre todo, alegría incontenible. En “Fantasía”, la imaginación de la gente de Disney le añadiría al “Cascanueces” elefantes, saurios, achinados hongos danzantes, flores y líneas de multiples colores . Por algun tiempo mi placer se acrecentó al escucharlo y recrear las imágenes de la obra de Disney. Pero con el tiempo comencé a disfrutar menos de la música, precisamente porque Disney ya me la había asociado con imágenes y me había quitado la posibilidad de soñar mis propios sueños . Ya tengo tiempo que no oigo a “Cascanueces”, aunque todavía disfruto enormemente de la Bella Durmiente. (aqui está completa: http://www.youtube.com/watch?v=g98_zh76Kps ).
Rachmaninov A medida que crecí, en la adolescencia, entré al mundo de sus sinfonías, desde la primera hasta la sexta. Mi preferida inmediata fue la quinta pero también fué la primera que aburrí un poco. En cambio, la cuarta me ha seguido gustando y he seguido encontrándole detalles nuevos con el pasar de los años. También me deleito con las primeras dos sinfonías, a pesar de que no sean obras de gran envergadura. La sexta es triste pero monumental. Luego le entré a sus cuartetos para cuerdas, muy bellos. Y esa música me llevó a otros rusos: Rimsky Korsakoff y su “Sherezada”, Mussorgsky y su “Kovantchina”, Borodin y sus extraordinarios cuartetos para cuerdas. De allí pude pasar a las maravillosas suites y sinfonías de Aram Kachaturiam y de Kalinikov y, poco a poco, entré en Prokofiev y hasta en Shostakovich, aunque este último no tanto. Por analogía con este grupo de maravillosos rusos pasé a apreciar a Dvorak. Uno llega a Dvorak generalmente a través de la Sinfonía “Nuevo Mundo” pero pronto se da cuenta de que hay otras tan buenas o mejores, como la octava sinfonía, llena de maravillosos temas y de gran majestad (http://www.youtube.com/watch?v=W5UbrhqdqQE ). Y como el magnífico Cuarteto Americano para cuerdas, de lo más americano que haya oído jamás (http://www.youtube.com/watch?v=kyHaLSQ1_ic ). Por largos años me nutrí de esta extraordinaria música y todavía lo hago. Pero ahora me acompaña, de manera casi inseparable, un gigante de la música romantica, a quien fuí conociendo poco a poco, hasta que ya no queda nada nuevo de él por explorar (que lástima). Me refiero a Rachmaninov. Mis favoritos son, como para muchos, sus conciertos para piano y orquesta, en especial el número cuatro y sus sinfonía #2, así como sus variaciones sobre un tema de Paganini, para piano y orquesta (http://www.youtube.com/watch?v=KL5aiUKPt3Q ) y sus Danzas Sinfónicas (http://www.youtube.com/watch?v=46fe9x_4HqQ ). Estas composiciones constituyen mi dieta musical favorita una buena parte del tiempo. Rachmaninov combina la melodía con la emoción. Es mi mejor antídoto contra la tristeza o la nostalgia. Me pone a soñar en el futuro, en las grandes hazañas que le esperan a los seres humanos, viajes a las estrellas y curas contra las más teribles aflicciones del hombre. Además es probablemente el compositor más romantico que conozca. Su música habla de grandes amores, de esos amores que trascienden el tiempo y la distancia. No está nada mál comenzar la vida con Tchaikovsky y terminarla con Rachmaninov. Y cuando termino de escuchar a Rachmaninov, siempre puedo ver un juego de beisból.