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¿Qué veía Ariosto cuando cerraba los ojos?

Mito y realidad se conjugan en Orlando furioso de Ludovico Ariosto (1474-1533). Este poema épico publicado en 1516, consta de 46 cantos y cuarenta mil versos endecasílabos escritos en octavas. Siendo un libro concebido para disfrute de la corte de los duques de Este, señores de Ferrara, se popularizó de inmediato, debido a que en italiano la rima adquiere un ritmo y una melodía tan prodigiosa, que inspiraba a los trovadores a cantar el poema en mesones, plazas y ferias para deleite de la población iletrada.

El poema, es una urdimbre en la que la trama va tejiendo un laberinto de situaciones y personajes que componen en su conjunto una descomunal ópera que va de lo real a lo fantástico, de la tragedia a la comedia, de leyendas y fábulas a personajes de carne y hueso de su tiempo. Todo esto se va entrelazando en una minuciosa y laberíntica estructura que se escenifica por todo el globo terráqueo y ¡…hasta en la Luna!.  Ariosto, retrata al detalle las cortes de las ciudades-Estado italianas, propensas al refinamiento y al teatro social y a la vez versadas en el arte de la guerra, de allí la descripción pormenorizada de un sinfín de batallas. En el imaginario popular de la época, Orlando simbolizaba al caballero leal a su rey en la lucha contra el invasor musulmán y que con audacia y valor va en busca de una doncella y enloquece de amor por ella.

Imagen No 1_MandricardoEl Palazzo dei Diamanti, en la maravillosa ciudad de Ferrara, sirve de escenario la exposición “Orlando furioso, 500 años” que muestra el entorno renacentista en que vivió Ariosto y que inspiró su magnífica obra literaria. La exposición fue organizada por la Fundación Ferrara Arte para conmemorar el quinto centenario de la primera edición del Orlando Furioso, una obra maestra de la literatura occidental y fuente inagotable de la literatura fantástica hasta nuestros días.

¿Qué veía Ariosto cuando cerraba los ojos?  Para dar forma al concepto y visión de la muestra, los curadores Guido Beltramini y Adolfo Tura, identificaron e inventariaron las obras figurativas y las cosas que Ariosto conoció y que nutrieron su imaginación. Más de ochenta obras maestras del Renacimiento de grandes artistas de la época como Mantegna, Bellini, da Vinci, Dossi, Rafael, Miguel Ángel, di Cosimo, Ucello o Tiziano, junto a objetos preciosos, libros incunables, planisferios, manuscritos, miniaturas, instrumentos musicales, monturas, yelmos y espadas que evocan el refinamiento y a la vez el rigor de la vida cortesana del mundo caballeresco donde se desenvolvió su autor.

¿Qué veo cuando cierro los ojos?  En el tren de regreso, rumbo a París, al cerrar los ojos para organizar mis pensamientos y escribir esta nota, reconstruyo el recorrido dentro de la muestra. Veo los mensajeros alados de La liberazione di Andromeda que Piero di Cosimo pintara en 1510 y la fabulosa Minerva che scaccia i Vizi dai giardino delle Virtú (1497) de Mantegna.  Veo los detalles de La batalla de Roncesvalle del 778, en el tapiz de seda que data de 1475, enviado por el Victoria and Albert Museum de Londres. Contemplo Il Baccanale degli Andrii (1518-19) de Tiziano, enviado por el Museo El Prado. Escudriño con la mirada un cuerno de marfil tallado en el siglo XI, Olifante, “Corno di Orlando”, instrumento de uno de los episodios célebres de la epopeya.  Ariosto se inspiró por igual en fábulas del Medio Oriente, en mitos griegos y muy especialmente en las leyendas Carolingia y Arturiana, cantares de gesta de la Edad Media.  El influjo de Ovidio y su Metamorfosis y la de Paolo Ucello con su San Giorgio e il drago, 1440, también están presentes en sus páginas.

Cierro los ojos y entiendo el por qué Orlando enloquece de amor, al contemplar la sensual venus desnuda de Boticelli, Venere pudica (1485), pintura que le sirve de inspiración al autor para describir la belleza de Angélica, personaje principal de su poema: “Con bionda chioma lunga et annodata: Oro non è, che più risplenda e lustri” (VII, 11, 3-4).

Después de admirar esas y otras obras, recorro la colección de mapas antiguos, entre los que se encuentra la Cosmographia de Tolomeo (1462), para llegar finalmente al eje en torno al cual gira toda la exposición: el ejemplar de la primera edición del Orlando furioso, impreso en Ferrara en 1516 por Giovanni Mazzocchi. Esa primera versión constaba de 40 cantos, pero en 1532 se imprimió una segunda y definitiva con 46 cantos y 40.000 versos.

