El capital egoísta
En 1976 el evolucionista Richard Dawkins publicó su libro El gen egoísta (The Selfish Gene, Oxford: Oxford University Press, disponible en parte en http://j.mp/TIVUJ9). En ese libro ya clásico Dawkins sostiene que el comportamiento de los seres vivos está en gran parte animado por el empecinamiento de sus genes por perdurar. Ello explica, afirma Dawkins, llamado «el Rottweiler de Darwin», por qué un ave de una bandada da una voz de alerta ante la presencia de un predador, lo que atrae la atención hacia ella. Muere, pero salva a la bandada, o sea, sus genes.
El capital y sus gregarios operan así. Tal vez expongo lo que el propio Dawkins llama en ese mismo libro un mem, o meme, es decir, un concepto que genera sistemas de ideas (http://j.mp/VwIeTt). El capital fabrica aparatos inmunitarios, cual ser vivo: ejércitos, policías, medios, sicarios, torturadores, políticos, partidos, intelectuales, sistema educativo, editoriales, iglesias, instituciones culturales. Aparatos ideológicos de Estado, como decía Louis Althusser, dispuestos a trabajar para él hasta inmolarse, como el ave delatora.
Una vez que el mem del capital se instaura en las mentes, las personas trabajan para esa forma de plusvalía ideológica, otro libro que recomiendo, llamado así, La plusvalía ideológica, de Ludovico Silva, uno de los más eminentes teóricos del marxismo de todos los tiempos. Sostenía Ludovico que así como producimos plusvalía económica también la producimos ideológica, cuando repetimos como loros la ideología que nos inculca el capital. La explotación del capital no es solo material sino mental. Mira Globovisión y repetirás rumores como loro.
Durante el esclavismo figuraba como normal que una persona fuese dueña de otra, hasta el punto de disponer de ella a cualquier antojo. Era su propiedad privada.
Pero pasa que, como los genes, los memes también mutan. El mantuano Simón Bolívar fue formado en España para servir de defensor militar del orden colonial. Pero salió choreto, es decir, tomó conciencia de que aquel orden era miserable y se alzó contra él. La lista de gente choreta es demasiado larga para exponer aquí una muestra mayor; por eso puse solo a don Simón, el más grande.
Más de ocho millones en Venezuela tomamos la misma conciencia. Vente.