Tabaré Alonso, cicloturista: “Llegué al paraíso cuando entré en Venezuela”
Un técnico en sistemas de 28 años que se cansó un día de lo rutinario de su vida y decidió hacer una pausa. Comprensible hasta aquí. La diferencia es que él escogió tomarse ese tiempo pedaleando unos 13.000 kilómetros desde su natal Uruguay hasta la lejana Panamá. Eso definitivamente no lo hace cualquiera.
Esta es la historia de Tabaré Alonso y su viaje en bicicleta por América, con especial énfasis en lo que halló en su paso por Venezuela.
Punto de partida
Una ruptura amorosa le mostró que las certezas son frágiles. La rutina de trabajo le confirmó que el anhelo de apostar por la aventura y la incertidumbre valía la pena y el viejo mapa en el que había ido marcando durante años lugares para visitar, le dio alas al secreto anhelo de realizar «el viaje de sus sueños», proporcionándole la voluntad necesaria para enfrentar el reto.
Un amigo de la infancia radicado en Bogotá le debía un café, así que decidió ir a buscarlo, recorriendo en bicicleta el trecho kilométrico que los separaba.
“No serán vacaciones, sino una aventura diaria donde cada día tendré que ir superando los obstáculos y miedos que vayan presentándose, sumándole el deporte y la vida sana”. Así presentaba Tabaré el proyecto que estaba por iniciar, en la web que creó entonces para ir compartiendo su travesía.
¡Y partió! Salió de su tierra en marzo de 2016 y recorrió Uruguay, Argentina, Bolivia, subiendo hasta Perú y allí, en lo alto de la cordillera de los Andes, se planteó una nueva encrucijada: incluir a Venezuela en el trayecto y conocer el Mar Caribe con el que tanto soñaba… o seguir hacia Colombia por Ecuador, tomando el camino seguro. Era una decisión de 4.000 kilómetros en bicicleta. No podía dudar.
¡No vayas a Venezuela!
Tan pronto comentó en sus redes su intención de visitar Venezuela empezó a recibir advertencias y rogatorios, uno tras otro, que intentaban hacerlo desistir de la idea.
“La gran mayoría era de gente venezolana. ‘Te van a robar, te van a secuestrar’ me decían cada dos por tres. ¡Odiaba que me dijeran eso porque yo sí quería ir!”, relató después Tabaré a Sumito Estévez, quien lo entrevistó en su programa de radio «El Diario de un Chef».
A pesar de las advertencias, la decisión estaba tomada: giró hacia Brasil, remontó ríos, llegó hasta Manaos y finalmente se encontró frente a la frontera con Venezuela.
“Incluso el último día antes de cruzar, todavía un chico venezolano me dice: ‘Te recomiendo que no cruces a mi país. Vas a tener que dormir en la copa de los árboles para que no te roben’. ¡Eso me dolió! porque tienes un sueño y no quieres que 99 de 100 personas te digan que lo abandones”, cuenta el ciclista.
Pero no había llegado tan lejos para apartarse ahora.
La tierra prometida
Haciendo caso omiso a todas las advertencias, Tabaré entró a Venezuela por Santa Elena de Uairén, encontrándose con la plenitud de la Gran Sabana. Allí empezó a tener señales de que estaba por empezar una experiencia muy distinta a todo lo que había sido su viaje previo.
“Apenas crucé sentí la primera diferencia: el respeto hacia el ciclista. Los carros, que en Brasil parecía que hacían competencia a ver quién te pasaba más pegado -solo a cinco o diez centímetros-, aquí se abrían hasta metro y medio e incluso bajaban la velocidad para no afectar tu andar”, relató el uruguayo en su entrevista.
El segundo impacto se lo llevó con la Guardia Nacional, cuerpo de seguridad sobre el cual le habían prevenido mucho: “Te van a sembrar droga’, decían, ‘te van a robar la comida y todo lo que lleves’… ¡y resulta que son las personas más increíbles! ¡Los que más me han ayudado! No uno o dos, sino todos los que me he encontrado en Venezuela”, contó en el programa radial.
Según relató Tabaré, los efectivos de la GN le daban agua y café, se interesaban por su historia y al conocer lo que está haciendo, le permitían asearse y hasta llegaron a hacer colectas entre ellos mismos para darle alimento o dinero para el viaje.
“Incluso algunos me han pedido el número de teléfono y a veces me mandan mensajes, me preguntan cómo voy y me piden que les mande fotos”, le contó el uruguayo a Sumito.
Retrato de los venezolanos
Un momento de gran tensión en el viaje estaba alrededor del kilómetro 88, en la carretera de “Las Claritas” hacia El Dorado. Explica el ciclista que sentía temor porque era el sitio sobre el que más le habían advertido; incluso varias personas le pidieron que hiciera ese tramo en un vehículo y no se expusiera andando en bicicleta y sin compañía.
Pero justo allí ocurrió otra gran anécdota, según relató a la periodista Valentina Quintero en su programa de radio: “Me bajo en Las Claritas para comprar unas naranjas y me siento en la acera, afuera de la bodega, a comerme una. Pronto la señora del local me dice que pase, que me siente en una silla, que no tenía que estar comiendo en la calle”, narró el uruguayo.
“Yo entré descalzo porque tenía el pie un poco hinchado por una lesión infectada que traía del Roraima. De pronto, se acerca otra mujer con agua caliente para limpiármelo… y llega otro señor y me trae antibiótico… y se acerca el hijo de la señora y me devuelve el dinero y me da más fruta. De repente tengo como diez personas alrededor mío, ayudándome ¡Sin conocerme de nada! Ahí me emocioné mucho”, le contó el ciclista a Quintero, conmoviendo a su entrevistadora.
Tabaré asegura que los venezolanos son personas tan amables y solidarias que no había encontrado otros así en todo su viaje. “Si necesito ayuda, yo la pido, no tengo problema con eso. Pero aquí la ayuda viene a mí. Las personas son las que se acercan. ¡Eso me impresiona! No les importa si no me he bañado, si tengo el pelo largo o estoy lleno de barro. Se acercan para cuidarme, para preguntarme si estoy bien, si comí hoy. Esto no me pasó en ningún otro lado”, afirmó el uruguayo.
Sin trueques
Otra cosa que ha llamado la atención del viajante uruguayo es el desprendimiento con el que ha visto actuar al criollo.
Acostumbrado en su travesía a hacer pequeños trabajos a cambio de alimentos o un lugar para pasar la noche, ha sido desbordado con la generosidad local. “El venezolano no hace las cosas por trueque: Aquí un plato de comida, un vaso de agua, te lo dan a cambio de nada, solo por la tranquilidad de saber que estás bien”.
Agrega que en otros países por donde ha pasado le dan lo que sobró de la comida, o lo que van a botar, lo cual igual agradece. “Pero aquí, a pesar de las dificultades que están pasando, la gente me da de lo mismo que están comiendo ellos. Que coman un poquito menos para darte a ti, como si fueras de la casa, te arruga el corazón”.
Acostumbrado a relacionarse con la gente más sencilla, Tabaré se llevó una sorpresa también con eso en Venezuela, tal como le aseguró a la periodista Valentina Quintero: “Aquí es diferente, me ha ayudado la gente humilde, pero también gente en grandes y lujosas camionetas se me han acercado para ayudarme. No solo una o dos, sino muchas se me han acercado en la carretera o mientras estoy rodando, para darme agua o dinero para que me compre algo de comer o para el viaje”.
Aunque aún le falta un largo tramo por este territorio caribeño, asegura que desde ya se lleva la mejor impresión del país. “En una aventura como esta, tú te mentalizas con que te vas a encontrar personas buenas y malas. Pero en Venezuela yo solo me he encontrado personas geniales. Hace un mes que estoy aquí y hoy te digo esto: Llegue al paraíso cuando entré en Venezuela”.
Para saber más sobre la historia de este cicloturista y acompañarlo en su travesía, pueden seguirlo en sus redes: Viajando por América en Facebook y @tabarealonso por Instagram