Opinión Nacional

La Planta: una trágica alegoría de Venezuela

La Planta ha sido un sitio de horror, un penal anárquico en el cual ha prevalecido la violencia y donde  eran los mismos administradores y guardias quienes entregaban a los presos armas y drogas para perpetuar y exacerbar la violencia.  Quienes lograron acaparar  las armas en La Planta fueron quienes ascendieron al poder, quienes asumieron el “gobierno”.   El grueso de los presos se convirtió en súbditos del “Pran, no porque estuviesen de acuerdo sino porque no hubo nada que pudieran hacer para remediarlo. El jefe del “Pran” no fue elegido por votación pero, si lo hubiese sido, no muchos se hubieran atrevido a votar en su contra por terror a las represalias. Existirían listas de “enemigos” del “pran”.  

La Planta ha sido una trágica alegoría de Venezuela.

Como en La Planta,  los venezolanos están esencialmente presos. Estar preso significa no poder viajar con libertad, no poder salir del país a voluntad. Hay un límite estrecho a las divisas requeridas para viajar y, además, hay diferencias de acceso a esas divisas que están basadas en la amistad con, o el soborno de, quienes las otorgan. Están presos porque los adversarios del régimen son  tratados como ciudadanos de segunda clase, les está vedado disfrutar de una plena condición ciudadana.  

Venezuela es una inmensa prisión, aunque muchos de nuestros compatriotas no se hayan dado cuenta aún. Y no se han dado cuenta porque ya son pocos quienes tratan de ejercer a plenitud sus derechos. Como lo hicieron los presos en La Planta,  se adaptan, cada día,  a su nueva manera de vivir y moderan progresivamente sus expectativas,  como la única manera de conservarse mentalmente sanos. Se dan cuenta de estar en una prisión solo cuando son objeto directo de un abuso de poder , cuando son sus bienes los expropiados, o cuando son víctimas directas de violencia verbal y física por parte del “pran”. Mientras ello le suceda a otros no se sienten muy afectados. Han aprendido a no pensar en lo que les falta y a agradecer lo poco que consiguen. Han aprendido  hasta a testimoniar su reconocimiento a quienes los humillan o los violan física o moralmente cuando no son excesivamente maltratados.  
   
Veo que La Planta ha sido cerrada y sus moradores trasladados a otros penales, será que los otros son mejores? Lo que ha sido posible hacer con La Planta no es posible hacerlo con Venezuela. La solución será cambiar de alegoría, hacer que Venezuela sea más como una gran Universidad que como La Planta. Pero para que eso sea posible se requieren gobernantes educados, no hampones.   

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