Cierro los ojos y veo el castillo de los duques de Este o Castello Estense, en el centro histórico de Ferrara, obra arquitectónica de Bartolino de Novara en el año 1.395. Es un edificio de planta cuadrada y muros de ladrillo bermellón, dotado de cuatro torres defensivas, rodeadas por un foso de agua.  La estructura urbanística de la ciudad, desarrollada dentro de regias murallas, se remonta al siglo XIV.  El primer plano urbanístico moderno de Europa tiene su origen en Ferrara, con el proyecto futurista realizado por Biagio Rossetti (1447-1516), una innovadora fusión que une el entramado de la ciudad medieval con el nuevo trazado renacentista. La ciudad fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1995, bajo la denominación “Ferrara, Ciudad del Renacimiento”.

Cierro los ojos y aun saboreo la inigualable sazón de la Cesarina, esposa de Luciano Vaccari, en su casa en Molinella, donde fui invitado a su tradicional almuerzo de Navidad: “I piatti in ordine di portata sono capeletti in brodo, il brodo fatto con cappone, guancia, un’altra pezzo di manzo, poi il lesso servito caldo con salsa e mostarda di senape, scaloppine con purea di carciofi, cotechino e salama di suga con pure’ …poi i dolci ! Torta di riso, di tagliolini, pesche sciroppate, panpapato, vino prodotto da Luciano e altre delizie”.

Cierro los ojos y recorro las estancias del antiguo palazzo situado en Via Camello 22, donde vivió Bartolino de Novara mientras construía el castillo Estense. Una parte del regio edificio pertenece a la familia Steiger Acciaro, quienes fueron mis anfitriones en Ferrara.  En esos mismos salones, Doménico Maria de Novara, descendiente del arquitecto, organizó importantes tertulias con intelectuales y científicos de la época.  Walter Steiger, extrae de su nutrida biblioteca el acucioso estudio de Antonieta Folchi “Copérnico e lo Studio di Ferrara” (2003), para señalarme las referencias sobre la amistad entre Doménico de Novara y Nicolas Copérnico, cuando este último estudiaba un doctorado en Derecho en la Universidad de Ferrara. Doménico de Novara, apasionado por la Astronomía y traductor de antiguas cosmogonías griegas, invitó al sabio a sus tertulias en esta casa y fue quien lo motivó a estudiar el movimiento de los astros. Al cabo de un tiempo, Copérnico expuso sus investigaciones sobre la teoría heliocéntrica en el tratado De revolutionibus orbium celestium, en el cual afirmaba que nuestro sistema planetario era heliocéntrico, la tierra y los restantes planetas giraban alrededor del Sol, una revolución que comenzó a cambiar la visión del hombre en el universo, contrariando dogmas y prejuicios arraigados en el oscurantismo.

Cierro los ojos y escucho las voces de mis contertulios reunidos en Il Brindisi, dicen que es la hostería y bodega de vinos más antigua de Italia, situada en la Via degli Adelardi, 11.  En esta misma mesa donde estamos degustando un buen vino del piedemonte toscano, conversaron Novara y Copérnico y en la mesa del fondo se reunían Ariosto y Tiziano. Desde ese entonces se remonta su tradición y sus vinos, provenientes de las mejores reservas de Italia.

La universidad de Ferrara, fundada en 1.391, un siglo antes del descubrimiento de América, se nutrió de brillantes humanistas y científicos. En sus aulas y tertulias promovidas en su seno se fraguaron las mentes más avanzadas del renacimiento. Ferrara fue por mucho tiempo el centro político, cultural y diplomático más importante de Italia y parte de Europa. Esa supremacía se logró gracias a que se convirtió en lo que hoy llamaríamos una sociedad del conocimiento.

Ariosto y tantos otros humanistas y científicos, lograron abrir nuevos caminos al pensamiento gracias a una sociedad cimentada en la cultura y en los valores humanos.

Sentir el espíritu que se respira en esos recintos, donde mentes brillantes revolucionaron su época, me hizo presentir que en medio de las amenazas oscurantistas que se ciernen sobre Occidente, se aproxima un cambio de paradigmas, un nuevo renacimiento. En el presente, en muchos centros de pensamiento tratan de sacudirse modelos obsoletos de economía y política, mientras ensayan nuevas tendencias para crear un futuro más humanista.

El pensador Buckminster Fuller afirma: “No podrás cambiar las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, debes construir un nuevo modelo que haga obsoleto el actual” y eso está ocurriendo, se están gestando nuevos modelos de desarrollo humano y una nueva visión del mundo, eso veo con los ojos bien abiertos.

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