Opinión Nacional

Utopía y escepticismo

El concepto de utopía ha tenido y tiene diferentes significados. Aun desde el punto de vista filológico, existen dos vertientes, la mayoritaria afirma que el neologismo, creado por Santo Tomás Moro, provenía del griego “u-topos”, ningún lugar, lugar inexistente, sin embargo hay quienes afirman que es una contracción de “eu-topos”, lugar feliz. Karl Mannheim en su influyente libro “Ideología y Utopía”, utilizó, arbitrariamente, la palabra utopía para describir las ideologías revolucionarias, que tienen como objetivo transformar radicalmente el orden existente y reservó la palabra ideología, para las ideologías conservadoras.

Con el auge intelectual del marxismo, la utopía perdió la connotación original de algo inexistente, imposible, inalcanzable y se transforma en una verdad prematura, en algo posible, en la “ciudad ideal”, realizable en este mundo. La idea contemporánea de utopía implica siempre la creencia de que es alcanzable una condición definitiva e insuperable, donde no haya nada más que corregir y mejorar, sugiere la idea de una solución final del destino de la humanidad, una satisfacción perfecta de las necesidades humanas.

Esta fe en la posibilidad de recrear el “jardín del Edén” ha sido un mito recurrente en la historia, que ha tenido una capacidad movilizadora impresionante y aterradora en la especie humana. En nombre de la fraternidad humana perpetua y perfecta del porvenir, todo está permitido, todo es justificable. El camino hacia el paraíso terrenal está empedrado con los huesos de millones de víctimas. Todo intento de alcanzar este “reino feliz de los tiempos finales”, nos dice Leszek Kolakowski: “está condenado a producir una sociedad altamente despótica que, para simular la imposible perfección, asfixiará la expresión del conflicto y así destruirá la vida de la cultura por coerción totalitaria”.

Desde este punto de vista, la crisis de la mentalidad utópica, que algunos, hiperbólicamente, llaman la muerte de la utopía, sería un fenómeno positivo. Sin embargo, también es excesivamente fácil utilizar todos los razonamientos antiutópicos para justificar la opresión y la injusticia. Por siglos, la imperfección y la maldad, intrínsecas en la naturaleza humana, no sólo han sido argumentos para enfrentar las delirantes utopías totalitarias, sino que han servido a los reaccionarios para oponerse a toda reforma social y al establecimiento de la democracia. El debilitamiento de la utopía ha fortalecido el escepticismo. Utopía y escepticismo son dos formas de estar y de orientarse en el mundo e interpretar ese mismo mundo. Ambas son necesarias, creemos con Kolakowski que: “los dos tipos de mentalidad – la escéptica y la utópica – sobrevivirán separadamente, en inevitable conflicto. Y necesitamos su precaria coexistencia; ambos son importantes para nuestra supervivencia cultural. La victoria de los sueños utópicos nos conduciría a una pesadilla totalitaria y al absoluto derrumbe de la civilización, en tanto que el dominio indisputado del espíritu escéptico nos condenaría a un estancamiento sin esperanza…” Frente al derrumbe actual de la utopía, hay que recuperar la esperanza en un mundo mejor y en el hombre, nunca perfecto, pero siempre perfectible, en su capacidad de superar al egoísmo, la codicia, la ambición de poder, a través del amor, la amistad, la fraternidad y el sacrificio .Entre el utopismo y el escepticismo está la alternativa de un sano realismo, “in medio stat virtus”, nos dirían dos voces sensatas del pasado: Aristóteles y Santo Tomás de Aquino.

 

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba